Heradise Esperanza de Gilius
Heradise Esperanza de Gilius
Por: Antøn
Introducción

Ningún ser vivo conoce con exactitud el origen de la vida en el mundo. Unos creen que la vida fue creada a base de una enorme explosión en el espacio, otros creen que un ser divino creó todo lo que se conoce y se desconoce. Pero; nuestra historia es diferente. La historia de la creación.

Hace mucho tiempo. Ocurrió un fenómeno desconocido que dio lugar a la vida en un espacio que antes no existía, dándole vida a cinco seres con dones únicos. Seres que fueron capaces de crear un reino por cada uno, llamados "Creadores". El más sabio y humilde de estos, decidió crear una raza pura y justa que fuese capaz de luchar por la seguridad de todos los reinos por igual, una raza que siempre velara por el bien común. Pero llegó a ocurrir algo que ninguno de ellos pudo presentir, junto a ellos también aparecieron bastantes fenómenos que también le daban forma y estabilidad al universo y a la realidad. Entre estos: La Vida y la Muerte.

Este génesis dio lugar al inicio de un nuevo mundo, un nuevo universo que en manos de los creadores apreciaría el surgir de muchas especies y tierras. El maravilloso dominio de los creadores: Heradise. El primer creador de ellos creó la tierra en la que nacerían, vivirían y posteriormente morirían los ángeles: La tierra de Gilius. Se conoce que el cosmos se rige por la jerarquía heliocéntrica y cada cuerpo poseía un diseño irregularmente esférico, pero todos los creadores tenían algo diferente en mente. En ese dominio que les pertenecía por derecho, quería crear su propia jerarquía, la jerarquía que en la mitología nórdica se conoce como las raíces del Yggdrasil, el árbol del mundo. Entre ellos cuatro, erigieron un árbol celestial, el pilar de su mundo. Y unieron sus tierras mediante las raíces espirituales del árbol, creando una comunicación entre sus reinos, portales por los que se podría viajar entre reinos a pesar de la distancia espacial. Lo nombraron: Gemrost.

[...]

Nuestra historia inicia con la Creación de un Ángel. Por primera vez abría sus ojos, no tenía conocimiento sobre él mismo, pero sabía pensar con claridad y sensatez, sabía hablar. Y eso lo mantenía con mayores dudas. Despertó en el centro de una plataforma circular que flotaba sobre un piso de cerámica. Los colores blancos y azules cegaban un poco sus ojos vírgenes que intentaban acostumbrarse a la iluminación. El lugar le resultaba particularmente acogedor, como si ya supiera que estaba en su hogar.

«¿Quién soy yo?» Se preguntó a sí mismo. No tenía ninguna idea de lo que pasaba a su alrededor, lo único que se le ocurrió, fue admirar su cuerpo físico, maravillándose con cada característica suya que los reflejos del agua cristalina de las fuentes le permitían apreciar: Cabello café oscuro, piel blanca y unas prominentes alas oscuras. Un ser que, a pesar de las dudas existenciales, era feliz de existir.

Girando, miró sus manos y a lo lejos pudo distinguir una figura femenina parecida a él: tenía alas, cabello rubio, piel de porcelana y él podía jurar que sus ojos celestes brillaban.

—Al fin, despiertas —comentó ella, acercándose hasta quedar a un metro de él.

—¿Quién eres? —preguntó con curiosidad.

—Me llamo Pandora. Has sido creado para que seas mi compañero, de seguro sonará muy extraño para ti. Así me sentí cuando respiré por primera vez.

Pandora sonreía con amabilidad, conmoviendo el corazón de Dante. Haciendo uso de su razonamiento, pensó que debía forjar su identidad.

—Entonces, ¿Cuál será mi nombre?

—Llevo días pensando en ello —se mantuvo sonriente—, y pensé: Dante. ¿Te gusta?

El Ángel permaneció pensativo por unos segundos, y respondió con regocijo.

—Dante... me gusta.

Cortó más distancia con Pandora, compartiendo miradas. La primera persona que conocía. Al primer contacto notó su diferencia de estatura, ella llegaba hasta su nariz y sus alas eran blancas, a diferencias de las suyas que eran su claro contraste.

—Sígueme. Quiero enseñarte tu nuevo hogar.

—Hogar... —musitó cabizbajo y decidió darle a Pandora todas sus preguntas existenciales—. ¿Qué soy?

