Las cosas no tardaron en volverse incómodas entre ellos. Julio se sentó en el sofá. Parecía cansado, aunque Sofía pensó que tal vez estuviera enfadado.
Se puso de puntillas y murmuró:
—Iba a cenar con Camila cuando apareció su cita a ciegas. Ella se fue con él, así que me quedé sola...
—Ya veo—dijo Julio con rotundidad.
Su fría respuesta preocupó aún más a Sofía. Se sentó a su lado y continuó explicándole.
Sólo accedí a cenar con Felipe porque necesitaba sacarle información. Nada más.
Julio la miró y sonrió.
—¿Crees que estoy enfadado?
—¿Verdad que sí? —preguntó Sofía.
Julio la estrechó entre sus brazos y le acarició el cuello. Su aroma le relajó al instante:
—No. Sé que no te gusta así.
Los hombros de Sofía se aflojaron.
—Menos mal.
—Intenta no tener tanto contacto con él a partir de ahora. Sabes que no tiene buenas intenciones. Es posible que no pueda acudir a rescatarte a primera hora si hace algo—instruyó Julio, ahora con aspecto solemne.
Sofía asintió.