Soy su esposo

Pov Maximiliano

Me había quedado estático cuando ví que Emilis reaccionó  de esa manera ante mi besos, no podía creer que para ella yo ahora fuera un completo desconocido que no podía siquiera besarla , cuando aún era su esposo y el hombre que la amaba.

—Solo, dale tiempo —me dijo Britanny antes de irse.

Fui a mi habitación y me cambié de ropa. Necesitaba salir, me sentía ahogado un dolor de cabeza me comenzó a arropan y la ansiedad de sentí que se iba de mis manos me estaba ahogando.

¿Y si Emilis ya no me ama?. Eran las preguntas que rodaban por mi mente en ese momento, y la respuesta era" tu tienes la culpa Maximiliano " y ahí me sentía el hombre más miserable del mundo, el hombre más tomto y desdichado.

Después de vestirme salí de la mansión Brown a casa de mis padres. Cuando no sabía que hacer era el único lugar donde podía pensar, el único lugar donde me podrán ayudar a salir del mundo perdido dónde me encontraba.

Apenas baje de la camioneta unos gritos en el interior llamaron mi atención. Era la voz de papá discutiendo con Mauro. Mauro era un hombre frío, podría causar miedo, pero sin embargo siempre fuimos muy unidos, por esa razón me costó creer que él fuera capaz de traicionarme y acostarse con Emilis, eso era algo que sencillamente nunca me cabio en la cabeza.

Caminé cauteloso para Inter escuchar lo que decían y me quedé inmóvil al oírlos.

—¡Es tu hermano, y le has hecho daño por una mujer Mauro, una mujer es un culo que te coges hoy y mañana no será nada pero Maximiliano siempre será tu hermano! —gritaba mi padre. Mauro estaba arrodillado con la cabeza al piso mientras mi padre lo reprendió una y otra vez. Imaginaba que mi madre no estaba, y por esa razón había gritos en la casa.

Samanta  era una mujer que odiaba los gritos, odiaba las peleas y por nada del mundo podíamos discutir. De niño si había una diferencia entre nosotros nos amarraba desnudos hasta que la solucionaremos.

—La amo — susurró Mauro—. Amo a Paola desde que soy un puberto papá, y lo que hice fue por complacer a Paola, jamás toque a Emilis.

—¿Qué dices Mauro? —pregunté rojo de la rabia.

Ambos me miraron sorprendidos, sobre todo Mauro que no podía creer lo que había oído en ese momento.

—Repite lo que acabas de decir, quiero escuchar de nuevo, ¿que hiciste por complacer a Paola?.

—Nunca me acosté con Emilis Max, jamás la toqué, solo fue un vídeo que lo simulaba pero, nunca tuve nada con ella —salió dando portazos.

Me quedé absorto, si, sabía que Paola planeó todo para separarnos, pero, nunca imaginé que Mauro no la tocará, definitivamente si yo estuviera en los zapatos de Em, me odiara con todas mis fuerzas.

Camine delante de papá y conduje mis manos a la licorera que estaba enfrente. El nudo que sentía en mi garganta nomás no salía, así, que pensé que tal vez con la ayuda de un trago podía bajar.

—No puedes perder a Emilis por culpa del desgraciado de tu hermano y por la envidia de esa muchacha Paola —dijo mi padre sentándose a mi lado a beber.

—¿Cómo hago? — susurré tomando un trago grande de la copa.

—Lucha, lucha hasta que tú cuerpo no resista, si Emilis te dice que no, vuelve a insistir Maximiliano, ¿cómo crees que conquistó a tu madre este hombre feo y arrugado? — sonrió—. No me deje vencer tan fácilmente.

—Creo que Emilis está con Leah, ¿sabes?, uno de los ingenieros de la empresa papá, a veces creo que es lo mejor dejarla ir —trague grueso.

—Arrancarla de sus manos Maximiliano, no te la dejes quitar hijo, el amor, el amor es de valiente y tú, tienes una ventaja —dijó señalando el anillo en mi dedo .

—Gracias papá —abracé a mi padre con el rostro empapado.

