“Siento la enfermedad de tu padre, pero verme no lo curará. Discúlpame”, dijo Leila con frialdad mientras se daba la vuelta.
Tatum le bloqueó el paso, mirándola directamente a sus hermosos ojos azules, deseando que no tuvieran tanta frialdad y odio hacia él, pero sabía que se lo merecía. Se merecía más que eso.
Sus pecados contra ella eran graves y no sabía cómo redimirse.
Le costó a una madre su bebé. ¿Había siquiera redención para eso?
Aunque nunca formó parte de su plan, seguía siendo su culpa que su bebé, su hijo y heredero, muriera. No podía imaginar el dolor que Leila debió de sufrir cuando ocurrió. La agonía y la angustia que debió de sentir, y eso le destrozaba el corazón.
Lo único que quería era mantenerla a salvo, protegerla de Trent y Carmela. Por eso nunca quiso contarle nada de lo que tramaba en aquel entonces. Por eso le dijo en repetidas ocasiones que no hablara ni se pusiera en contra de Carmela para que ella bajara la guardia y él pudiera atraparlos con evidenci