El número

¡Mierda! ― grito dando un puntapié a la puerta y descargando todo mi coraje, todo esto fue mi culpa, debí haber notado todas las señales cuando estaban presentes, pero no, me cegó el amor, perdí el sentido común ¡Cómo es que no lo vi venir! ¿empezó todo esto hace cuánto?

Bea comenzó a salir hace meses atrás con chicos que decían ser sus amigos, y juro que yo no ví más que amistad. Confiaba completamente en ella, porque de eso se trata el amor ¿no? De confiar, de saber que si te vas a viajar por el mundo regresarás y seguirá todo igual.

Regreso a la habitación, está hecha un caos, Bea se encargó de dejarme la carga de arreglar todo. Hay maquillaje tirado sobre el suelo, las sábanas blancas están completamente manchadas de Shampoo, acondicionador y polvo azul de una de sus sombras para ojos. Esas sábanas definitivamente tendrán que irse a la basura porque no podré arreglarlas ¡Estúpidas sábanas! digo para mi mismo, mientras comienzo la labor de quitarlas esperando que no haya traspasado el colchón, afortunadamente éste quedo sin marcas.

―¡Qué mas da! Compro una cama nueva, unas sábanas nuevas, una casa nueva si se me ¡Pega la gana!

Me tiro al colchón hundiendo mi cara entre los cojines ― ¡Ahhhhhhhhhh! grito ahogando todo, no quiero que los vecinos sigan enterándose de la situación ― ¡Por qué Bea! ― Grito de nuevo y ahora soy yo el que comienza a derramar las lágrimas sin poder evitarlo. Yo sólo quería una relación normal y pensé que lo había logrado y ahora formo parte de ese porcentaje de hombres que son completamente engañados ― ¡Y todavía trata de negármelo! ― grito y doy un golpe sobre la cama.

Quiero llorar como niño pequeño pero a la vez no. No se merece mis lágrimas, pero quiero llorar todas. Después de 7 años de relación esto se acaba de la peor manera. Bea, la chica bonita que me robó el corazón años atrás cuando regresé a la casa de campo de mis padres.  Las cosas se habían dado también, tan natural, que ahora veo eso como una señal de alarma ¿Me habrá seducido a propósito? Supo desde el principio en lo que me convertiría y me hizo morder el anzuelo más rápido que un tiburón atacando a su presa. Tal vez supo de mi herencia, de todo lo que valía mi vida ¡Qué idiota! ¡Cómo pudo engañarme así!

Estoy harto de lamentarme a mí mismo, pero también cansado de ver cómo la vida y sobre todo el amor me volvió a dar una mala jugada. No quiero hacer nada, sólo quiero dormir y pensar en lo que haré mañana ¿Saldré al mundo a dar la cara? o ¿Me hundiré en este piso?

Parece ser que la segunda opción es la escogida por el Millonario Javier  Montenegro, porque aquí estoy, una semana después caminando descalzo por todo mi piso y comiendo una que otra chuchería que es evidente está fuera de mi dieta. Ni siquiera me ha importado ir al gimnasio, ni hablar con mis amigos, hasta ahora hemos sido mi depresión y yo ¡patético!

Mi familia sabe que mi relación con Bea a terminado y aún así me han dado un espacio para que reflexione lo que esté está por venir. Ella me ha estado llamado al móvil, que ahora está apagado, para echarme en cara que tendrá que regresar los regalos de boda y pagar algunas multas por cancelación, quiero suponer que piensa que las pagaré yo ― ¡Qué las pague tu amiguito! ― le grité la última vez que contesté y desde ahí, no he vuelto a ver nada, ni saber nada.

Me siento solo, muy solo, tengo ansiedad, quiero correr pero a la vez no quiero salir, es una combinación entre estar y no, y nunca me había sentido así. Afortunadamente aún no he caído en el alcohol y sé que me he resistido a abrir las  botellas de vino que tengo en la cava de mi piso o las de whisky que hay en el bar, la he abierto una y otra vez pero este no soy yo, jamás he sido así a pesar de todo.