Estuve ahí con él, hasta que se hizo tarde y regresé a la mansión. Realmente había veces quería ser yo el que se fuera lejos, el que huyera de esta realidad tormentosa que me ahogaba cada día, porque a veces me preguntaba  ¿Vale la pena? ¿ Realmente vale la pena suplicar perdón ? Porque, si, había sido el peor de los imbécil pero, yo también sufrí.

Estruje mi cabello aspirando hondo en el momento que una llamada me sacó de mi trance..

—Aló— contesté extrañado.

—¿Maximiliano Bronw? — pregunta una voz femenina del otro lado del teléfono.

—Si…— respondo extrañado y enseguida mis alertas se encienden.

—Su esposa Emilis Brown, tuvo un accidente, está en terapia intensiva y necesitamos que venga a hacerse cargo de ella —me quedé estático sin poder reaccionar a los que estaba escuchando.

—Voy para allá —digo dando vueltas en mi auto para ir al hospital.

Mis manos comienzan a dudar, mi corazón está agitado y casi es imposible respirar. Cuando conocí a Emilis hace años era una niña dulce e inocente. Yo la hice mujer, yo le enseñé el amor y también la más dura de las traiciones.

Las lágrimas comienzan a caer sin pedir permiso de mis ojos. Le suplico a Dios,si es que hay uno que permita que ella esté bien, ella merece vivir, ella merece estar bien, no importa si es con Leah, no importa con quién sea, la quiero feliz, así tenga que alejarme de ella, es lo que quiero y deseo, es lo que le pido a Dios en estos momentos.

A los pocos minutos estoy en el hospital central de New York. Me bajo del auto con el corazón desbocado y las piernas temblorosas para dirigirme a resección.

—Soy el esposo de Emilis Bronw ¿dígame cómo es su estado de salud? — preguntó agitado.

—Cálmese señor, llamaré al médico para que venga a hablar con usted  —me dice la recepcionista asustada por mi semblante.

—Si algo le pasa a Emilis moriré dios mío! Siento el dolor en mi cabeza 

—Señor Max— saludo a un médico que está a mi lado.

—¿Cómo está mi esposa doctor? —pregunto preocupado .

—Estable— respiro—. Pero ha perdido mucha sangre y hay que hacerle una transfusión y nos hemos quedado sin sangre en el hospital.

"M*****a sea con los hospitales públicos". Pienso.

—Deberán conseguir dos donadores para ella, por suerte su sangre es común y cualquiera puede donar —me explico y respiro aliviado.

—Yo puedo hacerlo, y buscaré a otro donador no se preocupe— le dije rascando mi cabeza.

Me quedo pensativo sintiendo la ansiedad en mi cuerpo. No pudo llamar a Paola, ella no donaría para su hermana, solo me queda llamar a Bri.

Comenzó a llamar con desespero pero su móvil está apagado, así, que, con pocas ganas llamo a Leah que enseguida me contesta y se dirige al hospital.

A mí me pasa a una sala blanca y me siento mientras una enfermera comienza a sacar mi sangre a lo que a los pocos minutos veo entrar a Leah con el entrecejo cerrado y los ojos rojos.

—¿Qué te dijeron? ¿Cómo está su salud? no me quieren dar información a mi — pregunta sentándose a mi lado 

—Será porque tú no eres nadie y yo soy su esposo —respondo con malicia.

—Uno que la creyó una zorra y la engañó con su hermana —siento las venas de mi frente reventar de rabia.

—Eso no es tu problema, ¿me oyes?—intenté levantarme pero la enfermera me detiene.

— Caballeros, están en un centro de salud por favor compostura —nos mira sería.

—Mira Max, yo amo a Emilis, y quiero estar con ella, así que es mejor que te apartes de su lado —trago grueso.

Me levanto del asiento cuando la enfermera ya ha terminado conmigo y le digo antes de salir.

—Eso lo veremos, recuerda que yo aún soy su esposo —muestro mi dedo y puedo ver el odio en sus ojos…

Hola mis amores! mientras más comenten más capitulos tendrán, así, que a comentar mis papuchos....

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