III.

Ocho meses duró todo el entrenamiento Arkan de Dante. Un entrenamiento arduo que forjó su mente y cuerpo. Su cuerpo se había tonificado, era más fuerte en todo sentido. Durante el entrenamiento tuvo que visitar todas las ciudades de Gilius: Angelus (la ciudad del temple), Alphinia (la ciudad de la magia), Luxia y Oxcuria (las ciudades gemelas (la ciudad del cuerpo y el espíritu). Los ángeles valoraban mucho la educación, y en cada ciudad de Gilius era especialista en una materia. Dante pudo volverse un especialista en todas las materias, a excepción del temple, pero a pesar de ello, era considerado un Virtius Arkan.

"Por favor... no te atrevas a dejarme sola"

Dante no sabía qué pensar sobre lo que ocurría, las palabras de Pandora lo habían dejado dentro de una encrucijada. No debemos cometer estupideces, pensó, acostado en el campo de entrenamiento.

—Dante, hoy será tu última prueba para culminar tu aprendizaje —comentó Dorian, con una enorme sonrisa llena de orgullo. Estaba bastante motivado al saber que fue el Arcángel que entrenó a los Ángeles de la Vida y la Muerte en ocho meses arduos.

—¿Cuál es la prueba?

—Ve a Terra y sigue estas indicaciones. Tu prueba final es combatir a muerte contra este ser. Es muy poderoso y es excelente para probar todas tus habilidades, además de que salvarás muchas vidas humanas.

—Entendido.

—Tienes 24 horas, si no llegas con una prueba de tu victoria en ese período de tiempo. Iré a buscarte.

Dorian le brindó un mapa a Dante con la ubicación marcada y este salió del reino a través del Gemrost.

—Vale... según las indicaciones, está en la región: América, pero es demasiado grande.

Dante observó sus alrededores y había aparecido en el callejón de una ciudad. Ocultó sus alas y se vistió como un ser humano. Primera vez que pisaba una ciudad Terrana, tenía una curiosidad enorme sobre la cultura y vida cotidiana de ese reino.

Salió a las calles y apreció cada detalle del entorno. Conociendo la geografía humana, supo reconocer que no estaba en América, era Europa.

Dante volvió al callejón y utilizó una de las herramientas más útiles que había visto en la biblioteca del templo. Se trataba de un encantamiento rúnico que permitía la transportación instantánea de un punto a otro. Colocó la palma de su mano en el suelo, la runa de su palma se extendió por todo su cuerpo y en un destello se transportó a su objetivo. Buscó a sus alrededores y encontró algo que le sirvió de pista.

—"United States of America". Este debe ser el continente, pero no el lugar.

Dante iba entrando a un pasillo cerrado para alzar vuelo mientras se ubicaba en el mapa, pero algo lo sacó de órbita: el agudo sonido de los neumáticos de un vehículo descontrolado. Volvió a ver de regreso a la carretera y dos vehículos iban a colisionar. Al ser el Ángel de la Muerte le habían dado una habilidad que le permitía ralentizar el tiempo a su favor, una runa muy poderosa que a pocos se les daba conocimiento de existencia, pero que consumía casi toda su energía vital, por lo que debía utilizarlo con sabiduría. Dante observó la situación mientras sucedía en cámara lenta y se percató de que se trataba de un accidente que nunca debía pasar, algo cambió el orden de la vida. Los segundos pasaban lentamente, corrió lo más rápido que su cuerpo le permitía y logró entrar a través de la ventana trasera de uno de los vehículos. Había una chica a bordo y estaban a punto de colisionar. Cargó a la humana en sus brazos y destruyó la puerta para salir con ella en brazos. La dejó sentada en el suelo, dispuesto a salvar a los demás, pero la explosión había empezado.

Maldición, esto no debió pasar, se cuestionó en su mente.

Dante sintió que no podía irse sin revisar bien la escena. No podía permitir que alguien más provocara la muerte adelantada de los seres vivos sin razón alguna. Regresó para observar si encontraba alguna pista y pudo sentir la esencia maligna en el vehículo que había provocado el accidente mientras el fuego se propagaba lentamente. Cuando se percató, todas las personas miraban el trágico evento aterrados por las enormes lenguas de fuego y decidió no perder más tiempo. Usó una runa mágica que solían utilizar los ángeles cuando visitaban Terra para pasar desapercibidos. Se puso una chaqueta con capucha y se ocultó con ella para volver con la chica. Miraba con terror lo que sucedía mientras las lágrimas se hacían presentes en su rostro.

