Abi se levantó muy temprano. Como todos los días, llamó a su padre para ultimar los detalles de la exposición que se celebraría la próxima semana. Sin embargo, a pesar de estar muy ocupada, no podía dejar de pensar en la llamada de Juliet. ¿Por qué querría hablar con ella? ¿Por qué insistía en que se conocieran personalmente? Probablemente tenía que ver con Lucca. Sabía que debía asistir porque se había comprometido, pero su intuición le decía que algo andaba muy mal.
Abi lo encontró en el comedor desayunando. Era extraño que aún no se hubiera ido a trabajar; quizá hoy lo haría desde casa. Intentó dirigirse a la cocina, pero su esposo la detuvo en seco.
—Ven a desayunar conmigo, Abi. Por favor, necesito hablar contigo —dijo Lucca con tanta dulzura que ella no pudo negarse y se sentó a su lado.
—¿Qué quieres? —preguntó, sorprendida por la actitud de su esposo.
—No estés a la defensiva, Abi. Solo quiero desayunar contigo y hablar como lo hacíamos antes.
—¿No tienes trabajo que hacer