Cautiverio
Cautiverio
Por: M. Fregoso
Regalo

Esta obra está dedicada a las personas que brindaron su apoyo leyendo mis textos para mejorar cada día, pero particularmente a mis amigos Yoatzin Popoca quien se preocupa por causas como la relatada aquí y Mario Granillo, a quien nunca me alcanzaran las palabras para agradecerle por hacerme recuperar la pasión por escribir. 

Capítulo 1

Regalo

Un nuevo día iniciaba, el sol se elevaba con destellos rojizos en el cielo, algún que otro pájaro cantaba en los escasos arboles de la ciudad, la gente se desplazaba por doquier, algunos habían comenzado su día laboral desde antes que la luna cediera su lugar.

Andrea se despertó abruptamente con el tono de llamada del celular, se levantó a prisa y corrió al buro donde lo tenía conectado. Estaba feliz pues era su cumpleaños número veintisiete y deseaba fervientemente que la llamada fuera de su novio, “que forma más maravillosa de despertar” dijo para sus adentros. Era una mujer delgada y de facciones delicadas, cabello largo y unos ojos verdes y hermosos como el jade. El día anterior había celebrado con su familia, pero hoy solo serían ella e Ismael.

Agarro el teléfono con presteza y al revisar la pantalla exclamo con gozo “¡Eureka!”. Deslizo el botón para contestar y mientras dirigía el auricular a su oído pensaba en lo feliz que sería si Ismael, después de tres años de relación eligiera este día para llevarla a algún lugar especial y proponerle matrimonio. Se deleitaba con este pensamiento mientras atendía la llamada con un:

-Buenos días mi vida –dijo Andrea con tono de alegría incontenible.

-Buenos días corazón, espero no haberte despertado pero… deseaba ser el primero en felicitarte por tu cumpleaños- dijo una voz nerviosa al otro lado de la línea.

-Te escucho raro Isma ¿Te pasa algo?

-Nada importante amor –contesto Ismael, pero su voz trémula delataba lo contrario.

-Bueno… y ¿Qué haremos hoy? –pregunto Andrea, más para continuar la plática y no incomodarlo que por creer la contestación de su novio.

-Justo de eso quería hablarte, hoy no podre verte, ayer llego un amigo mío a la ciudad y tiene graves problemas así que iré a verlo para saber si hay algo en que pueda ayudarle. 

-¿Un amigo? ¿Acaso Manuel ya regreso de su viaje? –interrogo Andrea algo incrédula.

-No, es un amigo que no conoces. Pero mañana iremos a donde quieras para compensártelo ¿te parece bien panquesita? –contesto Ismael.

-Amor ¿Qué te pasa? Estas muy raro, tú no eres así, si tienes algún problema cuéntamelo y veremos cómo resolverlo.

-Lo siento pero tengo que colgar, nunca olvides que te amo.

-¡No! ¡Ismael no cuelgues!- grito Andrea con desesperación, para encontrarse con un silencio sepulcral al extremo opuesto de la línea.

Intento llamar varias veces, pero la única contestación que encontró era la monótona voz de la contestadora diciendo; “el teléfono que trata de contactar no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio, favor de intentar más tarde”.

Ante esta situación, respiro un momento, tal vez estoy exagerando pensó. Lo medito unos minutos, entonces se le ocurrió que podía llamar a sus padres, tal vez ellos sabían algo de Ismael o del amigo al que vería.

Aun con el celular en la mano, dibujo el patrón de desbloqueo, entro a su agenda y escribió en el buscador “Rebeca”, el nombre de la madre de Ismael. Entonces presiono el icono para iniciar la llamada, espero con los tonos característicos antes de que una voz femenina contestara.

-Bueno.

-Hola Rebe ¿Cómo estás? –pregunto Andrea.

-¿Andy? Que pasa hija ¿todo bien? ya sabes lo mismo de siempre.

-Si todo bien, solo que su hijo me llamo hace poco y me dijo que uno de sus amigos tenía un problema y no podríamos vernos, pero sonaba raro, como asustado. Aun así no quiso decirme nada más y pensé que tal vez usted sabría algo.

