capítulo 4

Todo de mí se aceleró. Mis manos, mis piernas y todo mi cuerpo temblaban del susto. No soy capaz de mirar a quien nos descubrió, mi cara de ponqué se fue al carajo, ahora solo tengo un de horror. Ni ver a lucifer sería tan terrorífico como ser descubiertas. Ahora mi abuela nunca me volverá a visitar jamás. Adiós a conocer a Damir Yankow, adiós escapadas de fin de semana, adiós  idiota, adiós aventuras, adiós a todo.

Romina toma mis manos tratando de calmar mis temores. Una carcajada de parte de la otra persona me hace mirarla a los ojos.

— Su secreto está a salvo. Estamos a mano, Maciel. — Dijo Natalia con picardía. Al parecer no fuimos las únicas que escapamos del lugar esta noche. No me gustaba tener una desventaja. — Vuelvan a cama o serán descubiertas.

— A mano.­ — Solté sintiendo que mi alma volvió a mi cuerpo. El nudo que sentía en la garganta se desvaneció. — Buenas noches, chicas.

— Igual angelitos de dios.

Entre de volada a mi habitación quitándome mi ropa súper rápido poniéndome la bata de abuela que nos dieron en este lugar, ingresando como un corderito a cama. Natalia tenía razón, sor Josefina, o como yo le llamo “Pez globo” estaba revisando cuartos, lo deduje por su voz chillona. —  Pez globo no descansa. — confirma mi presencia con su molesta luz alumbrando mi rostro tan cerca de mí que sentí miedo que me hiciera algo o besara mis labios. Creo que me estoy volviendo loca. El susto de esta noche me ha dejado un poco inestable mentalmente.

Mentiras.

Con Sor Josefina debo andarme con pies de plomo, quiere ver mi caída y no se lo hare fácil, no cuando encontré diversión.

La veo salir de mi habitación cerrando la puerta. Respiro con tranquilidad dejándome llevar por los brazos de Morfeo con una sonrisa gigante en mis labios. Unas horas más tardes esta esa jodida campanita despertando a todas. Tengo mucho sueño. No quiero salir de cama. Con cierta pereza tomo una ducha fría para sacarme el sueño de encima e iniciar un nuevo día.

Como es domingo nos llevaron a la catedral a la misa dominguera e incluida un campamento eucarístico con otras chicas de otro convento. Nos han indicado que el campamento será dirigido por colaboradores del padre Cesar.

¿Colaboradores?

Eso decía una cosa… hombres.

Al fin tendremos contacto con hombres, con chicos en esta pocilga, pero conociendo a Sor Josefina nos mantendrá el ojo encima, en especial, a mí y mi amiga, Romina. Ella nos ama tanto a nosotras. El amor es mutuo de parte y parte. Es una cosita tierna (Sarcasmo) Tan tierna para tirarla a los leones o dejarla perdida en un bosque como Hansel y Gretel, aunque creo que la bruja del cuento no la envía de nuevo al convento por lo insoportable que es.

Nos reúnen a todas en el comedor para notificarnos la maravillosa noticia antes de tomar el desayuno. Las chicas ponen una sonrisa gigante en su rostro. Algunas llevan años aquí secas de ver una figura masculina distinta a la del padre Cesar que no está nada mal. Es un hombre muy sexy.

— Chicas… espero el mejor comportamiento de todas, en especial, de la señorita Miranda y Martínez. No quiero tener problemas con ustedes dos en todo el día. Queremos un poco de respiro.

— ¿Cómo dice eso sor josefina de nosotras? Somos unas ovejitas del señor, y no unas ovejitas descarriadas que necesitan que les indiquen el camino — Dije casi en burla. Moría por reírme en su cara, pero me aguante, debía hacerlo. — Banderita de paz.

— Estas advertida, Maciel. No queremos problemas, señoritas.

— Como usted diga, mi coronel — Solté con una risita ganándome una mala cara de Sor Josefina — Prometo no dar problemas.

Terminado el desayuno y dejar todo en su sitio nos hacen hacer una fila para subir al bus que nos transportará al campamento fuera de la ciudad. Romí me abraza quedándose dormida, acomodo mi cabeza junto a la suya cerrando mis ojos sin perder la noción del tiempo, y menos de las cosas o murmullos que se han aumentado respecto a mi amistad con ella. Algunos murmullos empezaron a sonar cerca de mis oídos que era la novia de Romina, la emo, como la llaman y que pensamos hacer cosas indebidas en el campamento, y demás estupideces que se les pueda pasar por su cabeza.

Escuchar todos esos rumores me causo mucha risa en vez de enojo. Sor Josefina no me sacaba los ojos de encima. Estoy por creer la teoría de Romí que le gusto a esa mujer o debe odiarme mucho para hacerme la vida un infierno en este lugar que ya es algo horrible.

No la soporto.

No puedo con ella es peor que una pulga pegada en el trasero.

