La calma antes de la tormenta

Capítulo 2

La calma antes de la tormenta

Andrea condujo aferrada al volante, veía constantemente por el retrovisor y los espejos laterales, asegurándose que nadie la siguiera, estaba llena de pánico, conducía veloz; cobijada por la luz de la luna, algo que en otras circunstancias habría llegado a ser terapéutico, pero que en el contexto de su situación se había tornado en al otro extremo.  Después de un rato  llego a la casa de su mejor amiga, un lugar pequeño de una sola planta, con un pequeño jardín y un camino corto y empedrado a la puerta principal que le daba bastante personalidad al lugar.  

Descendió del carro, abrió la cajuela y saco su maleta.  Con el temor recorriendo su cuerpo corrió al zaguán de la casa y toco el timbre una, dos, tres veces seguidas, espero un instante y volvió a tocar mientras buscaba en el entorno algún signo de que no estuviera sola. Nadie salía ni se veía movimiento en el interior,  toco una vez más hasta que desesperada saco el celular y busco un número al que estaba dispuesta a llamar en el momento en que una luz se encendió en el interior del hogar.

-¿Quién es? –Grito una voz en el interior algo molesta.

-¡Sara! Soy yo, Andrea. Por favor ábreme- dijo casi al punto del llanto.

-¿Andrea? ¿Qué pasa? ¿Todo bien? –pregunto Sara a la vez que abría el cerrojo de la puerta y caminaba al zaguán.

La puerta metálica se abrió para dar paso a la estampa de una mujer bastante linda, que rondaba los treinta años y que era de complexión gruesa y aspecto bonachón, frotaba su cara con las manos para desperezarse. Andrea se abalanzo sobre ella para abrazarla y rompió en lágrimas.

-¡Ey! Tranquila mujer, todo está bien- dijo Sara correspondiendo al abrazo y dándole palmaditas en la espalda.

-¡Nada esta…! –quiso replicar Andrea pero fue súbitamente interrumpida.

-Shhh no digas nada- Empero Sara colocando un dedo sobre la boca de Andrea. –Pasa te preparare un café.

Entraron juntas, Sara hizo un ademan en dirección al sofá para indicarle a su mejor amiga que ahí debía esperar. Ella fue a la cocina y prendió la cafetera, mientras tanto saco algunas rebanadas de pan blanco para untarles mermelada; algunos minutos después ya tenía todo listo y dispuso las cosas en la mesita de centro mientras tomaba asiento a lado de Andrea.

-Discúlpame Sara, no quería molestarte a media madrugada, pero estaba desesperada y no quería… no quiero ser una molestia –dijo, mientras acercaba la taza para soplarle antes de sorber.

-No te preocupes nena, sabes que siempre serás bienvenida aquí, aunque debo admitir que me preocupas; en los diez años que llevamos de conocernos jamás habías hecho algo similar. Así que cuéntame ¿Qué paso?

-Ismael… estaba en problemas… y luego… luego… ¡su cabeza! –grito Andrea mientras las lágrimas le brotaban sin cesar.

-No estoy entendiendo nada nena.

-¡Su cabeza! –volvió a gritar Andrea.

-Necesitas tranquilizarte Andrea o no voy a entender lo que me quieres decir.

Sara volvió a abrazar a su amiga y le susurraba al oído que todo estaba bien ahora.

-Yo te voy a ayudar nena, pero no puedo hacerlo si no me cuentas que es lo que paso –le decía Sara con voz calmada.

-Ismael me llamo ayer en la mañana –comenzó a relatar Andrea con la voz entrecortada –pensé que era para ponernos de acuerdo respecto a mi cumpleaños, pero no. Me dijo que no iba a poder verme porque tenía que ayudar a un amigo.

-Ese cabron siempre con sus chingaderas –comento Sara molesta  -¿Y luego?

-Me dijo que tenía que irse y colgó. Me preocupe porque sonaba raro y llame a sus papás pero no sabían nada de él, entonces decidí ir a comprar unas cosas y esperar que me devolviera la llamada.

-Pero no llamo otra vez –agrego Sara como si ya conociera la historia.

-¡No! –lloró Andrea de nuevo –y en la noche… tocaron a mi puerta… pensé que era Ismael y cuando abrí me encontré con una caja de regalo en mi puerta.

-Aha

-Pero adentro de la caja estaba… -Andrea rompió a llorar de nuevo – ¡Su cabeza! –entrelazaba sus manos rígidamente en su pecho y sus cara ya se notaba hinchada de tanto llorar.

Sara se quedó como piedra cuando escucho lo que su amiga acababa de decirle, pasó rápidamente de la molestia a la incredulidad y poco a poco termino por convertirse en preocupación, acababa de darse cuenta que lo que acababa de escuchar era algo sumamente malo.

