¡Ella es mi madre!
¡Ella es mi madre!
Por: mary_loveread
Capítulo 1

—¿Qué quieren decir? — Samantha apretó las manos por debajo de la mesa al ver a Thomas su novio tomando la mano de Kelly, su mejor amiga. Y lo peor era que aquella mujer llevaba una enorme sortija en su dedo anular. En los cinco años de relación que llevaba con él, jamás le había dado una joya como esa.

—Que me enamore de Kelly. Sam lo siento mucho, en verdad. Pero ella es una chica muy objetiva y tiene metas grandes.

—¿Quieres decir que yo no las tengo? — La joven lo miró a los ojos intentando tragarse las lágrimas que la estaban carcomiendo por dentro.

—Cariño, es obvio. Ser una profesora de primaria no es algo que pueda subirte de categoría en esta sociedad. — Kelly por fin había abierto la boca. Samantha quería lanzarle el vaso de agua frente a ella y decirle que se callara, pero no podía, no tenía el valor. Se sentía patética. —Tommy es un médico, obviamente necesita a una mujer como yo, la hija de un doctor y futura doctora también. — Sam tragó duro y miró sus manos, estaban rojas de estarlas apretando tanto.

—Lo siento de verdad Sam. No quería decírtelo de esta forma, pero creo que es lo mejor.

—¿Lo mejor? — Sam negó lentamente. Apretó los labios y suspiró. Le había dado sus mejores años de vida al idiota frente a ella, incluso le había ayudado a pagar todos sus gastos para que él pudiera estudiar. Con su trabajo como profesora había logrado salir adelante y sacar adelante a Thomas.

Finalmente, tomó sus cosas y se levantó.

—Tienes razón, es lo mejor. Se merecen el uno al otro. Ambos son unos parásitos. Espero sean muy felices y que la vida les de lo mejor, especialmente por haberme hecho tanto daño. Feliz día. — Con eso se dio la vuelta y salió de aquel restaurante.

Las lágrimas comenzaron a derramarse por sus ojos mientras caminaba. La habían lastimado, su corazón estaba roto. Dos de las personas más importantes de su vida la habían traicionado.

Luego de la muerte de sus padres, creyó que podría recuperarse con ayuda de ellos y lo hizo. Pero esta traición no tenía precio. Eran de lo peor, aún así, no podía desearles lo peor, ya la vida se encargaría de ellos.

Luego de unas horas de estar viajando en el bus decidió bajarse en la zona viva de la ciudad. Necesitaba un trago.

Caminó por las calles iluminadas y se metió a un bar que se veía decente. Lo primero que hizo al sentarse en la barra fue pedir una copa de vino. El mesero fue muy amable con ella y se la dio de inmediato.

Quería seguir llorando y lamentarse por su situación, pero al mismo tiempo sabía que no lo valía. Sin embargo, su corazón estaba sufriendo, no podía creer que ella había sido traicionada de esa forma.

Ella, que nunca le había deseado el mal a nadie ni había hecho algún daño. Nunca se metió con nadie para merecer algo como eso. No era justo.

Lo peor, es que sabía que los extrañaría. Kelly había sido su mejor amiga de la infancia, ella estuvo a su lado cuando sus padres fallecieron al igual que Thomas. Kelly fue quien la animó a que siguiera estudiando, le dio posada en su casa cuando se sentía sola, sus padres la trataron como otra hija y de pronto, se había atrevido a meterse con su novio. Y lo peor, es que Thomas lo permitió, él era igual o peor que ella. Si en verdad la amaba nunca debió de hacerle este tipo de daño, no podía creerlo.

Mientras pensaba en diversas cosas, siguió pidiendo unas cuantas copas más. Sintió un ligero mareo y algo de dolor de cabeza. Al parecer el vino se le había subido un poco. Sacó su celular y notó que tenía chats de Thomas, Kelly, su otra amiga Victoria Y Peter, el hermano de Vic.

“Necesitamos hablar de forma correcta Sam. No debiste irte así.” Decía el mensaje de su ex.

“Eres inmadura” se leía el texto de Kelly. El de los demás eran preguntas sobre dónde diablos estaba.

