Capítulo 5

Luego de un mes trabajando para Nelly, nuestra Gloria había logrado hacerse una posición relevante dentro de su departamento.

Gracias al software que propuso se habían clarificado muchas de las cifras que a la misma Nelly le había costado entender en ciertas oportunidades.

La “chiquilla” había demostrado que se merecía el puesto y la confianza de su jefa. Pero Javier no cedía ni un milímetro.

En ciertas ocasiones a Gloria le parecía que se había vuelto más desagradable, como si eso pudiera ser posible. De todas formas, ella seguía saludando y despidiéndose de su jefe cada día sin falta.

A veces, sentía que Javier iba a responder, con una pesadez por supuesto, pero era sólo una impresión. Su única respuesta, como siempre, era el silencio.

Hoy es viernes, ya casi es hora del almuerzo y Diego la ha invitado a almorzar, como cada día desde que se conocieron. Algunas veces Gloria ha pasado de la invitación, porque el trabajo acumulado por las asistentes anteriores de Nelly aún le pesan.

La misma Nelly se ha sorprendido de encontrar tareas sin terminar o simplemente que no se hicieron. Debido a eso, no hay día que no le diga la fortuna que tuvo de elegirla. Y con esas palabras, Gloria pasa por alto la actitud estúpida de su jefe.

Suena la alarma y se va al ascensor, donde cada día se encuentra con Diego. Esta vez ella ha salido antes que él, por lo que le toca esperar. En este lapso, Javier aparece.

Gloria mira hacia el pasillo donde debería aparecer Diego, maldición, por qué se demora tanto.

Su celular suena y responde sin ver quién es.

-Hola, Gloria. Soy Agustina, Diego me dio tu número. Quería preguntarte si me puedes ayudar con un regalo para Diego.

-Hola Agustina – pudo responder luego del bombardeo de palabras -. No creo conocer tanto a Diego para ayudarte con algo así.

-Es el ajuar de la noche de bodas, ¿me entiendes?

-Aahhh, eso… - de pone como tomate, porque tiene miedo de que Javier escuche, quien al parecer está entretenido con una llamada y no ha tomado el ascensor -. Bueno, creo que sí. Aunque no tengo ni idea de esas cosas.

-Con tu opinión de mujer me basta. Gracias. No le digas nada, por favor.

-Por supuesto que no, es secreto de estado.

Cuelga y ve que aparece Diego. Se abrazan y esperan el ascensor, sin prestar atención a Javier.

Desde que Gloria llegó a la empresa, como que contagió de valor a sus compañeros. Cuando les toca estar cerca de su jefe ya no agachan la mirada ni guardan silencio, simplemente siguen con sus tareas y sus conversaciones más relajados, como si él no existiera.

Aunque él no es el único jefe, si es el más difícil y desagradable.

Justo al abrirse las puertas, aparece una rubia despampanante, con un vestido pegado a un cuerpo voluptuoso. Sube casi arrollando a Gloria y Diego, quienes la miran con mala cara.

-Sabes, hoy se me antoja bajar por las escaleras – le dice Gloria a Diego, quien la sigue sin pensar -.

Pasan por el lado de Javier, quién al parecer también quiere evitar a la mujer.

Comienzan a bajar y a conversar, sin darse cuenta que Javier también tomó la misma decisión.

-No soporto a esa mujer. Tuve la peor forma de conocerla.

-No has querido contarme esa desagradable experiencia.

-Es que prefiero olvidarla.

-Vamos, no creo que sea tan terrible.

-Diego, tú la conoces más tiempo que yo – ante la cara de insistencia de su amigo… -. Cuando llevaba dos semanas aquí fui a la cocina por agua caliente.

-Para tus hierbas de abuelita, ja ja ja ja.

-Si quieres que te cuente, cállate – Diego hizo el gesto de cerrar la boca. Javier a una distancia prudente escuchaba atento -. Como no sabía quién era ella, no se me hizo extraño verla entrar. Tú ya me habías advertido de Marisel, la asistente de Marketing, pero nunca la describiste. En cuanto me vio me dijo que tenía que salir de allí.

“Yo no quise, porque se supone que es un espacio común para todos, incluso los altos cargos entran allí de vez en cuando. La muy odiosa me empujó al pasar por mi lado, lo que hizo que se me cayera mi taza favorita, ya sabes, de la que te hablé.”

- ¡No! ¿Por qué no me dijiste? Hubiera hablado con mi jefe y le habría puesto una amonestación.

-Eso no es todo. Cuando estaba limpiando el desastre, volvió a pasar por mi lado y me pisó con su tacón. Ni siquiera se disculpó.

-Ah no, yo mismo pediré las grabaciones de las cámaras. Hay dos en la cocina. Se lo informaré a mi jefe de inmediato, a penas tenga las pruebas.

-Ya no hagas nada. Sólo era una taza y la mano se me curó en unos días.

-Me mentiste.

-No quería problemas. Tenía recién dos semanas, lo último que quería era causar problemas. Además, según lo que me dijiste y lo que me han dicho otros, ella es intocable. Una simple chiquilla recién llegada no es nada contra ella.

-No te subestimes. La señora Nelly te adora.

-Sí, pero ella también es asistente. Y mi jefe no me quiere aquí. O qué creías, que iba a saltar a defender a la piedra en el zapato que llegó a su vida.

Al darse cuenta que ya estaban en el piso correcto, Diego se para y la abraza.

Javier ve toda la escena y siente una rabia inmensa. Cuando los chicos salen de allí, toma su teléfono y llama indignado a alguien.

