Sofía dejó los cubiertos y miró a Juliana con simpatía.
—¿Has considerado alguna vez la posibilidad de que te aborrezca?
—¡No! ¡Es imposible! ¡Tiene que ser obra tuya! —Juliana se negó a admitirlo.
Sofía sacudió la cabeza, pensando que Juliana no tenía remedio, y se levantó para marcharse.
Antes de irse, le recordó a Juliana:
—Acuérdate de volver pronto. Si vuelves tarde y disgustas a Rodrigo, no podrás regresar a la hacienda de los López y tampoco podrás quedarte con los Guzmán.
Sofía se marchó ignorando los gritos de enfado de Juliana.
Juliana, furiosa e impotente, maldijo con vehemencia a Sofía en el comedor, pero ¿de qué servía? Cualquiera que la viera comportarse así no la tendría en mucha estima.
Incluso Paloma, que estaba sentada a su lado, parecía indiferente.
Paloma despidió a los criados y dejó que Juliana maldijera hasta quedarse sin aliento antes de preguntar:
—¿Te sientes mejor ahora?
Juliana finalmente se detuvo. Apretó la mandíbula y guardó silencio.
—Quizá te he prot