Alina ya se había secado las lágrimas para entonces, pero sus ojos aún estaban rojos. Se dio la vuelta y vio a una elegante dama con un abrigo blanco acercándose.
——Señorita Alina, he estado tratando de llamarte desde el mediodía, pero tu teléfono estaba apagado, y no había nadie en la casa de Andrés tampoco. Así que me tomé la libertad de venir a la escuela a esperarte. Si tienes tiempo ahora, ¿podemos hablar?
La mujer hablaba despacio y con amabilidad, sin querer hacer sentir incómoda a Alina.
Esta persona no era otra que la madre de Andrés.
La cara de Alina estaba rígida en este punto, incapaz de volver a su sonrisa habitual.
Simplemente, miró la nieve en el suelo y, después de un momento, dijo ——Claro——. Pero cuando habló, sorprendió a la mujer porque su voz estaba ronca,