-Lo siento mi niña, sabes que él es así, desde que se fue de la casa las llamadas y las visitas para su papa y para mí son muy pocas. Pero es lo normal conforme crecen. Lamento no poder ayudarte, pero no creo que sea nada grave, te estas preocupando de más. Solo espera y seguro que te vuelve a llamar.

-Si verdad, a lo mejor estoy exagerando y solo fue mi imaginación. Disculpe que la haya molestado.

-No te preocupes, de todos modos me avisas que paso para no quedarme con el pendiente por favor.

-Si Rebe en cuanto sepa algo te aviso.

Así termino la llamada, miro el reloj en la pantalla del celular, las ocho de la mañana, era sábado y hoy no había que ir al trabajo. Pero sus planes se esfumaron de un momento a otro, se sentó a la orilla de su cama hasta que se decidió a salir. Después de todo había pensado en irse a comprar una muda de ropa por su cumpleaños y eso a Ismael no le agradaba tanto, entonces mataría dos pájaros de un tiro, iría a comprar lo que necesitaba mientras esperaba que su novio le volviera a llamar.

Mientras Andrea hacia sus compras, en otro lado, en un lugar oscuro y lúgubre, alumbrado de manera escasa por un bombillo en alguna esquina del lugar, había atado a una silla un hombre de pelo castaño y corto, nariz afilada y de complexión delgada, su boca sangraba y uno de sus ojos estaba parcialmente cerrado por la hinchazón.

-¿Por qué me haces esto? –pregunto el hombre de la silla a duras penas.

-Tú deberías de saberlo, pero sino, no importa; porqué yo lo sé–le respondió una voz grave y sumamente seria.

La voz pertenecía a un tipo corpulento de brazos anchos, llevaba puesto un pasamontañas y lo miraba fijamente, a través del hoyo enorme que había en la tela para sus ojos, se notaba que tenía el ceño fruncido.

-No lo sé… en serio, por favor déjame ir –suplicaba el hombre de la silla.

Su captor lo miro unos segundos, se acercó a él, colocándose en su lado derecho se inclinó ligeramente para hablarle al oído.

-¿Irte? Pero si apenas comenzamos –le dijo en un susurro.

-¡Ni si quiera te he visto la cara! si me sueltas… juro… juro que no le diré nada a nadie ¡te lo ruego! –gritaba casi al punto de las lágrimas  el prisionero.

Su captor ante aquel acto, sintió asco de la cobardía con la que aquel hombre patético pedía ser liberado. Cerro su puño derecho con fuerza y le dio un fuerte golpe de frente en el rostro, de la nariz del agredido comenzó a manar sangre y el hombre del pasamontañas se dio por satisfecho con eso.

-Tú y yo tenemos mucho que hacer aún, volveré pronto para que la diversión continúe –y de esta manera se despidió antes de salir.

La noche estaba a punto de llegar y Andrea que no había tardado tanto en regresar a casa aun no sabía nada de su novio, había estado pensando en ello todo el día y mientras más tiempo pasaba su preocupación crecía. Por su puesto había intentado llamarlo varias veces pero el resultado seguía siendo el mismo que en la mañana.

Harta de la espera decidió por fin llamar a la policía para informar la desaparición de su novio. Tomo su celular y marco el numero, pero la contestación que obtuvo después de explicar lo ocurrido en la llamada matutina fue como mínimo miserable.

-Mire señora, nosotros no podemos hacer nada hasta que pasen treinta y seis horas, después de eso ya podemos levantar un reporte por desaparición. Además es probable que su esposo solo haya decidido irse de fiesta así que tranquilícese. ¡Ah! Y por favor no vuelva a llamar a menos que sea una E-MER-GEN-CIA.

Y antes de que ella pudiera replicar que ni si quiera creía que le pusiera atención, el oficial colgó, dejándola impotente ante una línea muerta. Desesperada y sin saber que hacer comenzó a llorar amargamente hasta que exhausta, cayo rendida en el sillón donde estaba.

Bien entrada la noche un auto negro  se detuvo un par de cuadras cerca de la casa de Andrea, desde ahí se podían notar si alguien entraba o salía, era una casa de dos pisos, el acabado por fuera era rustico, se notaba acogedora a simple vista. El conductor descendió del carro y camino hacia la puerta con bastante calma y seguridad.

