Capítulo 30
Sebastián

Ella no me extrañaba, esa era la realidad. Me dolía el cuerpo de solo pensar en ella, y no hubo manera de separarme: necesitaba escucharla, verla, sentir su olor. Y yo me desvelaba admirándola, pensando en qué pensaría ella, y preguntándome qué hubiese pasado si yo no fuese un imbécil en
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