En verdad soy un desastre, barba sin arreglar, cabello de la misma forma. Mi ropa sólo tiene dos "conjuntos" puesta una vez y puesta dos veces, puedo asegurar que si salgo a la calle olería a rayos y ninguna mujer se acercaría a mí. Me he descuidado y no me importa, en este momento renuncio a lo que le mundo pueda ofrecerme y sólo me iré a dormir como termino haciéndolo después de comer.

Camino hacia la nevera y cojo el litro de helado de chocolate que religiosamente compro cada vez que me quedo en Madrid, lo abro y tomo una cuchara ― Vamos nene, serás mi única compañía en la cama hoy ― digo patéticamente. Tomo una que otra galleta y antes de poder irme a mi cuarto tocan la puerta del piso.

― ¡Genial! Visitas ― digo en voz alta y dejando todo sobre la isla, en medio de la cocina, camino a la puerta, me asomo por la mira para ver si no es ese ser desagradable al que llamo "Bea".

― ¡Oye abre! ― grita Manuel y me enseña una bolsa ― Traje víveres y cerveza.

Me quede un momento viéndolo y sé que no puedo fingir que no estoy en casa porque él me conoce a la perfección ― ¡Venga Montenegro! Abre la puerta, esto está pesado ― reclama.

Hago lo que dice y su cara es un poema al verme por primera vez ― En tu baño hay algo que se llama ducha ― dice bromeando ― y en el baño tienes algo llamado rastrillo, desodorante y peine, deberías de usarlos ―.

― Pasa o vete, decide ― le digo sin ganas y él entra sin responderme nada.

Manuel observa el piso y al ver algunos de los estantes vacíos, donde tenía varias figurillas que Bea rompió antes de irse, se ríe ― ¿re-decorando eh? ¿Minimalista?―.

― No estoy para bromas, dime a qué vienes o vete porque mi helado se derrite ― y me siento en la sala de mala gana mientras él busca desesperado unos vasos.

― La vajilla se fue, no tengo vasos y el único que hay esta sucio ― y el ruido cesa en la cocina. Después él se acerca con dos cervezas una en cada mano y me da una ― No tomo ― digo rechazando.

― Pero ha como comes, que es lo mismo. Venga, no vine desde lejos para que me rechaces todo Javier ―.

Tomo la cerveza y le doy un trago, debo admitir que la sensación del frío corriendo por mi garganta me aliviana en todos los sentidos. El calor empieza a formarse en en la ciudad y pronto necesitaré más de una cerveza fría para refrescarme.

― Te diría que no llores por una mujer, pero todos lo hemos hecho ― Me dice mientras se lleva una fritura a la boca ― Pero tú te haz pasado tío ― agrega.

― Me engañaron ¿sabes? ¿Cómo haces tú para que tu esposa no te engañe? ― le pregunto y él sube los hombros en señal de no saber.

― Supongo que no todos piensan igual que Bea. Mira, no quiero hablar mal de ella pero la frase "te lo dije" está muy de moda, últimamente.

― ¡Basta Manuel! No necesito que le eches limón a la herida―.

― Lo siento, pero lo tenía que decir, ahora mi alma está tranquila ― y se ríe.

Nos quedamos en silencio un momento y sólo puedo escuchar el ruido de la bolsa de frituras, doy otro sorbo a mi cerveza y vuelvo a sentir esa sensación de alivio ― La quiero de regreso ¿sabes? ― digo sin importarme qué tan patético suena.

― No, lo que necesitas es salir, despejarte, conocer gente, otra chica ― .

― ¿Qué no me ves? ¿De qué manera voy a conocer chicas si soy un caos? ― pregunto enojado ― Además, no quiero salir, quiero quedarme aquí, quiero estar cuando Bea regrese.

― Entonces va enserio eso de que regrese ― y me ve a los ojos.

― No, no va enserio, quiero que regrese, pero quiero que no vuelva, sé que me hace mal pero no sé como... lidiarlo.

