Capitulo 2. Forastera

O la vista le estaba fallando, o simplemente estaba viendo un espejismo. Rouse se detuvo para luego amusgar los ojos, aquello no parecía un espejismo. Realmente lo que estaba viendo era un maldito pueblo, su salvación, o posiblemente su perdición.

Sea lo que fuese, necesitaba llegar a él… Pero al dar un paso al frente, sus rodillas fallaron y de pronto el cuerpo de la rubia cae de bruces en la tierra. A raíz del impacto del golpe, Rouse golpea su cabeza con algunas rocas. La chica se queja al instante, entreabre los ojos y observa el pueblo a la distancia.

Parecía tan cercano, pero tan lejano a la vez… el contraste del vapor caliente de la tierra lo hacía ver como si estuviera a punto de arder en llamas. Rouse supo que era muy posible que ese fuese su fin, ya no tenía fuerzas para ponerse en pie y caminar hasta allá.

Y por lo lejos que se encontraba, dudaba que alguien la encontrase en ese lugar. Sin poder evitarlo, cierra los ojos para luego soltar el aliento. Tal vez, lo mejor era esperar la muerte. Total, su vida ya estaba condenada.

Era irónico, después de caminar tanto, para morir tan cerca de la salvación… y con ese pensamiento se sume en la oscuridad.

[…]

—¡Señorita! ¡Señorita!

Un chiquillo intentaba despertar a una mujer que encontró cuando iba de regreso a casa, pero la señorita no le respondía. El muchacho regresaba de sus labores cuidando algunas reses, cuando se topó con el cuerpo de una desconocida tendida en la tierra.

El chico miró sus ropas y sintió algo de vergüenza, ella estaba casi desnuda, solo con las enaguas y la camisa. Sin embargo, lo que más le preocupo al joven era que la ropa de la mujer se encontraba manchada de sangre por un costado. Y a juzgar por el pequeño charco de sangre que yacía bajo la tela de su prenda íntima, asumió que estaba muy lastimada.

Fuera de eso, el ardiente sol estaba quemando severamente su rostro y el resto del cuerpo que estaba descubierto. El chico sabía que necesitaba ayuda, era una forastera, pero también era una dama.

—No despierta, voy a tener que ir por el sheriff.

Y dicho aquello, el muchacho sale corriendo hacia el pueblo. No podía hacer otra cosa, no tenía la fuerza para cargar a la mujer, su única opción era ir por ayuda…

Al pisar el primer escalón de la comisaria, Tom Wesley escucha que alguien grita su nombre a todo pulmón. Inmediatamente, gira el cuerpo para ver a un pequeñajo correr hacia él, lo conocía, era el hijo del herrero, el chico trabajaba cuidando de algunas reses en el rancho de Joy.

Tom se imaginó que algo había sucedido en la casa del anciano… cuando no era un problema, era otro.

—¡Sheriff! ¡Sheriff! Necesito que venga a ver algo.

—¿Qué pasa, muchacho? Ahorita estoy algo ocupado, ¿paso algo con Joy?

—No, sheriff,  es que he encontrado a una señorita muy lastimada.

—¡¿Qué dices?! ¡Una mujer! ¿Dónde?

—Por allá, señor —Señala en dirección al risco —. Está tirada en el piso, y está sangrado mucho. Yo la he visto, la llamé, pero la señorita no me responde.

—Llévame de inmediato.

El sheriff introduce al prisionero en la comisaria dejándolo a cargo de su mano derecha, luego sale de la misma y sigue al muchacho… sentía curiosidad por esa mujer, nadie le había dicho sobre la desaparición de alguien del pueblo. Era extraño que apareciera una mujer de la nada, y menos malherida.

No quiso preguntarle más al muchacho, prefirió ver por su propia cuenta a esa mujer…

Para cuando ambos llegaron al sitio donde se encontraba ella, Tom se quedó un momento perplejo. Esa muchacha no pertenecía al pueblo, era una forastera.

—Es extranjera, sheriff. ¿Qué hacemos? —La voz del chico lo sacó de sus cavilaciones.

—Necesita atención del médico.

—Yo creo que está muerta —Sentencia el muchacho.

