Julio maldecía interiormente la inmadurez de Dante y luego habló fríamente:
—Te aconsejaría que tengas cuidado con lo que dices. Ahora estás casado, así que ten cuidado de no ser regañado por tu esposa cuando vuelvas a casa.
Al escuchar esto, Dante miró ansiosamente a Yolanda a su lado. Al ver que ella no mostraba signos de enojo, contraatacó:
—Yolanda y yo estamos bien. A ella no le importan estas cosas.
—Ya, come tu comida, —Yolanda lo miró con desdén. Aunque sabía que Dante no tenía sentimientos reales por Sofía, en esta ocasión pensó que sería mejor que Dante se callara para no arruinar la atmósfera.
Dante, sintiéndose lastimado, miró a Yolanda, queriendo decir algo en su defensa. Sin embargo, al recibir una advertencia con la mirada de Yolanda, optó por cerrar la boca y no continuó hablando.
Sofía tampoco esperaba que el antes arrogante y desafiante Dante, después de casarse con Yolanda, fuera controlado de esa manera. Ahora parecía un hombre de familia tranquilo, lejos de la im