Una Melodía para el CEO
Una Melodía para el CEO
Por: Sofía de Orellana
Prefacio

Hace siete años…

La iglesia luce hermosa con toda la decoración para la ocasión, bellas y olorosas flores de colores pasteles le dan ese aire romántico que la ocasión requiere, mientras la gente se observa impresionada por el buen gusto y la elegancia que destila el evento más importante del año.

Las familias de los novios sonríen felices, saludando a los invitados, que son de los más importantes no solo de Italia, sino también de toda Europa.

En el altar, el novio mira hacia la entrada con ansiedad, pero sin ocultar su sonrisa. Amaro Leone es un joven de veintitrés años, que promete ser un empresario audaz y digno heredero de Magnus Leone, el flamante dueño del Imperio Leone, que se dedica a diferentes negocios, siendo el principal la fabricación de tecnología informática.

Su madre, Virginia Leone, está parada junto a él, sonriendo como nunca porque al fin su hijo contraerá matrimonio con la muchacha que eligió para él desde hace años, le costó lograr que se fijara en ella, pero hace unos años se inició el noviazgo y el compromiso se concretó solo hace unos meses en una cena íntima entre las familias.

Los Carnaggio, la familia de la novia, sonríen a todo el mundo, porque consideran la boda de su hija un impulso para ellos poder hacerse notar entre la industria. Les había costado convencer a su hija que se dejara cortejar por Amaro, pero al final ella se dejó llevar y aceptó emocionada el compromiso.

Luego de eso todo había sido un constante ir y venir entre tiendas, organizadores de eventos y elegir hasta el más mínimo detalle para que todo fuera perfecto. El vestido, por supuesto, era obra de una de las diseñadoras más importantes de Europa y era de confección exclusiva para la heredera de los Carnaggio.

La hermosa Bella, de expresiones delicadas y de comportamiento refinado le pidió a sus padres que la dejaran llegar sola en la lujosa limusina que Amaro envió por ella, para que ese momento fuera únicamente suyo.

Omar, su padre, camina a la entrada para esperarla, porque ya es hora que haga su entrada triunfal y quiere llevarla del brazo como siempre soñó entregar a su princesa.

—Hijo, ya es hora —le dice su madre y él se posiciona en el altar rígido, atento a cuando la mujer de su vida entre a la basílica.

—¿Dónde está Javier? —pregunta Magnus—. Se supone que es tu padrino de bodas, debería estar aquí.

—Ya llegará, anoche lo llamó su mujer misteriosa y se fue antes de la despedida de soltero —le responde Amaro divertido—. Seguro ella lo retuvo más de la cuenta esta mañana.

Ven a la madre de la novia tomar su lugar en la banca de la primera fila, las damas de honor se colocan en fila para marcar el camino a la novia con los pétalos de rosas blancas, comienzan a pasar los minutos, que a Amaro se le hacen eternos, mientras la marcha nupcial es interpretada una y otra vez por el cuarteto contratado para la ocasión.

—Iré a ver qué pasa con Bella, ya debió entrar —dice Magnus algo molesto.

—Sí, padre, avísame si le sucede algo malo.

Los cuchicheos comienzan en la iglesia al ver pasar al padre del novio hacia la entrada, pero Magnus no logra llegar ni a la mitad de camino cuando entra Omar con la expresión lívida, a toda prisa y con un sobre entre sus manos.

Amaro baja del altar y corre hacia su suegro, pensando que Bella pudo tener algún problema o tal vez se ha sentido enferma, cuando llega junto a Omar, este lo mira con miedo, le entrega la carta y le dice con voz temblorosa.

—Me temo que Bella no llegará…

—¿Por qué? ¿Le pasó algo?

—Pasó que… al parecer se arrepintió —le dice el hombre evidentemente angustiado y la expresión de Amaro cambia por completo.

—No, eso no es posible, hablamos anoche, ella me dijo que nos veríamos hoy…

—Envió esa carta en la limusina, el chofer me dijo que se fue con un chico —Amaro abre el sobre incrédulo de lo que el hombre le dice, comienza a leer y su corazón se va haciendo miles de pedacitos pequeños con cada palabra.

«Amaro:

Espero que cuando leas esta carta no sientas rencor hacia mí, porque sabes lo importante que es el amor, pero yo nunca llegué a sentirlo por ti.

Fuiste un buen amigo, un buen compañero, un novio detallista y amoroso, pero eso no era suficiente para mí, que siempre amé a alguien más. Hace poco descubrí que él me correspondía y decidí luchar por ese amor, es por eso que hoy hemos escapado con Javier a un lugar lejano, donde podamos vivir tranquilos nuestro amor, pero también en donde no te avergoncemos.

Perdóname, sé que debimos decirte esto a la cara, pero pensar en tu expresión de dolor me causaba sensaciones que no quise sentir.

Espero que puedas reponerte de este dolor y que encuentres a una mujer que te ame como mereces. Eres un buen hombre, no dejes que yo te arruine.

Con cariño, Bella.»

Un grito desgarrador sale desde lo más profundo de Amaro, mira con odio a Omar y luego camina directo al altar, mira con desprecio a todos los presentes y les grita con furia.

—¡Salgan todos de aquí! ¡La desgraciada esa no vendrá porque se fue con su amante! ¡¡Largo!! —los presente comienza a murmurar, mientras que Virginia se acerca a él para consolarlo, pero él la aparta de manera brusca—. ¡Déjame! No quiero lástima de nadie… —camina hacia el cuarteto y le arranca el arco del violín a la chica para romperlo en dos.