Se levantó entonces del sofá, se acercó cautelosamente a la ventana y movió ligeramente la cortina para ver la calle; se quedó ahí un rato hasta asegurarse de que no había nada fuera de lo común, retorno a su lugar y miro fijamente a su amiga.

-¿Ya avisaste a la policía?- pregunto Sara.

-Pff… ¿Para qué? La última vez que les llame me ignoraron, no van a hacer nada.

-Esto es distinto, la cabeza de tu novio está en la mesa de tu casa dentro de una caja, ¿te das cuenta de la gravedad de la situación?

-¡Lo sé! Pero esos hijos de puta pudieron hacer algo cuando les avisé y prefirieron tomarme por loca.

-No te lo estoy pidiendo, tienes que llamar a la policía y contarles lo sucedido en este momento –ordeno  Sara con voz seria e imponente.

Andrea tomo el celular y marco, unos segundos después alguien había contestado.

-Está hablando a la línea de emergencia, ¿Cuál es su emergencia?- interrogo una voz masculina al otro extremo de la línea.

Andrea nuevamente tuvo que contar la pesadilla que estaba viviendo, mientras el oficial a cargo de atender su llamada escuchaba con atención, cuando ella termino de hablar, él pregunto algunas cosas respecto a lo acontecido, tomo sus datos y se despidió.

-Manténgase tranquila Sra. Vidal, en este momento saldrá una patrulla en dirección a su casa para corroborar los hechos. Haremos lo que esté en nuestras manos para ayudarla.

-¿Tus padres saben de esto? –pregunto Sara.

-No, no quiero preocuparlos sabes como son, por favor que esto quede entre nosotras ¿sí?

-Está bien –afirmo Sara poco convencida – y tu trabajo ¿Qué harás con él?

-En este momento es lo que menos me preocupa, tengo dinero ahorrado en mis tarjetas; tal vez les llame más tarde. Pero en este momento lo que más me gustaría es descansar un poco, además ya son las tres de la mañana y no pensé en que tú también tienes que trabajar.

-No te preocupes por eso, ven, vamos a dormir- dijo Sara mientras le tendía la mano.

Se dirigieron al cuarto, donde Sara saco una pijama del closet y se la entregó a su amiga, quien sentía que nadaba en ella. Se acostaron y casi de inmediato quedaron profundamente dormidas.

El sol ya había salido, Andrea abrió los ojos y se sobresaltó por un instante, para tranquilizarse casi de inmediato recordando que no estaba en su casa. Volteo para buscar a Sara pero la cama se encontraba vacía. Así que se levantó y fue al baño y giro la llave del lavabo, ahueco las manos y se mojó el rostro, alzo la vista y se vio en el espejo que se encontraba ahí, unas ojeras que apenas se notaban delineaban sus parpados, se quedó allí parada frente a su reflejo con la mente en blanco, al percatarse de ello tomo una toalla que había en un mueble a lado del lavabo y se secó la cara, fue entonces que escuchó el tono de llamada en su celular. Se acercó a él y contesto.

-Bueno.

-Buenos días, ¿Se encuentra la Sra. Andrea Vidal?

 -¿Quien la busca?

-Habla el oficial Alberto Ramírez, me comunico debido a una denuncia que se levantó a ese nombre.

-Ella habla, dígame ¿En qué le puedo ayudar?

-La madrugada de hoy una unidad con dos elementos fue a su casa para atender su denuncia, pero no encontró rastro alguno referente al reporte que hizo. No había ninguna caja y mucho menos una cabeza, tampoco se encontró rastro alguno que indicara que allí se había cometido un crimen.

-Eso no puede ser, yo lo vi con mis propios ojos.

-Era su deber informar a la policía en el momento de lo sucedido y esperar a que llegáramos.

-Son idiotas, algo me podía haber pasado. No sabía que me podía hacer ese loco.

-Pues como le dije no hay pruebas de que lo que nos dijo sea verdad, así que le podemos recomendar dos cosas, si esto es una broma, por favor evite hacernos perder el tiempo o la próxima vez se meterá en problemas, ahora bien si usted cree que lo que nos dijo es cierto, debería acudir con un profesional para que la ayude –sentencio en policía.

-¿Cómo se atreve? –dijo Andrea indignada.

-Hasta luego señora que pase buen día –se despidió el oficial y colgó abruptamente.

Una vez más se sentía furiosa y desconsolada, tenía unas ganas irreprimibles de aventar el teléfono, de romper cualquier cosa para desahogar la ira que sentía, entonces el teléfono vibro en su mano, un mensaje había llegado.

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