Nina miró alrededor, despacio, como si estuviera ubicándose. Le dolían la cabeza y las manos, y el ruido sordo del auto moviéndose le producía un aturdimiento extraño, pero no suficiente como para que no supiera lo que acababa de pasar.
Subió los ojos y los clavó en Yuri, que tenía una sonrisa satisfecha. Una llamada entró a su celular y su hermano la respondió.
—Sí… estamos llegando a la casa… —dijo mirándola a su vez mientras respondía a las preguntas de Aleksei—. Calmada… Enojada pero calmada… Sí, no hay problema, igual ya sabíamos que no iba a mover un dedo.
Y Nina entendió que se refería a Jake. Se miró los nudillos, raspados y llenos de sangre, y gruñó recordando lo que acababa de hacer.
—Lo siento —murmuró sin mirar a Yuri—. Creí que iba a controlar mejor todo esto. No sé qué me pasó.
—Conmigo no te disculpes. —Rio su hermano—. Hiciste morder el polvo a un tipo que te saca treinta centímetros y te dobla el peso. Y encima ese tipo es Jac