Diego, que estaba cerca, lo había estado observando todo. Su rostro estaba cubierto de tristeza y sus ojos brillaban con un fulgor asesino, pero se recompuso rápidamente porque estaba al lado de Bruno.
Lucía también se fijó en Julio y Sofía, pues nunca perdía de vista a Julio. Cuando lo vio marcharse con Sofía, sintió la tentación de ir corriendo a gritarle que Sofía era una rompehogares. Sin embargo, se contuvo. Estaba en la fiesta de los López, representando a los Flores. No sería bueno para ninguno de los dos que hiciera algo así.
Julio cerró la puerta tras de sí cuando entraron en el salón.
Sofía frunció el ceño y le miró con desconfianza.
—¿Qué haces?
—Sólo me preocupa que alguien pueda entrar de repente. ¿Crees que te haría daño? —preguntó Julio con una sonrisa irónica. ¿Era una persona tan terrible a los ojos de Sofía?
Sofía no creía que fuera a hacerle daño; sólo le parecía desconcertante su comportamiento.
—¿Podemos hablar de ello ahora? —preguntó.
Julio asintió y se acercó p