Manuel se levanta de la silla y se sienta al lado de mi en el sofá, toma su cerveza y la choca ligeramente con la mía, el ruido que hace me provoca un poco de dolor de cabeza ― Lo que tú necesitas tío, es una mujer.

― Sí claro ― contesto sarcástico.

― Pero espera, espera, no cualquier mujer. Una que te ayude a sacar toda esa depresión y esas ansias que tienes sin ningún compromiso. Sin ataduras, sin ni siquiera tenerla que llevar a desayunar al siguiente día. Ella llega sola y se va de la misma manera.

Paso el sorbo de cerveza afortunadamente sin escupirlo, la propuesta de Manuel no es una que me esperaba ― ¿Quieres que contrate a una prostituta? ― pregunto incrédulo.

― No una prostituta, una Escort.

―¿Escort? ― sigo con mi cara de incredibilidad que se ha de ver estúpida.

― Sí, una Escort, para gente como tú, como yo, como un actor. Secreta, discreta, limpia, guapa, educada y sobre todo puede pasar por todo, novia, esposa, enfermera... ― y levanta la ceja de forma pícara.

― ¿Tú lo haz hecho? ―.

― En mi época de soltería sí, varias veces, paré cuando encontré a mi mujer, pero te juro que todo el mundo lo hace ―.

― No todo el mundo lo hace Manuel ―  respondo de inmediato.

― Pero no tiene nada de malo si lo haces. Confieso que son bastante guapas ¿eh? algunas hasta estudiadas, te hablan de temas que ni siquiera tu Bea sabe. Les pagas la cantidad que te piden, son tuyas por el tiempo que pagues y después se van, no las vuelves a ver y ellas no dicen nada está bajo su contrato que por cierto, ellas traen en su bolso y deben firmar antes de que todo empiece.

Me paro del sofá porque en verdad estoy harto de escuchar tonterías y él me ve extrañado ― ¿sabes qué pasará si la gente se entera que contraté una escort? ¿qué dirían mis fans? ¿mis padres?―.

― Es más normal de lo que parece ¿eh? Recuerdas a Juan, el chico que te presente y su novia voluptuosa ―.

― Sí ― respondo.

― Escort ― dice señalándome ―  La llevó a la fiesta de sus padres para tapar su homosexualidad, funciona como guante cada vez que va a reuniones familiares. Todos piensan que es un Don Juan.

― No me vas a convencer ― y voy hacia la cocina. Manuel me sigue y se siente en uno de los banquillos.

― Tal vez no te convenza yo, pero alguna de ellas si ― y saca un papel con y apunta un número. Lo observo desde lejos mientras tomo los últimos sorbos de cerveza ― Este es el número, marcas, no tienes que dar tu nombre, pides el número de chicas que desees, das la dirección donde quieres que vaya y llega, te diviertes un rato y después se va. Si tienes algún fetiche en especial lo dices antes de que lleguen y mira que ellas traen todo para complacerte.

― Suena genial, pero no gracias. Prefiero hundirme en mi miseria y encontrar mi propia manera de superarlo ― y tiro la botella a bote de basura ― ahora si me disculpas, tengo una cita con mi helado de chocolate.

Manuel se para y toma otra cerveza y una bolsa de frituras ― No tomes a saco roto lo que te digo, te juro que te vas a divertir, y luego me lo agradecerás. No vayas a perder el número porque si lo haces no se te volverá a dar y no todos lo tienen. Memorízalo y luego deshazte de él.

― ¡Uy! ― contesto bromeando ― Cuánto misterio ―.

― Más misterio de lo que crees, un secreto a voces pero sólo algunos afortunados merecen saberlo, y tú querido, haz sido elegido para el salón de los afortunados.

― Vale, vale, tío. Acaba de irte que el helado se me derrite ― y cierro la puerta inmediatamente.

Vuelvo a la cocina y tomo el helado, la cuchara y al ver el papel sobre la mesa me río ― ¡Qué tonto eres Manuel! ― digo entre pequeñas risas, lo tomo, lo arrojo al bote de basura y me meto a mi habitación.

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