«¡Cállense de una m*****a vez! No quiero a que sigan aquí, ¡Largo! —se dirige al Cristo crucificado detrás del sacerdote y se acerca hacia él, con el alma herida y la expresión de un asesino.

«Juro ante ti que desde hoy despreciaré a cada mujer, como me han despreciado a mí. Ninguna ocupará mi corazón, porque ya no tengo y seré ese ser implacable que se requiere para ser el más poderoso del mundo… solo para acabar con ese par de traidores.

—Hijo, no dejes que el rencor dañe tu alma —le dice el sacerdote, pero Amaro se voltea con la ira en los ojos y le sonríe de medio lado.

—Primero, a menos que tuviera algo con mi madre, no soy su hijo… y si tanto le preocupa mi alma, váyase al infierno a buscarla, porque allá es donde esa mujer la acaba de mandar.

Sale de allí, sin mirar atrás, quitándose la corbata, el saco y la chaquetilla, las deja tiradas en el suelo, mientras que Magnus detiene a Virginia para que no vaya tras él.

—Déjame ir con él, es mi hijo, no puedo verlo sufrir así y solo…

—No lo hagas, casi pude escuchar su corazón fraccionarse por culpa de esa mujer, el tiempo lo sanará, solo debemos ser pacientes y estar para él cuando decida volver a nosotros.

Pero lo que Magnus no sabía era que Amaro no regresaría de esa oscuridad, todo lo contrario, se adentraría aún más.

***

Hace tres años…

Alessia va de camino a su ensayo de la orquesta en donde cumple el rol de primer violín, según su maestra tiene un talento único y la ve en los grandes escenarios, con las orquestas más importantes del mundo.

A sus quince años, es una muchacha llena de vida, inteligente y segura de sí misma. Se ha criado solo con su padre, puesto que su madre murió cuando ella era una bebé y llegó a conocerla.

Sin embargo, nunca sintió que ese amor le faltara, porque para eso su padre hizo el mejor de los trabajos con ella, él mismo se encargó de alentarla en todo lo que se propuso, desde el ballet, pasando por el fútbol, la gimnasia rítmica, hasta que al fin encontró lo que realmente la apasionaba.

Aunque no tenían una fortuna, su padre trabajaba como transportista para una de las empresas más importantes del país y ganaba lo suficiente para ellos, y ahorraba cada centavo que podía solo para asegurar el futuro de Alessia como violinista.

Entra en la academia de la señorita D’Angel, una maestra estricta con sus alumnos, pero gozaba del mejor récord de ingresados a las orquestas de Europa, Alessia estaba allí porque gozaba de una beca por parte de la escuela, tal vez por eso no la quería mucho, pero no se negaba a enseñarle, porque veía en ella el potencial para que continuara.

—Llegas tarde, Alessia —le dice con severidad, sin volverse a mirarla.

—Faltan quince minutos para que inicie la clase —responde Alessia mientras deja sus cosas colgabas y saca su violín para prepararlo.

—Y calentar te toma veinte, llegas tarde.

—Calenté en el autobús, solo debo afinar el violín.

—Hazlo en la otra sala, no quiero escuchar los chillidos de esa cosa a la que llamas instrumento.

—Como usted diga, señorita D’Angel —dice Alessia con aparente cortesía, pero la mujer sabe que es solo una fachada, porque Alessia Vitale puede ser todo, menos cortés.

Alessia sale de allí para irse a la sala insonorizada en donde puede afinar su instrumento, aprovecha de tocar un poco para soltarse, pero la vibración de su teléfono la saca de su melodía. Ve que es de su padre, responde enseguida porque él jamás la llama a esa hora, porque sabe que está prohibido responder los teléfonos.

—Papi…

—Hija… tuve… tuve un accidente…

—¡No, papi, dime que no es grave! ¡¿Dónde estás?! —dice saliendo de allí y corriendo para ir por sus cosas.

—Escúchame, Alessia… no sobreviviré… pero Dios me dio tiempo para decirte que te amo y que debes seguir luchando por tus sueños… no desistas… yo te apoyaré desde donde esté. Te amo mi princesa rebelde…

Puede oír como suspira una última vez y cómo alguien toma el teléfono para decirle que su padre ha perdido la vida.

—¡¡Nooooo!! —el grito espanta a toda la clase y la señorita D’Angel se acerca para reprender a Alessia, quien se lanza a sus brazos descolocando a la mujer—. Mi padre… acaba de morir…

En un acto que nunca jamás nadie vio de la mujer, le devuelve el abrazo a la muchacha, poniendo cara de piedra para no llorar por el dolor que Alessia suelta a través de sus lágrimas.

Cuando al fin siente las fuerzas para ponerse de pie, recoge sus cosas en medio de sollozos delicados, sale de allí sin mirar a nadie y se va al hospital en donde se supone debería estar su padre. Con ayuda de una vecina, puede organizar los servicios fúnebres, los que no tienen costo alguno puesto que la empresa se hace responsable de todo.

Recuerda vagamente a un hombre muy alto, con cara de ogro acercarse a darle el pésame y decirle que si necesita algo, le llame, entregándole una tarjeta, pero en medio del dolor, se olvida de todo y para cuando ve que a su padre lo bajan a la tierra, quiere desesperadamente lanzarse con él.

Después de eso, todo se vuelve caos, porque en su memoria solo ha quedado el último suspiro de su padre, en lugar de aquellas palabras que años más tarde resonarían en su mente más que nunca.

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