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"El esfuerzo la mayoría de las veces tiene una recompensa. Nosotros mismos decidimos si vale la pena luchar por ello o no." Alice tenía esa frase grabada en su cabeza desde hacía muchos años.

Cada vez que sentía que no podía más o que estaba muy cansada para seguir intentándolo, repetía esas palabras una y otra vez hasta que recobraba el sentimiento de querer seguir hacia adelante.

Ese mismo día se encontraba en una situación parecida, por eso mantenía en bucle esa frase en su mente. Realmente nada tenía sentido, o al menos esa era la sensación que podía percibir. ¿Luchar para que? ¿Sobrevivir? En los libros de clase no te explicaban que pasos eran los correctos para seguir en una situación como esa.

Como el deporte, hasta que no lo practicas, no sabes si realmente eres capaz de dominarlo y hacerlo bien. ¿Pasa lo mismo con la capacidad de sobrevivir? Pero, ¿cómo la prácticas? Se supone que uno intenta vivir con la mayor facilidad posible, evitando en todo momento situaciones que pueden ser las últimas que uno viva.

El grupo de cuatro personas llevaba caminando aproximadamente más de una hora. Los rayos del sol penetraban en sus ojos, dificultando elevar la vista más allá del suelo. No habían hecho un largo recorrido aún, por lo tanto no se sentían muy cansados. Su destino no era totalmente claro, pero lo que sí tenían seguro era que debían de encontrar un lugar lo más seguro posible.

Las calles no se encontraban vacías del todo, de vez en cuando podían divisar alguna que otra persona cogiendo el coche, seguramente para salir fuera de la ciudad con la esperanza de que todo fuese a mejor.

—Mirad como huyen todos. Pero estoy seguro que muchos están escondidos dentro de las casas por las que hemos pasado. — afirmó Alan.

—Está claro que muchos quieren quedarse. Irse fuera significa dejar toda tu vida atrás, y no todos están preparados para eso. — expresó Colin.

Los demás asintieron con la cabeza. Las palabras que formuló Colin en cierta manera eran ciertas. No todos son capaces de dar un paso así, porque a veces aunque sepamos que las cosas pueden ir a peor, nos da más miedo el tener que abandonar que el tener que enfrentarse a lo que venga.

—Yo lo que hecho de menos es nuestro piso. — añadió Dana con media sonrisa en la cara.

—No podemos quedarnos anclados en el pasado, si no no llegaremos a ningún lado... pero admito que yo también hecho de menos la vida de antes...

—En realidad tienes un corazón sensible. — comentó Dana entre risas dándole un pequeño codazo. — Aunque intentes ocultarlo la mayoría de veces.

—Yo no oculto nad... ¡Mierda!

El suelo que se encontraba bajo sus pies comenzó a moverse y agitarse levemente, dejando un pequeño rastro de grietas.

—¿Hace cuanto que no ocurre? — preguntó apresuradamente Alice.

—¡Un día! ¡Vamos, hay que encontrar un lugar con techo! — respondió enseguida Alan, mientras señalaba con la mano una tienda que se encontraba a unos treinta metros de ellos.

Velozmente todos comenzaron a correr. A medida que avanzaban sentían que el suelo se movía más y más fuerte. ¿Desde cuando la vida se había convertido en una película de ciencia ficción? Ver como se movían las ramas de los árboles con tanta de fuerza imponía un poco.

Cuando lograron llegar a la tienda cerraron la puertas detrás de si. Todo estaba hecho un desastre, y había pistas de que hace unos pocos días la tienda era una gasolinera. Se pusieron los cuatro agachados en fila detrás de un mostrador con la esperanza de que el temblor cesara. Como eso no ocurría Colin decidió echar un vistazo por la tienda con mucho cuidado para encontrar un lugar de refugio mejor.

—¡Ey! Aquí hay una trampilla con escalera que parece que da lugar a un sótano. — gritó desde la lejanía Colin.

—¿Está abierta? — le preguntó Alice.

—Sí. Voy a bajar para ver si encuentro algo de utilidad. — contestó Colin.

—¡Oye! ¡Eso hay que hablarlo, puede ser peligroso! — dijo a gritos Alan.

Pero justo al terminar la frase Colin ya había bajado la mitad de la escalera y no le escuchó. Mientras tanto los demás decidieron aprovechar que el temblor había parado para dar una vuelta dentro de la gasolinera por si encontraban algo de agua y comida. Deseaban comer algo distinto a una sopa.

No pasaron más de cinco minutos cuando Colin apareció por la puerta de la habitación en la que se encontraba la trampilla.

—Creo que he encontrado algo de utilidad. Venid. — insistió Colin.

El resto del grupo se dispuso a seguirlo y con un orden empezaron a bajar por la escalera que daba lugar al sótano de la gasolinera. El lugar no es que fuera muy espacioso pero tampoco era pequeño. Había bastantes cajas, llenas seguramente de provisiones de comida para reponer en las estanterías de arriba. También pudieron ver dos cajas de herramientas y un objeto que fue el culpable de que Colin les dijese que vinieran a ese lugar.

Sin lugar a dudas era una radio. Pero no una radio cualquiera, porque ésta estaba llena de cables que la conectaban, ¿a la pared? No tenía sentido alguno. También había un micrófono que seguramente serviría para comunicarse con otras personas a través de los canales a los que se podía conectar la radio.