Mi móvil vibra en mi faldón del uniforme. Si nos hacen salir hasta los domingos con ese ropón horrible. Noto que es un mensaje, mi mente divaga que puede ser del idiota, del tonto de Aitor que no deja de escribirme. Miro a mis alrededores de que nadie me observe y saco mi teléfono confirmando mi teoría que es él.

Idiota.

Mi Minions bello, buen día. El destino nos quiere juntos… te veré más pronto de lo que crees. Besos, mi enana favorita.

Sonreí bobaliconamente por su mensaje. Estaba por responderle, cuando veo que Sor Josefina dirigirse a mi puesto. Escondo mi teléfono como el rayo McQueen, sino estoy frita y en graves problemas.

— Cuéntanos el chiste, señorita Maciel, para así también reírnos todas de tus gracias. — Soltó con cierto sarcasmo con su mirada clavada en mí.

— No he mencionado palabra alguna, Sor Josefina. — Refute, aunque moría por decirle pez globo. — No sabía que tenía prohibido reírme ¿hasta para eso también hay castigo o restricción?

— Sor Josefina, la chica tiene razón. — Esbozó Sor Josefa, la madre superiora del convento — Llevemos la fiesta en paz. Maciel sabe que debe comportarse bien. Se lo prometió a su abuela Miranda. No es así, ¿Maciel?

— ¡Cierto! — Esboce una sonrisa de triunfo.

Si Miranda se entera que la han llamado abuela le da un colapso nervioso colgándome de una viga por permitir que le llamen de esa forma. A sus 50 años se conserva como toda una quinceañera. Pez globo se hace en la parte trasera del autobús para observar cada movimiento que haga. Está buscando que la deje calva, aunque, ya le tengo su hermosa sorpresa, será tan agradable, que aumentará su amor por mí. — Necesitare la ayuda de mi idiota. — Me dispuse a cerrar de nuevo mis ojos dejando que la paz de mis pensamientos me fueran llevando hasta llegar al lugar de la integración.

Al fin se le prendió el foco al padrecito Cesar de hacer algo por estas ovejitas del señor. Lo que me dejo pensativa fue el mensaje de Aitor de que nos veremos antes de lo que pueda imaginar. Esta loco ese chico. Unos minutos más, entramos en un club campestre muy lindo lleno de arbustos y grandes árboles. Logro visualizar al padre Cesar saludando algunas monjas cerca de algunos chicos que están acomodando unas mesas.

El bus se parquea donde le indicaron. Las monjas dan sus instrucciones bajando despacio del autobús. Muevo a Romí para que despierte. Esta chica es una roca para dormir, no se inmuta con nada. Ni con los motores apagados.

— Romina Martínez, despierta, por dios. — Dije moviéndola de un lado a otro al fin logrando mi objetivo. — Cielos, eres un oso perezoso.

— Lo siento, Mac.

Bajamos del auto.

Las monjas nos ponen en una fila para presentarnos los instructores del campamento. Me quedo sin habla al ver a Aitor y Sergei dentro del grupo de chicos. Sus ojos cafés se clavan con el azul cielo de los míos  esbozando una sonrisa picarona. Las chicas casi se les caen la baba al ver los cinco chicos.

— Les presento a Sergei, mi sobrino. Su amigo Aitor, Alan, Michelle y Hugo. — Menciono el padre Cesar — Ellos serán los encargados de la recreación de las actividades de hoy. Tendrán un día diferente chicas. — Todas aplaudimos por las palabras esbozadas por el curita — Espero disfruten de las actividades, señoritas. Es un día especial para todas por su buen comportamiento.

Sí que lo disfrutaremos.

— Lo haremos. — Gritamos al unísono ensordeciendo a todos los presentes que taparon sus oídos. Todas reímos con gracia. — Gracias, Padre Cesar.

— Todas suyas, jóvenes. Ya saben… mucho respeto y seriedad con las señoritas, espero lo mejor de ustedes caballeros.

— Entendido. — Contentaron los chicos al padre.

Romí sujeta mis manos sonriendo con picardía al ver las miradas que me echo con Aitor que no deja de sonreírme. Ahora podía entender su mensaje que nos veremos pronto. Gran sorpresa me ha dado y me ha encantado verlo.

Nos han reunido en grupos de cinco chicas para realizar cada una de las actividades de las competencias que tienen en mente los instructores. Las pistas están listas. Por cada obstáculo que se logre llegar con todos sus integrantes en el primer lugar se ganan 10 puntos pasando al nivel dos aumentando el nivel de la competencia.

Sergei nos da las pausas de cada nivel. El padre Cesar será el árbitro para que ninguna hagamos trampa durante el juego. Cada chico estará al final del nivel con una banderola de cada grupo a recoger. Son cinco niveles, cinco banderolas. El que complete todos los niveles obtiene un premio que consiste en una salida de la pocilga, una tarde completa al centro comercial.

La competencia no sería fácil.