—Un ángel.

—¿Por qué fui creado?

—Porque te necesito. O, mejor dicho, te necesitamos.

—¿A qué te refieres? —preguntó confundido.

—Yo... soy la portadora del fenómeno de la vida, tú... el portador del fenómeno de la muerte. Al inicio detesté la idea de que alguien tuviera que poseer tal fenómeno, pero; al final es para un bien mayor. Han sucedido muchas cosas. Toda Heradise está siendo acechada por un enemigo, los Demonios. Antes solían ser Ángeles, pero desconozco la razón por las que se han renegado.

—¿Estamos en guerra? —dijo asustado. No se sentía bien al saber en sus primeros momentos de vida que su mundo estaba en guerra.

—Sí y no —respondió con delicadeza—. Aquel que lidera a los demonios no nos ha declarado la guerra en sí, pero sí ha dejado claro que tiene las intenciones de reclamar la tierra de Gilius como suya.

Eso relajó a Dante.

—Hablando del fenómeno Muerte… ¿Cómo se supone que lo haré? —miró sus manos con detenimiento, asombrado de su papel en el mundo—. No siento que, dentro de mí; fluya el poder que mencionas.

—Porque no sabes usarlo. Te enseñaré, nuestros dones no son muy distintos después de todo.

—Pandora, quiero conocer todo nuestro mundo y todos los seres que lo habitan. Hay más como nosotros, quiero conocer nuestro reino.

—Demasiados, Dante —sonriendo, agarró su mano y lo llevó afuera de aquella habitación silenciosa. Antes de salir, Dante percibió una tercera presencia en el salón. Con el rabillo del ojo, apenas pudo divisar que se trataba de una silueta femenina. «Con el tiempo nos veremos, Dante.»

¿Nos veremos?

—Dante, te presento tu hogar... Gilius —sonrió maravillada.

Salieron del enorme salón. Dante admiró todo su alrededor y sonrió asombrado de lo enorme que era su hogar. Estaba en la capital de Gilius, Ephany. Una hermosa ciudad repleta de edificaciones llamativas que sobresalían por ser de diseños distintos y poco minimalistas, edificaciones magníficas, inspiradas en el estilo arquitectónico Art Déco, además de tener colores cálidos y praderas cargadas de flora y fauna, la vista era increíble para él. No soportó la curiosidad y extendió sus alas para ver el lugar desde los aires. Intentó aletear varias veces, al inicio no pudo sincronizar bien sus movimientos, fue hasta después de varios intentos que saltó para volar torpemente. Pandora se sorprendió ante su repentina acción y siguió su camino.

—¿Todo este lugar, es Gilius?

—No, sólo es una parte de nuestro dominio, Heradise. Existen cinco reinos más, como este. Reinos que conocerás algún día.

Pasearon por toda Ephany hasta que el atardecer llegó a Gilius. Para Dante era algo majestuoso y hermoso. Al final del día, ambos llegaron al jardín central de la capital —considerado el jardín más majestuoso de toda Heradise—: El Paraíso. Un lugar con un ambiente fresco y natural, un lugar habitado por todos los animales y plantas de Heradise.

—Este es mi lugar favorito de todo Gilius. Aquí paso la mayoría del tiempo, en este lugar pacífico y solitario.

—¿Solitario?

—Sí... la mayoría del tiempo me mantengo ocupada con mi deber o descansando en este lugar...

—En ese caso, ya no estarás sola —comentó con una sonrisa. Pandora lo miró con sorpresa ante su comentario. No pudo controlar sus nervios y se ruborizó. Las palabras de Dante las había interpretado de una forma más íntima de lo que debía. Mientras él, tras notar la reacción de Pandora y comprender lo que pensaba, volteó a ver a otro lado; completamente nervioso por su reacción.

—Lo siento, si logré incomodarte. Si prefieres estar sola, lo respetaré. No quiero que pienses mal de mí.

Pandora negó levemente y colocó su mano encima de la mano de Dante. Él, volteó a verla sorprendido del tacto que ambos compartían y sintió algo extraño en todo su brazo, una corriente eléctrica que él no lograba descifrar.

—No pienses eso, disfruto tu compañía.

Pandora le sonrió con sinceridad y cariño, una mezcla de sentimientos que logró sonrojar a Dante. Una calidez que logró conmover su corazón una vez más.

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