Luego de volver a trabajar, Gloria sólo quería que la hora se fuera pronto. Sólo quería llegar a su casa para arreglar su maleta. Había encontrado un pequeño departamento unipersonal, muy cerca del trabajo. Bueno, no tanto. Pero podría caminar treinta minutos, en lugar de viajar dos horas entre el bus y el metro.

Agustina se había ofrecido a llevarla a su nuevo hogar. Sus padres no estaban muy felices, pero todo lo que ella ahorraría en traslado le serviría para pagar su carrera de administración. Al principio surgió como una idea difusa, pero luego de tener que pasar por las humillaciones de su jefe, se decidió.

Estando inmersa en sus pensamientos, escucha un alboroto fuera de su oficina. Una mujer gritando histérica, golpes de puerta y de pronto su puerta se abre como si fuera un torbellino lo que pasaba por afuera.

Marisel estaba descompuesta, furiosa, su elegancia barata estaba totalmente ida.

-Tú… maldita chismosa. Nunca me habían humillado con una amonestación. ¡Esto es tu culpa!

-Me encantaría ser el motivo de tu “humillación”, pero me temo que no tengo nada que ver. Ve a volverte histérica a otra parte.

-No tienes idea con quién te metiste.

-Claro que sí. Con la amante del jefe de Marketing – Gloria sacó la voz. Ella no era nada comparada con su jefe y si él no la intimidaba, ella tampoco -. Por eso te crees intocable y con derecho de humillar y agredir a los demás con tu prepotencia y tu forma de vestir barata.

- ¡Cómo te atreves! Tú dijiste que te agredí hace unas semanas, es por eso que me están molestando.

-Si hubiese hablado, te habrían dado esa carta hace algunas semanas, ¿no crees? - Gloria pensó en matar a Diego -. Ahora vete al baño a corregir ese maquillaje perfecto, porque se te acaba de borrar una ceja.

Gloria se giró para arreglar sus cosas, mientras que Marisel quiso abalanzarse sobre ella en el descuido. Pero no pudo porque Javier entró a la oficina.

-Señorita Jofré – denotando el sarcasmo en “señorita” -. Váyase ahora de la oficina de mi asistente o se ganará otra amonestación.

-Esto lo sabrá Augusto – apuntó con sus perfectas uñas a ambos y se fue en dirección al baño -.

-Gracias, señor Sepúlveda – dijo Gloria, dejándose caer en su silla. De pronto, sin querer hacerlo frente a su jefe, comenzó a llorar -.

-Vine porque la señora Nelly me llamó – cerró la puerta y se acercó a ofrecerle un pañuelo, evidentemente afectado -. Estaba preocupada por usted.

-Puedo defenderme, tomé clases de defensa personal.

-Lo tendré en cuenta – algo similar a una mala sonrisa se reflejó en su rostro -.

-Mataré a Diego en cuanto lo vea. No puedo creer que hablara.

-Me temo que el señor Hernández no fue – dice con un tono ¿avergonzado? Gloria lo mira con los ojos muy abiertos. ¿Qué quiso decir?  -.

-Gracias… en verdad gracias – se pone de pie y toma su bolso -. En cuanto lo lave, se lo devuelvo.

-Pierda cuidado, tengo muchos pañuelos más en casa – se dirige a la puerta y Gloria recuerda su mantra -.

-Hasta el lunes, que tenga un buen fin de semana – cierra sus palabras con una sonrisa y Javier sólo la mira, igual que siempre, pero con menos hostilidad. Al fin se va y deja a la “chiquilla” en su oficina.

Diego se dirige a toda prisa a la oficina de Gloria, muy asustado. Se cruza con Javier en el camino y sin imaginárselo, Javier le dice:

-Ella está bien. No la deje salir sola del edificio, esa mujer está loca.

Diego tarda unos segundos en darse cuenta que le habla a él y que se refiere a Gloria. Se la encuentra camino al ascensor.

-No me preguntes nada. Ni yo misma me lo creo todavía – Diego la abraza y ella baja un poco las defensas -.

-Lo supe por mi jefe. A mí no me dijeron nada, ni siquiera yo la escribí – responde Diego, sabiendo que se refiere a la amonestación de Marisel -. Yo no dije nada, si es lo que crees. Ni siquiera a Agustina.

-Creo saber por dónde va, pero no sé cómo se enteró – Exacto ¿Cómo fue que supo Javier?… las escaleras, nunca miró atrás -. Vámonos luego. No quiero encontrarme a esa mujer otra vez.

Se suben al ascensor y cierras las puertas de inmediato, para no tener más encuentros desagradables. Agustina se les une en el tercer piso, los encuentra abrazados y, en lugar de molestarse, se abalanza sobre Gloria y le pregunta qué le sucedió.

Luego de una breve explicación, Agustina cuenta su mala experiencia con la mujer y las ganas enormes que tiene de ponerle polvos laxantes a su ensalada cada día. Todos ríen, mientras van dejando el edificio atrás. Agustina se sube a su auto junto a Diego, mientras Gloria rechaza la oferta de acercarla a la estación de metro.

Y así empieza su fin de semana, el que estará lleno de grandes cambios. El inicio de la independencia y la verdadera adultez.

Mientras Javier sale del estacionamiento, la ve despedirse de sus amigos. Está triste, es obvio. Pero luego de ver a la muchacha ponerse sus audífonos la ve sonreír y cambiar su expresión de inmediato.

-Ojalá lo mío se solucionara con un par de audífonos y buena música, pero ya ni de eso tengo memoria.

La ver perderse en la esquina y, aunque ese no es el camino que debería tomar, se va por la misma dirección, sólo para asegurarse que la chica llegue bien hasta la estación. Nunca se sabe de qué pueda ser capaz Marisel.

Pero lo que Javier no sabe, es que es una excusa absurda…

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