Doncella

Elizabeth fue de regreso a la mansión con sus hermanas después de un breve paseo.

Ella continuó a su habitación, tenía aún muchas cosas que procesar y quería saber que hacer a continuación.

Se sentó en la cama después de despedirse de todos. Ya casi anochecía por lo que todos esperarían que la cena estuviera lista, momento en el que se encontrarían nuevamente en el comedor.

Replanteando todo recordó algo que había olvidado por completo, se levantó casi de un brinco y corrió a la puerta. Aquella doncella que siempre acompañaba a Elizabeth y era encantadora aún no aparecía.

Le sorprendió un poco ya que todos fueron con ella menos aquella niña que tiene su misma edad. Se detuvo antes de abrir la puerta con las manijas de esta en sus manos.

"¿Realmente necesito compañía?" —estaba en un dilema interno. Por un lado quería continuar estando sola pero recordar a esa niña y no saber lo qué sucedió con ella no le agrada.

"La buscaré y después veré que hacer con ella" —terminó por abrir la puerta y salir. Su destino era la habitación de su padre, se puede imaginar que él sabe dónde se encuentra.

Frente a aquella puerta, suspiró varias veces, trataba de reunir valor para aguantar los arrumacos de sus padres, levantó su mano y tocó varias veces.

Padre, soy yo. Quisiera hablar contigo —tras escucharla no pasó mucho cuando su padre abrió la puerta. Típico en él, tenía una sonrisa en los labios.

—Hija —la agarró de los brazos y la movía de una lado al otro mientras la miraba —¿Qué sucede? ¿Te duele algo? ¿Llamamos al médico?.

—"¿Por qué vine?" No padre, estoy bien. La verdad es que quería saber sobre Teresa, desde que desperté no la he visto.

Su preocupación se debía a las historias que había leído. Cuando un noble tenía roto un vestido o traje, se golpeaban el dedo chiquito del pie contra la mesita al levantarse en la mañana o tenían un accidente fuera terrible o no, quien siempre pagaba con su vida o era torturado era su acompañante. Aquella persona esclavizada iba a cuidar hasta de lo más mínimo a esos tontos.

Su padre solo la miró y sonrió —ella está bien, aún estaba pensando en qué hacer con ella después de terminar los ritos. Ella no te cuidó como debía… aunque no creo que sea buena idea que vuelva, no sabe cumplir con su deber.

Elizabeth hizo un ligero puchero, acompañado de ojitos de perrito tierno y miró al Duque. Ella sabe que aquel hombre no le negara nada.

—Padre, por favor, ella no tiene la culpa y no me gustaría tener otra doncella, quiero tenerla a ella. ¿Puedes traerla de nuevo? —parpadeo varias veces manteniendo aquella expresión.

—No lo sé —se quedó pensativo un momento, no le agradaba el pedido de su hija.

—Por favor…

—Bien, la enviaré a traer de nuevo mañana ¿Contenta?

Elizabeth mostró una sonrisa de oreja a oreja —gracias, padre — unió sus manos delante haciendo una reverencia luego dio la vuelta para ir de regreso a la habitación.

"Dije padre más de tres veces, en serio no entiendo lo que me pasó. Creo que de no hacerlo aquella chica terminaría siendo vendida a otras personas, solo tiene 15 años, que asco de sociedad" —todo el camino de regreso se lo pasó de queja en queja, aunque le agradaba el lugar en cuanto a naturaleza o medio ambiente y que parecía un pueblo tranquilo a pesar de ser la ciudad. No podía negar que en el área social eran terribles, venta de esclavos, cachifos a los que se les da un mísero sueldo, la alta alcurnia de la sociedad haciendo de las suyas —"al parecer la sociedad no cambió mucho"

De regreso a la habitación se sentó en la cama, sabía que aún tenía que arreglarse para cenar con su familia pese a eso se sintió bien en haber ayudado a Teresa. Sonrió complacida y se levantó de nuevo para cambiar sus ropas.

Media hora después le tocaron la puerta, para ella no fue un misterio de lo que se trataba. Un sirviente de la mansión le dio aviso de que la cena ya estaba servida.

Ella asintió a lo dicho por aquel hombre y se dirigió al comedor con su familia.

Entró al lugar y todos los presentes dirigieron la mirada a ella, caminó hacia ellos sintiendo su corazón acelerarse, era el centro de atención y se sentía incómoda. Hizo una reverencia a su padre y madre para luego sentarse a un lado de sus hermanos siendo el lugar que le correspondía.

Después de sentarse, el Márquez ordenó llevar los platillos. Así fue que todos volvieron a concentrarse en la conversación que tenían y la mirada se alejó de Elizabeth.

Tuvieron una cena agradable. Cada uno concentrado en lo suyo y así luego cada uno a descansar. Elizabeth se sintió diferente al lado de sus padres. Puede ser debido a que solo conversaban sin tener contacto directo en el que la abrazaran como si fuera un peluche. Sino que mantenían una conversación cordial que por ahora funcionaba.

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