CAPITULO 3 CON ÉL HASTA EL FIN DEL MUNDO.

     Ashley Freetman.

Eran las ocho de la mañana y estábamos haciendo el recorrido para entregar la larga y agotadora  guardia de veinticuatro horas. A pesar de haber descansado dos horas me sentía agotada y todavía debía  ir a retirar los pedidos que había apartado para los eventos.

Después del recorrido entregando la guardia, busqué mis pertenencias y me fui a los baños del personal médico, me duché y lavé mi cabello, para eliminar un poco ese cansancio agotador de mi cuerpo. 

Sequé mi cabello con una toalla para luego envolverlo y mi cuerpo con otra toalla saliendo de la ducha y vistiéndome con un jeans y una camiseta, unos zapatos deportivos cubrieron mis pies, un brillo labial en mis labios, retiré la toalla de mi cabello apliqué crema de peinar y procedí a desenredar mi cabello.

Llego al Star médico a despedirme y la doctora Black, va saliendo, me saluda un poco desanimada y yo lo hago sonriéndole. El doctor Noah, está allí esperándome, le sonrío notando que el ir de compras infantiles no es su mejor momento, pues está más serio de lo común.  

Me despido de mis cuasi colegas.

─ Doctor, ya solicité le arreglaran otra oficina ─ mencionó la asistente dirigiéndose al doctor Noah.

─ Déjalo así, no necesito una oficina ─ mencionó el doctor con fastidio. Dirijo mi visión hacía él más no opino nada ya que tengo claro que solo soy una colaborador y hasta que no culmine mis estudios no paso a formar parte de este excelente equipo, pero me llama la atención porque el doctor no desea tener una oficina. 

─ Pasaré a saludar a tía Ivanna, ayer no la ví ─ le indico al doctor Noah, cuando ingresamos en el ascensor.

─ Te espero en el estacionamiento ─ indica y yo asiento.

Detengo el ascensor en el piso de pediatría, me dirijo al estar médico de esta área  y me informan que está en quirófano con mi padre, tomó una bocanada de aire y me despido de mis cuasi colegas dirigiéndome nuevamente al ascensor. 

Observo al doctor Noah, apoyado en su auto, sonrío caminando el poco espacio que nos separa, él al darse cuenta frunce el entrecejo.

─ Papi y tía Ivanna, están en quirófano ─ informo y él asiente, le indico hacia donde me dirijo y luego camino unos pasos hacia mi automóvil. 

Ambos ingresamos a nuestros vehículos, enciendo el motor esperando unos minutos para salir del parqueadero del hospital. 

A esta hora el centro comercial no se encuentra abarrotado, las tiendas comerciales ya están surtidas con ambiente navideño y las vitrinas llaman mi atención. Recuerdo que estoy con el doctor y no debo entretenerlo mucho, así que voy primero a buscar todo lo que tengo apartado. 

─ ¿Le parece bien armar unos cotillones para los niños de la escuela? ─ Le pregunto buscando unos en mi teléfono, que sirvan de guía para él. 

El doctor frunce el entrecejo observando las imágenes que voy pasando en la pantalla de mi teléfono.

─ Yo no sé hacer eso ─ musita y yo sonrío

─ Entre los chicos y yo podemos armarlos ─ menciono y él vuelve a observar el teléfono.

─ ¿Y qué puedo comprar para que adornen el salón de clases? ─ Preguntó con desánimo. 

─ ¿No le gusta la navidad? ─ Pregunto con curiosidad

─ No mucho ─ responde restándole importancia. 

Recorrimos la tienda seleccionando algunos artículos navideños para decorar el salón de clases de Jaime y mis hermanos también. Solicité el pedido que había realizado el día de ayer por mi teléfono.

El doctor, Noah. Observó perplejo la cantidad de bolsas que me entregaron con todos los artículos que había solicitado ayer. Sonreí y no pasó desapercibido para mí el hecho que el cargó con todos los paquetes. Llegamos hasta mi auto que estaba en el parqueadero del centro comercial, guardamos las bolsas y enseguida doy unos pasos para regresar al centro comercial.

─ ¿Se te ha olvidado algo? ─ Pregunta frunciendo el entrecejo.

─ No, pero voy para otra tienda a recoger todo lo que he encargado ─ le informo y él frunce el entrecejo con más asombro aún y yo suelto una risilla con la mueca que hace su rostro. 

─ ¿Todo esto lo compras vía online? ─ preguntó y yo solté una sonrisilla asintiendo

─ Te acompaño ya que imagino que serán muchas más bolsas ─ musita y no puedo evitar que mi pecho palpite y trato de que no se me salga la baba, si este hombre se diera cuenta cuánto me gusta, de seguro saldría corriendo. 

Pasa su mano por mi cintura y nos devolvemos por dónde ya habíamos recorrido.