—¿Estás bien? —dijo, acariciando su cabeza.

—Mis padres… —sollozó.

—Sí… lamento no haber podido salvarlos. La situación estaba fuera de mis posibilidades, sólo pude salvarte a ti —la abrazó con fuerza.

—¿Quién eres? ¿Por qué me ayudas? —Preguntó entre sollozos. Sus lágrimas llenas de dolor caían sobre sus mejillas sonrojadas y desaparecían en el hombro de Dante.

—No tengo permitido decirlo, pero…

Agarró la mano de la chica y nuevamente volvió a ralentizar el tiempo, consumiendo más su energía. Todo pasaba lento, casi no parecía que hubiese movimiento alrededor. La niña se asustó al notar lo que pasaba y Dante decidió demostrarle su auténtica naturaleza. Extendió sus alas y la cubrió con ellas.

—Eres… eres un ángel —sonrió maravillada, secando su rostro.

—Se supone que no debía mostrarte mi naturaleza. Pero tampoco podía darme el lujo de ver como personas inocentes morían, especialmente si se trataba de una niña con una larga vida por delante —sonrió—. ¿Puedo cargarte?

—¿Por?

—Te llevaré a un lugar.

Ella asintió las palabras de Dante y él escondió sus alas. La cargó en su espalda y dejó que el tiempo transcurriera con normalidad.

—Los ángeles existen —comentó mientras sonaba su nariz.

—Sí, pero ustedes no deben saber nuestra existencia.

—¿Por qué? —preguntó decepcionada.

—Por el bien de todos, es… complicado. ¿Me puedes prometer algo?

—Lo que sea.

—No le cuentes a nadie lo que pasó, ¿entendido? —le sonrió con amabilidad.

—Nadie sabrá que estuviste aquí —sonrió.

—Gracias.

Luego de varios minutos. Dante logró encontrar un orfanato donde pudiera dejar a aquella chica. Llegó a la puerta principal y tocó la puerta mientras la bajaba.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarles? —saludó una señora adulta.

—Hola, ¿podría cuidarla hasta que llegue a la etapa de la adultez?

—Claro... pero.

Antes de que preguntara, Dante le susurró al oído.

—Sus padres fallecieron y logré salvarla de un final trágico. Por favor, cuídela.

La señora se alarmó, pero supo manejar la situación.

—Ok... cariño, sígueme. Te presentaré a tus nuevos amigos —sonrió.

—Espere, quiero despedirme de él —señaló a Dante.

—Bueno, te espero adentro —respondió la señora con una sonrisa y se adentró en el edificio.

—¿Cómo te llamas? —preguntó ella.

—¿Por qué quieres saberlo?

—Quiero saber el nombre de mi héroe...

—Me llamo Dante —respondió sorprendido.

—Un gusto, Dante —sonrió—. Me llamo Clementine. Hasta luego y... gracias.

Entró al orfanato y cerró la puerta. Clementine sonrió con profundo dolor y agradecimiento por haberle salvado la vida. Dante había logrado sentirlo en sus palabras y sintió un poco de culpa por no haber podido salvarlos a todos. Una culpa que debía cargar en sus hombros, pero que era apaciguada por el agradecimiento de Clementine.

Exhaló con dolor tras dejarla y volvió a su búsqueda, la razón por la que estaba en Terra.

Luego de muchas horas de búsqueda. Dante logró encontrar el lugar correspondiente, un pueblo abandonado en un pequeño desierto. Se sentó en el centro del pueblo y comenzó a recitar un pequeño ritual para revelar entidades oscuras, con el uso del idioma casi universal de Terra.

De imperium lux et tenebrae, spiritus autem plane patefaciendo nec corrumpere quod desertor." (Energía de la luz y la oscuridad, revelen el espíritu corrupto del ser desertor) —miró en todas direcciones y no percibía el espíritu del ser al que debía eliminar. Esto sólo tenía una explicación para él.

—Eres fácil de engañar —sonrió.