Tom siente un respingo en su interior, la muerte de una forastera en su pueblo no era bueno. Se acuclilla para tomarla en sus brazos, pero al hacerlo consigue ver con más claridad su rostro, a pesar de lo sucio y maltratado, la señorita era muy bonita. Su rostro parecía algo refinado.

—¿Está muerta? —En cuanto el niño pregunta, la rubia se queja por el alza de su cuerpo.

—No lo está… corre a la casa del doctor, dile que preparé todo para la llegada de esta mujer. Corre, muchacho.

—Sí.

Mientras el niño emprendió la partida, Tom llevaba sin problemas el maltrecho cuerpo de esa mujer misteriosa. De inmediato, se fijó en la herida de su costado. Parecía severa, porque el gran charco de sangre  que dejo en la tierra era para alarmarse.

Apresuro el paso, pero de manera sutil. Lo que menos deseaba era agravar la situación de esa joven. La necesitaba con vida para qué le explicará muchas cosas, y bueno, tampoco deseaba que muriera.

Para cuando el sheriff llego a la casa del médico, el mismo lo esperaba afuera con el pequeñajo y para ese entonces, un montón de personas se encontraban alrededor de la casa esperando por su llegada.

—Sheriff, ¿Qué ha pasado? ¿Quién es esta mujer?

—Necesito que la atienda, está muy grave.

—Bien, pase.                  

El castaño se adentró al interior de la casa con la mujer en los brazos, seguidamente la rubia fue acostada en una cama preparada especialmente para ella. Tom la miró y fue cuando se percató de que iba prácticamente desnuda en sus brazos. Ese detalle lo hizo acalorarse en el acto.

—Sheriff, necesito que salga de la habitación. Tengo que revisarla —En ese momento, la esposa del médico ingresa con algunas mantas blancas y un recipiente ovalado con agua fresca.

—Claro, estaré afuera.

El castaño sale, echándole una última mirada a la joven tendida en la cama… niega, y sale del cuarto para encontrarse con el hijo del herrero.

—¿Qué estás haciendo aquí? Deberías de estar en casa, tu padre se va a preocupar.

—Quería saber si la señorita se va a reponer.

—No podemos saberlo todavía, será mejor que te vayas a casa.

—Está bien.

El chico se marcha y Tom se le queda mirando a la puerta cerrada en donde se hallaba esa mujer. Su llegada traería muchas polémicas al pueblo. Más le vale que no se muriera.

Al cabo de varios minutos, Tom se asoma por la ventana, fijándose que muchas mujeres sobre todo las del bar, seguían en la espera de alguna noticia sobre la recién llegada. El sheriff niega ante la falta de consideración de esas viejas chismosas.

Se dispuso a salir para mandarlas a todas a sus casas o en su defecto a trabajar, ya había anochecido y ellas seguían allí esperando a por un chisme. Estando a un paso de salir de la casa, la puerta a sus espaldas se abre, el castaño se da la vuelta y ve salir a la mujer del médico.

—Mi marido saldrá en seguida, Sheriff.

La doña empezó a encender algunas velas para darle más iluminación a la casa. Tom optó por posponer la salida de la casa, hasta que el doctor le diera noticias de la mujer. De pronto el mismo sale, limpiándose las manos con un paño blanco manchado de sangre.

—No sé si logre pasar la noche —Fue lo que dijo así sin más —. Ha perdido mucha sangre, tiene una fiebre muy alta y esa herida en su costilla y pies son muy delicadas. Es un milagro de que aun siga con vida.

—¿Crees que muera por la mañana?

—Creo que puede morir esta noche.

—¿No puedes hacer algo por ayudarla?

—Lo siento, Tom. No puedo hacer nada más por ella, he atendido todas sus heridas y le he dado medicina. Todo depende de la voluntad de la señorita para sobrevivir.

El sheriff asiente, si Jesey le dice que no podía hacer nada más por ella, entonces, así era. La chica podría morir en cualquier momento.

—Si le pregunto algo ahorita, ¿crees que me responda?

—Está inconsciente, no dirá una sola palabra.

Tom se quita el sombrero dejando ver lo algo largo que llevaba el cabello. Sería un problema serio si la señorita moría, al menos le hubiese gustado saber de qué pueblo provenía, y porque demonios andaba medio desnuda en medio de la nada, lo que lo llevo a pensar en algo que ni se quería imaginar.

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