Esto es guerra. Todas querían ganar para salir de la pocilga. Mi grupo es el rojo. Iniciamos con la competencia. El primer obstáculo son los costalados. Consiste en meter los pies en un costal, debes brincan como conejos sin soltarlo hasta lograr llegar a la meta.

— En sus marcas, listas, ya. Salten señoritas. — Informa Sergei dando inicio a la carrera corriendo hasta la meta donde entregan las banderolas a cada grupo completo para dar inicio al segundo obstáculo — Fuerza, niñas.

Todas saltamos como sapos, algunas nos fuimos al piso viendo riendo a carcajadas disfrutando del momento divertido que estamos pasando fuera de la vista de las hermanitas que se relajan dentro de la casa. Romí es la primera en llegar cobrando la banderola gritando que nos movamos para avanzar. Es una chica de competencia, y no quiere perder la posibilidad de pasar una tarde fuera del convento.

Faltamos Natalia y yo para completar la fase 1 animándonos a saltar más rápido llegando al mismo tiempo que el grupo verde. La segunda fase es de equilibrio comandada por Michelle que nos informa que debemos pasar una por una y tocar un botón para dar inicio a la siguiente fase.

Esta fase me resulta un poco complicada. Soy muy mala en equilibrio. Tres caídas de culo, un morado en mi pierna me hicieron cruzar dando una ventaja al grupo verde de Alexa. Natalia cobra la segunda banderola llegando al tercer nivel que lo comanda Alan. Esta fase consiste en una escalera colgante en el aire que debemos pasar participante por participante. Esa si me gusto. Pido ser la primera. Estoy en mitad de la escalera quedando colgando como un mono asustando a todos.

— Maciel, te vas a caer, amiga. No te sueltes, por dios. — Gritan las chicas desesperadas al ver mi posición. Alan se asustó quedando en ayudarme. — Ya te salvan, amiga.

— Están locas… ya las cruzo, miedosas. — Grite con una sonrisa — Alístense para cruzar, obtendremos la victoria. 

— Estas loca. — Refuta Romina.

Dichas estas  palabras termine el tramo restante tomando la banderola 3. El resto de las chicas se dio su tiempo para pasar la escalera tomando algo de ventaja. El cuarto tramo era una pared que tocaba escalarla bajando por un lazo. Hugo el encargado del cuarto nivel nos brinda guantes y una soga que nos sostiene para escalar. Lina tomo el mando subiendo como araña bajando por el lazo pinchando el botón para dar inicio a la otra persona.

Esta no nos cobró tanto tiempo llegando al último nivel comandado por mi chico. Aitor nos dice que son tres partes para cumplir la meta y ganar el premio del primer lugar. El primer punto es escalar unas manos, la segunda escarbar para abrir un hueco y pasar por debajo de este, y de último, por debajo de una pista grande de alambres de púas escalando una pirámide para tomar la banderola del triunfo.

Nos dieron unos uniformes, cascos y guantes.

— Dadas las instrucciones reglas del juego, señoritas, las veo del otro lado de la pista. Tu puedes Minions — Susurro rozando mi brazo con una sonrisa coqueta de lado. — Está claro todo.

—  Sí, señor instructor — Respondimos.

— Las veo competir.

El pasa manos sí que fue mi guerra. Me ganaba. Ese nunca lo logre pasar y con mi gran estatura más, sin embargo, el médico me ha dicho que todavía me faltaba crecer unos centímetro más, eso espero, porque para besar a Aitor, mi idiota, debo montarme en un borde de anden o en tacones de 10 cm.

— Maciel, pasa tu primero que nos puedes retrasar.

— Como digan niñas. La Minions va primero. Solo deben ayudarme alcanzar el pasamanos —  Dije haciendo carita de cordero degollado — Por favor.

Todas soltaron una carcajada. Les saque la lengua.

— Ya verán.

Diez intentos fallidos para lograr pasar el obstáculo. Las demás chicas lo pasaron como flash. Por mi retraso teníamos al grupo verde y rosa pisándonos los talones alcanzándonos en la última fase. Corrimos a la parte de escavar. Parecíamos perritos escarbando arena, emocionadas, haciendo nuestro hueco. Nos tocó abrir uno gigante para poder cruzar las cinco por ese mismo. Llegamos a la pista 3 pasando a toda velocidad el último obstáculo de la última fase subiéndonos a la pirámide batiendo la banderola que nos dio la victoria, unos segundos antes que el grupo verde que nos emparejo en la pista.

La emoción hablaba por sí sola, aunque alguien más, le gano la felicidad, metiéndonos en problemas.

— Felicidades, mi amor. Mi Minions bello. — Esbozo Aitor acercándose a mi grupo ganándose las miradas de todos, en especial, de una persona.

— ¿Quién es tu Minions, Aitor? — Pregunto con interrogación el padre Cesar.

Trague en seco.

¡Trágame Tierra! 

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