Sorpresas

En ese lugar el ambiente era pesado, Alexander nos vio con ganas de querer matarnos.

Entre risas y bromas, nos olvidamos por completo de la reunión y de que tanto Alexander como Alicia estaban en esa habitación, no precisamente con su mejor cara.

—Creo que les duele el odio —me dijo Manuel al oído, soltando una risa cautelosa.

—Siento sus ojos sobre nosotros.

—Los ojos están sobre nosotros o quiero decir, sobre ti.

—No es gran cosa, me vestí lo más rápido que pude y sinceramente me molesta estar haciendo esto.

—¿No te gusta ser secretaria?

Negué con la cabeza.

—Siempre lo odié, pero no encontraba más trabajo en mi campo y como no había otras opciones, lo tomé.

—¿Te arrepientes? —pregunta seriamente.

—Antes no me arrepentía, pero ahora sí.

—Querida, tienes un gran lío.

—No hace falta decir que todo se ha vuelto más complicado de lo que debería.

—¿Le contarás a Alexander sobre la oferta una vez que llegues allí?

Asentí —Espero que no se lo tome a mal y todo salga a mi favor.

—Si esperas
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