Observo la vitrina de la tienda de golosinas, pero lo que llama mi atención no son las golosinas que se reflejan, sino los dos niños que están pegados al vidrio transparente. Su ropita está muy desgastada y hasta con agujeros, sus zapatos están iguales.

─ ¿Quieren unos dulces? ─  Les pregunto y ellos giran sus cabecitas observándome con nerviosismo, sus rostros están sucios al igual que su ropita y su cabello. Mis labios tiemblan de impotencia al notar sus ojos enrojecidos.

El doctor, Noah. Toma el mentón de uno de los niños y aprieta la mandíbula con fuerza y mi corazón tiembla al notar el miedo de los niños. 

─ Vamos a comprar unos dulces ─ menciono con el corazón hecho pedazos. 

─ Si cada pareja estable adoptara un niño de la calle esto no estuviese sucediendo ─ pienso con pesar. 

─ ¿Y a cambio qué deseas? ─ pregunta uno de ellos y me sorprendo de lo bien que habla a pesar de su tamaño y desnutrición y hasta seguramente la falta de educación. 

Tomo sus manitas sin importarme lo sucios que están y con el doctor Noah, siguiéndome en silencio.

─ ¿Qué hacen aquí? ─ Se apresura la dependienta al verlos.

─ Vienen conmigo ─ menciono al notar su reacción. Ella guarda silencio, la agencia de mi tía es un muy buen cliente de esta tienda. 

Pido unas tortas y refrescos dándoles a los pequeños, ellos las toman asombrados y las comen con desespero. Los niños están muy sucios y casi no puedo detallar bien su físico o prácticamente se hace nulo poder detallarlos. 

El doctor, Noah. Pide unos jugos haciéndoselos llegar también a los niños. Pido unas bolsas y comienzo a surtirlas con diferentes galletas y golosinas, también paquetes de jugos. Solicito lo que he encargado y la dependienta llega con las bolsas. 

─ Cóbrese lo de los niños ─ menciona el doctor Noah, entregando su tarjeta.

─ No hace falta doctor yo puedo cubrirlo ─ le informo, pero él igual extendió la tarjeta y dió la orden a la dependienta. Cancelé el pedido, me despedí de los niños y ellos salieron corriendo del almacén con sus bolsas de compras, se notaban animados, pero también nerviosos, me quedé observándolos  hasta que desaparecieron.

El doctor, Noah. Tomó las bolsas y salí apresurada hacia el parqueadero. Por el camino no pude evitar que mis lágrimas se desbordaran y solo apresuré el paso para que el doctor no lo notara, pero eso fue peor que misión imposible apenas llegué a mi auto él me tomó por un brazo y me hizo girar.

Bajé la mirada y subí mis manos limpiando mis mejillas con el dorso de las manos. Giré nuevamente abriendo el auto y él guardó las bolsas, volviendo luego a tomarme por un brazo y girándome, llevándome a su cuerpo y abrazándome. 

La acción me sorprendió. Mi dolor no solo es porque eran niños de la calle, sino por el desamparo a los cuales se sometían los niños que llevan esa vida. Lloré un rato en su cuello hasta que me logré controlar, porque ser tan sensible no era bien visto en un médico oncólogo. 

─ Gracias ─ susurré apartándome del doctor.

─ Eres más sensible de lo que pensé ─ expresó y me sentí nerviosa.

─ Por favor, no piense eso. Le aseguro que puedo con el área de Oncología ─ musité nerviosa. 

─ No estoy pensando en el hospital ─ contradijo y ambos nos miramos. 

─ ¿Te distes cuenta que estaban drogados? ─ Preguntó mirándome fijamente con su mandíbula apretada.

─ Creo que son huele pega ─ respondí para que se diera cuenta que lo había notado. 

─ A veces la calle es muy cruel ─ susurro y él acaricia el contorno de mi rostro. 

─ ¿Te sientes mejor? ─ susurra mirándome fijamente, yo muevo mi cabeza asintiendo y él me vuelve abrazar. Desde hace unos meses para acá sentía que algo había cambiado entre nosotros. Nos podíamos comunicar un poco más, ya yo no sentía con él esa timidez que me embargaba desde niña cada vez que lo tenía cerca. Ahora podemos charlar un poco y comunicarnos mucho mejor sin necesidad de estar en un salón de clases en la universidad o en el hospital. 

─ ¿Tienes que regresar hacer otras compras? ─ Preguntó separándo un poco su rostro del mío y buscando mi mirada.

─ Sí, pero no en este centro comercial ─ musité

─ Vamos entonces ─ susurró y no sé porque sentí su voz un poco más gruesa.

─ ¿Vamos? ─ Pregunté frunciendo el entrecejo sorprendida. 

─ Son demasiadas bolsas para una mujer ─ murmuró muy cerca de mi rostro y sentí como mi piel se estremeció. 

