No se detuvieron mucho en el tema de su amistad. No había necesidad de disculparse por nada. Lo que tenían que hacer era trabajar duro y luego encontrarse en la cima.
—Vamos. Te invito a cenar —dijo María, dándole una palmada en el hombro.
Sofía dudó. Pensaba en Diego. Le había prometido acompañarle a cenar todos los días.
—¿Estás preocupada por Diego?
María había oído hablar de Diego a Jaime.
En cuanto a por qué ella y Jaime seguían en contacto, la respuesta era que Jaime seguía siendo como una mosca molesta. No importaba cuántas veces María lo rechazara, él encontraría la manera de volver a su vida.
Al principio, María tuvo una buena impresión de Diego. Sin embargo, en cuanto se enteró de la petición que le había hecho a Sofía, cambió su percepción de él.
—¿Quiere controlarte incluso en esto? Rescatarte no significa quitarte la libertad —se enfadó María.
Sofía vio que no entendía a Diego y le dijo:
—No me está quitando la libertad. Fui yo la que dijo que comería con él todos los