O4

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O4: Amores viejos,

amores pendejos

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Cuando pasó por la casa a dar la noticia y despedirse, su padre intentó ocultar una sonrisa detrás del periódico. Su madre Theodora tarareó con aprobación y luego se fue sin dejar rastro.

—Puedes usar la camioneta, está agarrando polvo en ese garaje, de todos modos —le dijo Thomas, lanzándole una mirada extraña—. Ten cuidado en donde te estás metiendo, Scarlett.

Para cuando llegó la noche, había terminado de desembalar sus pertenencias y acomodarlas en el apartamento, que vino con todos los muebles y electrodomésticos. No era un piso tan pequeño como le gustaría que fuera, pero, como decía el dicho, a caballo regalado no se le vio el colmillo.

El apartamento era muy estilo minimalista. Tenía una sala espaciosa con un sofá de tres plazas, un sillón individual, un Smart TV y una mesita auxiliar de caoba. La cocina sí era pequeña, empotrada, de colores beige y marfil. Al final del pasillo, estaban el baño y el cuarto de servicio. Había dos habitaciones, ambas de tonos cálidos y muebles claros. La más grande tenía un armario y un baño personal. ¿Qué más podía pedir?

Fue por una cena rápida, preparando una pizza precocida en el horno. La compró en una tienda, de camino a la residencia.

—¡Mira nada más! Es un lugar precioso. Carly, te dije que te iría excelente —exclamó Phoebe, mientras le enseñó el apartamento con la cámara trasera del teléfono.

—La verdad, no me lo esperaba. El coronel de pronto me lanzó las llaves y me dijo que era parte del contrato. —Mordió un trozo de pizza—. Y mi papá me prestó su camioneta. Estoy empezando bien, ¿cierto?

—Más que bien. —Cambió a la cámara frontal y le sonrió a Phoebe, quien estaba peinando sus rizos castaños—. Ahora, la pregunta es... ¿Por qué tanta generosidad?

—Es muy sospechoso. —Golpeó una mano junto a su plato—. ¡Sabía que era sospechoso!

—Es que algo debe ser muy díficil para que te lo pongan tan fácil —alegó Phoebe, los engranajes girando en sus ojos negros.

La rubia se distrajo, succionando el queso derretido.

—El coronel Stein me dijo que mañana tendré una prueba. Si la paso, me contratará.

—Um, ¿tan mal está?

—El odio no ha cambiado.

—Scarlett, me refiero a que si está bueno.

Resopló y primero se burló de la simple insinuación; sin embargo, lo recordó muy bien y tuvo que admitir a regañadientes que no estaba nada mal.

—Puede ser.

—¡Sí está bueno! Te conozco. Te enojas cuando alguien te parece sexy.

—Qué asco —protestó a la defensiva—. Si no lo soportaba hace años, ahora muchísimo menos me voy a poner a considerar si es sexy o no. Con ese ego gigante seguro intenta compensar un pene pequeño.

—¡Scarlett! —Phoebe carcajeó—. ¿Cuándo te volviste una perra?

—Siempre lo fui, pero estaba domesticada —bromeó, irónica—. ¿Y adivina a quién le toca lidiar con esta perra mala?

Terminaron la videollamada con una ronda de besos cibernéticos. Justo cuando estaba lista para acostarse y ver una película, la pantalla de su celular se encendió de nuevo. Seguro era Phoebe.

Se llevó una sorpresa, pero de las malas, al leer el nombre del contacto: «jódete cabrón». Decidió dejarlo sonar, las primeras tres veces. Cuando sonó por quinta vez, levantó el teléfono.

—¿Qué quieres? —le respondió con frialdad, mucha calma e indiferencia. Chillar o gritar no serviría de nada.

—Scarlett, hola. Quería saber si estás bien.

Su traicionero corazón todavía pegó un brinco cuando oyó la voz de Patrick.

"Tonta."

—Ah. —Tragó saliva, caminando hacia el dormitorio—. Pues me va genial. No sé en qué te afecta.

Patrick suspiró. Escuchó la voz de un hombre en el fondo, una bofetada de realidad que le recordó su patética historia.

—Por favor, no empieces con el drama. Dejemos a un lado las peleas, las discusiones —se quejó él, y la rubia se puso tensa cuando su tono de voz se volvió acaramelado—. Escucha, aunque no lo creas, aunque sigas enfadada, de veras te quiero.

Cerró los ojos y apretó los labios para no estallar, para contener la herida fresca y abierta en su pecho, de donde brotaron sus emociones. ¿Por qué? ¿Por qué siguió rompiéndole el corazón? ¿Por qué insistió en arrastrarla al mismo agujero? Lo hizo durante años con su falso amor, y ahora lo iba a hacer con una verdad dolorosa.

—Scarlett, lo digo en serio.

—Ya dime lo que buscas, Patrick. Deja de endulzar las cosas y ve al grano —le exigió, resentida.

—¡Nada! Solo llamaba para saber de ti. —Hizo una pausa larga, mientras la rubia recuperaba el control de sus emociones—. Okey, también te llamé para preguntarte cuál es el restaurante que más le gusta a mi tía para cenar. Ya que tú hablabas con ella y siempre pedías reservación en sus lugares preferidos...

Se llevo una mano los ojos y se echó a reír. La tía de Patrick había sido la hija más consentida del abuelo. Era millonaria e importante. En ese momento, ayudó a Patrick a conectarse con la tía ricachona, cuando él, literalmente, se lo suplicó. La rubia estudió muy bien los gustos y patrones de la tía. Los acercó poco a poco, a pulso, y fue gracias a ella que Patrick se ganó su confianza. Por supuesto, tuvo sentido que ahora viniera desesperado a pedir su ayuda.

—Eres un descarado, Patrick —siseó a punto de colgar, pero él habló primero.

—Scarlett, vamos. No te lo pediría si me acordara.

—Pues ese es tu problema, no el mío.

—Puedo pagarte. ¿Eso es lo que esperas?

Su furia resurgió de las cenizas.

—¡A mí no me hace falta tu fortuna, Patrick! Tu dinero me resbala. Mejor entrena tu memoria y ponla a funcionar.

—Scarlett, espera-

Le colgó la llamada, sin más preámbulos. Antes de que pudiera explotar de ira, su teléfono anunció un mensaje nuevo y, con los dientes apretados, lo revisó.

Su cuerpo tenso se desinfló al leer el mensaje:

|| Guarda este número personal, Scarlett, soy Krause. Lo vas a necesitar

Activa tu alarma a las 4, y ve a dormir temprano o te arrepentirás

Si me decepcionas, no hay más oportunidades ||

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