─ ¡Dios mío! ¿Cómo este hombre puede estimular tanto mi cerebro? La segregación de dopamina que libero es tan fuerte que me hace contener la respiración para no rodear su cuello, así como él rodea mi cintura llevándome nuevamente a su cuerpo.

─ ¿Ya te sientes mejor? ─ Pregunta y se que es por el estremecimiento de mi cuerpo y se complica cuando su nariz roza mi mejilla y luego sus labios depositan un suave beso sobre el mismo lugar. 

─ Sí, ─ apenas logro susurrar.

─ Podemos desayunar antes, tengo mucha hambre ─ susurra a mi oído y todo mi vello corporal se activa, segurísima que cada pelo androgénico de mis fibras capilares delgadas parecen púas de lo contraídas que están y no solo eso es lo único contraído. 

─ Umjum ─ es lo único que logro emitir y siento nuevamente su nariz pasearse por mi mejilla. Lentamente el doctor se separa de mi cuerpo y siento las piernas temblorosas, están como las gelatinas que le llevo a los niños del hospital y el hecho que su mirada me escudriña no ayuda para nada. 

─ Sígueme, pequeña  ─ musita depositando un beso en mi frente y esas dos simples palabras me hacen aterrizar como si me hubiese caído de un edificio dándome cuenta que el doctor Noah, solo trató de calmar el pesar de la niña que aún vé en mí. 

Asiento ingresando en mi auto recordando que él me conoce desde que yo era una niña y aún así me vé. Respiro profundo esperando  que él ingrese a su automóvil y lo encienda para yo seguirlo, pensando que soy una tonta enamorada de mi vecino, hoy día mi profesor en la universidad y en el hospital. 

Al llegar al restaurante a desayunar rodea mi cintura, de verdad este hombre me confunde, a veces siento que le atraigo y a veces siento que solo protege a la persona que conoce desde que era una mocosa.

Tomamos una mesa que está desocupada. El doctor, hace señas para que tomen nuestros pedidos. Mi teléfono repica, observo la pantalla y es Mariluz, sonrío pensando que hoy mi amiga dormiría hasta tarde ya que tenemos unos días libres por haber aprobado todas las unidades curriculares y solo los que tenían pendientes continúan en la universidad. 

─ Mari ─ Respondo con una sonrisa.

─ Te invito el fin de semana a la playa y te estoy avisando con tiempo, porque no acepto excusas ─ refiere emocionada.

─ Eso es mejor que salir a una discoteca ─ sonrío observando el rostro serio de mi acompañante y las ganas que tengo de invitarlo, pero me contento.

─ No seas aburrida que también iremos para una ─ maulla mi amiga y yo me río observando al chico que viene con nuestros pedidos. 

─ ¿Dónde estás? ─ Pregunta mi amiga.

─ Retirando todo lo encargado para luego irme a la agencia ─ le informo. 

El chico llega con el pedido colocándolo sobre la mesa, hablo para cortar ya la comunicación con mi amiga asegurándole que la llamo apenas me desocupe, guardo mi teléfono y me dispongo a desayunar. 

─ ¿Van de fiesta? ─ inquirió el hombre frente a mi con su rostro mucho más serio de lo que ya es. 

─ No, soy muy poco dar con los club y discotecas ─ musito y él lleva el jugo a sus labios. Tomo mi emparedado y comienzo a degustarlo.

─ Eres joven ¿Por qué no se te dan esos ambientes nocturnos? ─ Pregunta el doctor frunciendo el entrecejo. 

─ Me fascina bailar, pero no me llevo muy bien con el licor ─ pronuncio y enseguida me detengo. El doctor me observa comprendiendo mi imprudencia. 

Desayunamos en silencio arrepintiéndome de haber pronunciado semejante burrada. Del restaurante salimos para los dos centros comerciales que me faltaban.

─ Bueno llegó la hora de descansar un rato ─ musitó el doctor acomodando las últimas bolsas en mi automóvil, el cual solo tenía libre el asiento del conductor. 

─ Yo iré a llevar todo esto para la agencia y de allí me iré a descansar ─ mencioné.

─ Deberías hacer lo contrario, descansar y en la tarde llevar todo esto para la agencia ─ mencionó y creo que él tenía razón, estoy cansada y necesito unas horas de descanso.

─ Creo que le tomaré la palabra ─ sonreí. El doctor Noah, se despidió y caminó unos pasos, giré mi cuerpo para rodear mi auto.

─ ¿Ashley? ─ Le escuché decir, volví a girar mi cuerpo buscando su mirada.

─ El fin de semana habrá una convención médica de oncología ¿Deseas acompañarme? ─ Preguntó observándome fijamente.

─ Mariluz,  me va a matar ─ fué mi pensamiento y automáticamente le asentí al Dr. Noah. 

─ ¡Dios! con él, hasta el fin del mundo ─ pensé sonriendo. 

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