—¿Te atreves? ¡Entonces adelante, hazlo!— Jaime la miró fijamente. —Fui yo quien mató a Juan, si quieres vengarte de él, hoy es tu única oportunidad.
María apretó los dientes y se acercó nuevamente a él, sosteniendo el cuchillo.
—¡No me obligues!
—¿Te estoy obligando a hacer algo? Te estoy dando una oportunidad. ¿No has querido liberarte todo este tiempo? Ahora tienes la oportunidad— dijo Jaime mirándola, sin ningún intento de esquivar.
Él pensó que tal vez morir a manos de ella sería una forma adecuada de pagar por el daño que le había causado. Tal vez su muerte disolvería finalmente el dolor que había causado.
María sostenía el cuchillo y sabía que si seguía presionando, podría matar a Jaime. Lo odiaba tanto, pero ahora no podía hacerlo.
Se despreciaba a sí misma, se odiaba a sí misma, pero no tenía sentido.
Finalmente, después de un rato, soltó el cuchillo y lo miró fríamente.
—Te odio, pero no seré como tú. Encontraré pruebas y te enfrentarás a las consecuencias que mereces.
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