La joven lo pensó. Thomas tenía razón en una cosa, necesitaba dejar claras algunas cosas más. Se levantó de su asiento y le pagó al mesero por sus copas de vino. Luego caminó hacia la calle y buscó un taxi.

Pronto dio la dirección del hospital donde Thomas trabajaba y en minutos estaba parada frente a aquel enorme edificio.

El lugar que había visitado tantas veces por ver a su novio. El lugar que la vio pasar vergüenzas por mostrar su amor al tonto de su ex.

Tomó aire y comenzó a caminar. Notó que caminaba algo chueco, sabía que estaba un poco ebria. Pero solo de esta forma podía enfrentarse con valor a Thomas, decirle que lo odiaba, decirle que ojalá sintiera el dolor que ella sentía, contarle a sus compañero lo mentiroso que era y miles de cosas más.

Se metió al ascensor y luego pulsó el botón del cuarto piso. Al cerrarse las puertas se apoyó con los brazos cruzados en la pared metálica. Sentía mucho dolor de cabeza, parecía migraña, pero lo más seguro es que era el alcohol.

Entonces escuchó un rechinar y luego el ascensor se movió con fuerza. Se agarró con fuera al tubo horizontal que estaba pegado a la pared del ascensor y miró hacía arriba. Las luces del ascensor titilaban y parecía que el ascensor no se movía.

—No puede ser. — Se quejó apretó el botó para abrir la puerta, para su desgracia nada sucedió. —¿Por qué me pasa esto a mí? — Gritó con furia y luego se agachó tomando su cabello. Las lágrimas comenzaron a salir de nuevo. Se sentía inútil, con mala suerte, inservible, rota.

Sin embargo, el sonido de su llano se vio acallado cuando un llanto más fuerte se hizo presente. Samantha alzó la cabeza levemente y se encontró con un pequeño de no más de cinco años, con bata de hospital, quien gritaba y lloraba.

Samantha no había notado que el pequeño estaba ahí encerrado. El niño la veía mientras lloraba, sus mejillas regordetas estaban sonrojadas y parecía que temblaba. Estaba asustado.

—Dios mío cariño, lo siento mucho. — Sam se acercó lentamente a él y luego sacó algo de papel de su bolso para pasarlo sobre los ojos del infante. —No te asustes, lo siento muchísimo, no debí de haber gritado. — Entonces el ascensor se movió de nuevo y el niño gritó más. La joven entendía que estaba aterrado.

Se levantó del suelo y marcó el botón de emergencias para avisar que se había quedado atorada junto a un niño, de inmediato le dijeron que enviarían algo de ayuda.

Sam regresó al pequeño y se agachó para llegar a su altura.

—Calmate pequeño, vamos a salir de aquí ¿sí? ¿Qué te parece si te doy un caramelo y te tranquilizas? — El niño comenzó a ralentizar su llanto y Sam le dio una paleta que cargaba en el bolso. El niño lo tomó y luego ella se sentó y le ofreció al pequeño sentarse junto a ella. El niño obedeció y se pegó mucho a la joven.

—Lamento haberte asustado. — No recibió ninguna respuesta. —Hombre de pocas palabras ¿he? — El niño parecía entretenido con su paleta. Ella lo miró con una pequeña sonrisa. Era muy tierno. Su cabello era un poco rizado, negro, sus ojos eran de un color avellana y sus mejillas eran regordetas, aun cuando el niño se veía de un peso promedio. Él niño la miró.

—¿Cómo te llamas?

—Lucas. — Respondió con inocencia. La joven asintió.

—Es un nombre lindo. Yo me llamó Samantha, puedes decirme Sam.

—Sam. — Movió su cabeza de arriba a abajo. Sam sin pensarlo acarició el cabello del pequeño, él la miró.

—Lo siento, no quise…

—Está bien. — El niño agarró la mano de Sam y la colocó sobre su cabeza. Eso era una gran sorpresa. Supuso que le cayó bien al niño. Miró hacia la puerta del ascensor y entonces sintió que sus parpados comenzaban a cerrarse.

Maldito alcohol, pensó antes de quedarse dormida.

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