Se escucharon tres golpes secos y pausados sobre la puerta de madera. Andrea abrió los ojos, se incorporó y miro el reloj de la pared que marcaba las 11:40 pm y como quien recuerda haber dejado los frijoles en la lumbre corrió enérgicamente a la puerta, rogando que Ismael estuviese allí y que la tomara en sus brazos para besarla, acabando por fin con esta pesadilla. Con un único movimiento que hubiese parecido calculado encendió la luz exterior y  abrió la puerta, ahí estaba… estaba la oscuridad y el fresco de la noche, no había ni un alma en los alrededores. Miro hacia todos lados pero solo encontró obscuridad, agacho la cabeza y fue entonces que noto una caja mediana, con envoltura de regalo y un moño amarillo (su color favorito), lo introdujo a la casa algo desconcertada y lo llevo a la mesa para abrirlo.

Estando ahí miro el paquete con desconfianza, fue entonces cuando noto una hoja de papel atorada entre los pliegues del moño, la retiro y desdoblo con cuidado.

“Querida Andrea.

Antes que nada me gustaría desearte un feliz cumpleaños, tuve que planear esto durante varios meses pues quería hacer de esta fecha algo inolvidable. Lo primero que quiero que sepas es que desde que te conocí te has convertido en mi todo, este presente demuestra  hasta donde llega mi amor por ti, pero antes de que lo abras quiero pedirte que seas fuerte.”

-¿A qué demonios se refería con ser fuerte?- eso la desconcertó.

Deshizo el listón y abrió la caja, el silencio fue brevemente interrumpido por un grito ahogado, quedo en shock ante la imagen que marcaría un antes y un después en su vida, la cabeza cercenada de Ismael se encontraba dentro recostada sobre una cama de orquídeas, pálida como cirio y entre sus dientes apretados en una mueca de agonizante dolor había una segunda tarjeta. Andrea quedó estupefacta unos segundos, después su mano temblorosa se acercó al regalo horrido para tomar la hoja.

“No te sientas mal por él, la realidad es que no te merecía. Yo en cambio tuve que encargarme de la situación para protegerte, porque necesitas a alguien que cuide de ti,  no que te lastime, nunca me atreví a acercarme por temor a tu rechazo, pero ahora sé que soy más necesario para ti que nunca, por ello estaré cuidándote, a todos lados a donde vayas, no importa, yo vigilare tu seguridad.

Con amor, tu admirador secreto”.

Cuando termino de leer, se sentía observada, sus pupilas se movían a gran velocidad de un lugar a otro tratando de encontrar al culpable de la sensación que la inquietaba. Su casa que siempre había sido un santuario de paz fue violado de un segundo a otro, para transformarlo en el lugar más inseguro del mundo, no quería estar ahí un segundo más, corrió a su cuarto y saco una maleta del closet, empaco ropa, dinero y algunas otras cosas, cuando la maleta estuvo lista fue a la puerta, se detuvo un instante para asegurarse que no había nadie esperándola.

Una vez que se convenció de esto corrió al otro lado de la acera donde estaba su beeatle amarillo, que abrió con la llave y al subió tan aprisa como sus piernas le permitieron, encendió el auto y piso el acelerador a fondo. El pequeño vehículo se avanzó como alma que lleva el diablo y se perdió en la noche.

Mientras tanto el hombre del presente veía aquella escena desde su auto, entonces encendió el motor y avanzo hasta posarse frente a la casa. Antes de bajar esperó, por si alguno de los vecinos hubiera interrumpido su sueño a causa del beeatle que se había ido de allí quemando llanta previamente. No vio que ninguna luz en las casas cercanas se encendiera de modo que bajo y camino a la casa. Cuando tomo el pomo de la puerta para girarla se dio cuenta que todo había salido a la perfección, pues la chica se había asustado lo suficiente como para olvidarse de echarle llave a su puerta. Entro y tomo el obsequio y las notas, con el paquete en sus manos abandono tranquilamente la casa, para posteriormente abandonar el lugar subido en su automóvil. Mientras manejaba por las calles vacías se sonreía a sí mismo y pensaba “ya estas a salvo”.

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