Capítulo cuatro.

CAPÍTULO CUATRO.

"Kyle Pov's"

Lo juro. Juro que traté de ir con ella lo más lento y calmado posible, pero la gente no colabora.

¿Por qué se deja abrazar de ese idiota?

Llevémosla a casa — pide Kobu.

Eso haré — le respondo.

Todo lo que sucedió fue en cuestión de segundos.

Ella me gritaba que por qué hacía las cosas y yo le gritaba de vuelta que lo hacía porque solo yo tenía el derecho de abrazarla, mirarla, besarla y todo lo que conllevara a estar con ella.

También me gritó cosas como que yo no tenía por qué siendo que ella no me conocía, cosa que me dolió y pues le dije que me iba a conocer si se dejaba tocar por otro hombre que no fuese yo. El tal Dan, quien sé su nombre porque Rose lo gritó, intentó alejarla de mí, cosa que me enfureció más, haciendo que jale a mi Mate y la ponga detrás de mí a la vez que empujaba al otro ése. Ella, "asustada" intenta agacharse para ayudarlo, pero antes de que ella si quiera lo tocase, la levanté poniéndola en mí hombro izquierdo. Ella gritaba y pataleaba, me insultaba y hasta me amenazaba pero yo ni al caso, solo tenía en mente llevarla a la mansión de la manada y tenerla cautiva allí, solo para mí.

— ¿Vas a violarme y luego me dejaras aquí tirada en medio del bosque para que los lobos me coman?

Su pregunta me saca de balance, haciendo que parase en seco. No le respondo y sigo caminando.

¿Enserio me cree capaz? Jamás le haría daño a tan bello ser destinado a quererme.

Ella vuelve a preguntar y yo vuelvo a parar, pero aún sin bajarla. Gruño y le doy una fuerte palmada en su redondo trasero, para que respete.

Continúo mí caminata. Está anocheciendo lo que significa que el frío pronto aumentará y ella solo lleva puesta un camisón de mangas largas, un pantalón chandal y pantuflas.

Retomando lo anterior, ella se queja y me exige (nuevamente) que la baje y la deje en paz.

¡Jamás!

Cuando le doy la segunda palmada ella chilla pero lo que hace me deja tieso por unos segundos; me ha regresado la nalgada. Río y sigo caminando.

— Yo si no me voy a quejar, mi amor. Puedes tocar y mirar todo lo que quieras, pues todo mi ser te pertenece. — le digo riendo.

— No gracias, he visto y he tenido mejores. — ahora quien ríe es ella.

Gruño.

— Pues más te vale que hayas visto los suficientes, porque te juro que no volverás a ver a otro que no sea el mío. — digo ahora molesto.

Ella ríe pero no dice más. No le encuentro la maldita gracia.

Con el pasar de los minutos su respiración se va haciendo más lenta, más tranquila y ahí es donde me doy cuenta de que se ha quedado dormida. O probablemente se ha desmayado debido a que estaba boca abajo y la sangre ha llegado de lleno a su cerebro.

Con cuidado, la bajo de forma que ahora la llevo al estilo nupcial, para darle más comodidad a ella y para yo también poder apreciar su bello rostro.

Cabello que parece cobrar vida propia cuando es expuesto al la luz del sol, nariz pequeña, ojos claros, labios perfectos y solo míos, ¿Qué más quiero?

Cuando llego al portón, mis guardias me abren dejándome pasar con mi valiosa carga. Ellos se quedan embobados viendo a la persona que llevo en brazos, pero no gruño ni nada porque sé que es porque yo jamás habría llevado a nadie de esa forma, y a juzgar por sus expresiones, sé que ya saben que a quién llevo en brazos, es nada más y nada menos a su Luna. Ellos hacen una reverencia en símbolo de respeto y aceptación hacia mi mate, y no puedo estar más satisfecho.

Tengo que pasar por prácticamente en medio de toda la manada, lo que me incomoda un poco pues porque todas las miradas están en nosotros, o más bien en mi Luna, viéndola con asombro e ilusión.

Llego a casa y quien me recibe es Rita, mi nana.

— Oh por la diosa, mi niño, ¿acaso ella es...? — se queda callada poniendo sus manos en su boca.

Está emocionada.

— Sí nana, ella es. — digo feliz admirando a mi mate.

— ¿Ves qué sí, mi niño? Yo sabía que la diosa te la iba a otorgar, solo era cuestión de tiempo.

— Ya me di de cuenta nana, y estoy agradecido. Mujer más perfecta no pudo haberme otorgado. — digo sincero.

Con mí nana es con la única que hasta ahora he hablado de ésta manera, tan libre y contento.

Cruzamos un par de palabras más y luego me dirijo a mi habitación para recostar a Rose. Una vez lo hago, le dejo un beso en la frente, la cubro con la sábana y me marcho de allí hacia mi despacho. Debo hablar con mi Beta.

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"Rose Pov's"

Me siento cómoda, muy cómoda.

Es como si nada de lo que soñé hubiera pasado, ¿O sí?

¿Fue un sueño? No, no lo fue.

Me levando de golpe observando todo a mí al rededor.

Seré idiota, solo a mí se me ocurre dormirme en una posición tan incómoda y para la ñapa, con un sujeto que ni conozco.

Todo el lugar está decorado con tan solo dos puertas grandes, una cama también grande, una mesa de casa lado con lámparas y todo, también hay una alfombra que se encuentra abajo de la cama y sobresale de ésta, y los colores son entre gris, negro y blanco, no hay cuadros, ni espejos, ni nada.

Me paro de la comodidad de la cama tamaño king, me pongo mis pantuflas y me dirijo a la que supongo yo, es la puerta de salida, abro y me encuentro con un pasillo largo en donde hay más puertas, supongo yo que son más habitaciones.

Bajo unas escaleras que están a un lado y doy con una espaciosa sala más decorada al estilo rústico, sofás grandes y un televisor también grande.

Pero no vine a admirar la decoración, aunque esté muy bonita.

Cuando voy a la que supongo es la puerta que da a la calle alguien detrás de mí me interrumpe carraspeando.

— ¿Quién eres y qué haces en la mansión del Alpha? — es la voz gruesa de un hombre.

¿Alpha? ¿Qué mierdas dijo?

Volteo y lo veo, es guapo, alto y tiene una mirada de amabilidad aunque ahora me esté hablando secamente. Pero como dije; no vine a admirar vistas.

— Ehm... Soy Rose y la verdad tampoco sé que hago aquí. — respondo.

— Veo que ya despertaste, mi luna. — otra voz se suma a la conversa.

Es el tipo que me trajo aquí, y ahora que lo veo detenidamente me doy cuenta de que es sumamente alto y atractivo.

Recuerda que no estás aquí de turista apreciando vistas, por más buenas que estén. Me regaño mentalmente.

Como acto de reflejo, me oculto detrás del otro tipo.

— Eres tú. Tú fuiste quien me trajo aquí en contra de mi voluntad.

— Espera... ¿Acaso tú... Eres... Luna? — tartamudea el otro.

— Escuchen, creo que se han equivocado de chica, mi nombre es Rose, no Luna. Así que por favor, si no es molestia, me iré de aquí.

— ¡Tú no vas a ningún lado! — grita mi secuestrador.

— ¡Sí voy porque aquí no vivo y porque me da la gana! — yo también puedo gritar.

Por el rabillo, veo que el otro sale de la habitación dejándonos solos a mi y al secuestrador.

— ¡He dicho que no, y mi palabra es ley así que obedeces!

— Tú para mi no eres nada ni nadie, para venir a darme órdenes. — creo ver en su mirada dolor. — Mira, si me dejas ir ahora no presentaré cargos, jamás nos vimos. Pero por favor, tengo que irme. — casi que ruego.

— ¡Luna insolente, he dicho que no y... joder! — grita y me alza en sus brazos.

Grito y pataleo para que me baje pero es en vano, hasta podría jurar que no le duelen mis golpes.

Volvemos a la habitación en la que desperté y me deja allí.

— ¡Te quedarás aquí, hasta que aprendas y aceptes de que de aquí no saldrás! — grita y cierra la puerta de un tirón poniendo seguro.

— ¡Ábreme maldito!, ¡He dicho que me dejes ir!

— ¡Que no! — grita y oigo sus pasos alejarse.

Me deslizo por la puerta hasta quedar al suelo y tomar mis rodillas con mis brazos. Como la patética que soy, me hecho a llorar.

Es que toda esta situación me sobrepasa, siempre leyendo historias en donde secuestran a la chica, dónde la golpean y abusan cruelmente de ella, jamás pensé que algún día me pasaría a mí. Si bien es cierto que él aún no me ha hecho nada, pues solo se dedica a decirme o más bien a gritarme de que yo soy suya, de que tengo que amarlo y muchas cosas más. Estoy demasiado cansada como para lidiar con todo esto. Repito; jamás me había pasado y la verdad es que no sé cómo debería de actuar.

Tanto y tanto pensar, me lleva a mis más profundas cavilaciones y no se cuándo ni como, pero me vuelvo a quedar dormida.

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