—Se parece a las radios que hay en los barcos para comunicarse con otras embarcaciones, pero... nosotros estamos en tierra, ¿con quien querríamos comunicarnos? — preguntó Dana dejando una gran duda al resto del grupo.

—No lo sé. Además, ¿porque habría algún aparato de este estilo debajo de una gasolinera? — hizo otra pregunta Alice.

En ese mismo instante todos se encontraban con muchas cuestiones a las que no tenían respuesta, y parecía que no las iban a tener nunca. Se quedaron pensando durante unos segundos hasta que Alice les propuso que encendieran la radio. Todos estuvieron de acuerdo. Comenzaron a girar la rueda del objeto electrónico en busca de algún canal con señal y tras un par de minutos pareció que lo habían conseguido. De la radio empezó a salir la voz de un hombre que parecía que estaba llevando a cabo un programa de información vía radiofónica.

"Sigamos con las noticias que están preocupando enormemente a la población. Hace unos pocos minutos se ha producido un gran tsunami que ha afectado gravemente a las costas de Italia. Lamentamos decir esto pero parece ser que lo peor está por venir. También debemos de informarles que hace aproximadamente una hora el volcán Sangay, situado en el centro de Ecuador, ha erupcionado. Está causando mucha preocupación porque ha comenzado a soltar muchísima lava de manera muy imprevista. Además decirles que el terremoto que hay en Seattle... es... está..."

La suerte no estaba de su parte porque la señal se había caído y no pudieron volver a poner el canal.

—¿Se puede saber qué está pasando? — dijo Dana a gritos con tono alterado.

—¡Esto es surrealista! — aportó Alice.

Mientras ellas dos seguían diciendo frases sueltas a gritos Colin comenzó a dar vueltas por todo el sótano. La situación puso al límite a Alan.

—¡Porfavor, basta! ¡No podemos perder la cabeza! — gritó.

Los demás se quedaron callados y parados como estatuas. La cara de Alan asustaba un poco.

—Debemos calmarnos y pens... ¡No!

El temblor había vuelto a por ellos y ésta vez era mucho más agresivo. Todo temblaba; el suelo, las paredes, la lámpara del techo, las cajas, la radio... Parecía que estaban atrapados en el mismísimo infierno.

Intentaron refugiarse debajo de la mesa en la que se encontraba la radio, con la intención de que el techo no se les cayera encima. No podían verlo pero escuchaban como los objetos y muebles del piso de arriba caían contra el suelo. Esta vez el terremoto había durado mucho tiempo, más de treinta minutos.

Cuando la vida decidió darles un pequeño respiro, fueron a intentar abrir la trampilla para salir de ese lugar. No se sentían cómodos ni seguros del todo allí. Alan lo intentó pero no pudo abrirla. Alice quiso probar también pero tampoco pudo.

—C... creo que algún mueble ha caído sobre la trampilla y ha bloqueado la salida. — musitó Alice.

No se lo podían creer. Todo iba de mal en peor. ¿Por qué tenían tan mala suerte?

—Dios nos está castigando por alguna razón... — añadió Dana.

—¿Pero qué dices? Si tu eres atea. — le reprochó Colin.

—Ay no sé, es que estoy muy nerviosa. — dijo Dana mientras se mordía los labios.

No podían quedarse quietos sin más, debían actuar para salir de allí. Entre todos decidieron buscar en las cajas de herramientas algún utensilio que les sirviera para intentar desatrancar la salida. Pero la suerte volvía a dejarlos de lado porque solo encontraron un par de clavos, un martillo y dos destornilladores. Era muy difícil hacer gran cosa con eso.

Pasaron a la siguiente parte del plan que era inspeccionar todos los rincones del sótano por si encontraban algo que les fuera útil. Mientras buscaban un sonido extraño los distrajo de su búsqueda.

—¿Qué es eso? — preguntó Alan.

Ninguno sabía de donde provenía aquel extraño pitido. Se quedaron callados para escucharlo mejor e intentar averiguar el lugar de origen.

—Por aquí. — señaló Alice.

Poco a poco fueron acercándose más y más hasta llegar de nuevo a la radio. Entre todos le dieron unos cuantos golpes leves hasta que el pitido extraño cesó y comenzó a escucharse la voz de otro hombre, pero esta vez no era el que habían escuchado hace tan solo un rato.

"Es....esquina"

La voz estaba entrecortada.

"Ren...di...dija"

¿Qué quería decir?

"Sa...salid..."

Volvieron a perder la señal. Sus caras estaban hechas un cuadro. No entendían que estaba pasando ni quien era el hombre que les estaba dando aquellas extrañas indicaciones. Alan volvió a recapacitar acerca de las palabras de aquel misterioso hombre.

—Mirad por todas las esquinas. — ordenó.

Los demás estaban confundidos pero le hicieron caso. El sótano era más pequeño que el piso superior pero por alguna razón tenía muchas esquinas.

—¡Aquí hay algo! — exclamó Colin.

Todos se acercaron al lugar donde se encontraba y, para su sorpresa, allí realmente había una rendija.

—¿Qué demonios? — susurró Alice.

Colin fue corriendo a coger los destornilladores que se encontraban en la caja de herramientas. Con la ayuda de Alan quitaron las tuercas que sujetaban la rendija y al asomarse pudieron ver que había un túnel que conducía a un lugar que era totalmente desconocido para ellos.

¿Debían de adentrarse por el lugar que les había dicho el hombre misterioso? ¿Y si era una trampa? Pero, ¿y si era el único modo de salir que tenían?

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