Dante agarró una pequeña daga de su vestuario y la lanzó en dirección de la voz, por poco asestó en el pecho.

—¿Quién eres? —preguntó enfadado.

—Soy el Ángel que le dará fin a tu existencia —extendió sus alas.

Dante se mantuvo a la defensiva, pero su objetivo no parecía tener intenciones de pelear.

—¿Tú? ¿Un Ángel? —comenzó a reír a carcajadas—. Eres cualquier cosa menos un Ángel, tus alas no son plateadas o blancas. Te envió Aarón a buscarme, ¿no es así?

—No soy un demonio —blandió su espadón—. Te lo demostraré.

Dante corrió hacia él con su espada en mano y al estar a pocos metros de su contrincante, esquivó una ráfaga de aire y fuego que había ido en su dirección.

—Tienes buenos reflejos. Dime, ¿a qué vienes aquí?

—Vengo a acabar contigo. Tú no deberías estar en Terra y tu presencia aquí es peligrosa, por lo tanto; debo destruirte.

Dante volvió al ataque y esta vez logró herir el brazo de aquel tipo.

—¡Deja de herirme! No quiero matarte —lanzó tres ráfagas de viento y fuego que quemaron las extremidades de Dante.

Dante gritó tras sentir sus brazos y piernas ardiendo como brazas y volvió a atacar con su espada; esquivando cada ráfaga y asestando golpes críticos sobre él, al mismo tiempo que él lograba lastimar su torso con sus puños en llamas.

—¡Ya basta! —gritó el desconocido y generó una onda que expulsó a Dante por los aires—. Dime, ¿quién te envió aquí?

Dante dejó que su cuerpo se arrodillara y comenzó a respirar con pesadez. Su cuerpo se sentía bastante agotado. Haber utilizado dos veces el control temporal tuvo un peso en el combate.

—... me mandó Dorian —suspiró Dante cansado y se levantó con un extraño sentimiento en su pecho. Dante empezada a dudar, si debía hacerlo o no, sin siquiera saber si era un demonio, algo le pedía que no lo hiciera; en su interior sentía que estaba mal. Además, sus habilidades mostraban ser diferentes a las de uno. Y no quería matarlo a sangre fría, que su primera muerte fuera la de un inocente.

—¿Qué? ¿Eres el Ángel de la Muerte, ¿no? Escúchame. No soy un demonio, soy un Nómada —extendió sus alas plateadas—. Fui expulsado por...

Todo sucedió en cuestión de segundos, ni Dante fue capaz de procesar lo que sus ojos observaron. La voz de aquel hombre que resultaba ser un Ángel fue callada por el ataque sorpresa de su mentor, Dorian. Lo había decapitado.

—Dorian… ¡¿Por qué lo mataste?! —gritó alterado—. ¡No era alguien malo!

—Porque ya habías dilatado —limpió su espada y alzó vuelo—. Y claro que era malo, algunos demonios te hacen creer que no lo son para engañarte y luego matarte. En fin, felicidades, culminó tu entrenamiento.

Dante quedó perplejo ante la aparición sorpresa de Dorian. Algo andaba mal con él. Fue utilizado por Dorian para callar a ese ángel, por algo que sucedió hace mucho. Ese ser que no pudo saber su nombre, falleció antes de decir la razón por la que fue exiliado de Gilius.

—Al parecer, alguien guarda oscuros secretos —suspiró y caminó hacia el cadáver del nómada. Se acercó y pudo percibir la energía de su espíritu. Su espíritu era puro. Dante quedó demasiado asustado tras sentir aquella presencia espiritual. Retrocedió frenéticamente y vio como esta levitaba en frente suyo.

—Pero ¿qué ha hecho? —Se preguntó a sí mismo.

Sostuvo el espíritu en sus brazos y un recuerdo apareció en su mente.

Dorian... ¡no es correcto que lo hagas! ¡Es inestable!

Dante, sin poder entender lo que sucedía. Vio como aquel espíritu se quebrantaba poco a poco, hasta el punto de desaparecer. La espada de Dorian podía matar a cualquier ser vivo junto a su espíritu, logrando desaparecer cualquier rastro de aquél ser, lo que, en resumidas cuentas: borraba su existencia.

Con muchas preguntas sin respuestas, Dante regresó a Gilius.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo