Lucca no podía creer lo que veía. A su lado estaba, ni más ni menos, su futura esposa, Abigail Moreno. ¡Qué hermosa era! La foto en la oficina de Pedro Moreno no le hacía justicia. Sus ojos verdes eran impactantes y su sonrisa, encantadora. Sin duda, ella no sabía quién era él, o lo odiaría. Tenía que aprovechar la oportunidad de acercarse a ella.
¿Quién habría pensado que ambos estarían en el mismo avión y en los mismos asientos? El mundo era realmente pequeño. Si su avión privado no se hubiera averiado a último momento, habría perdido la oportunidad de viajar con Abigail. -Es un placer conocerla, señorita Moreno. Déjeme decirle que es usted muy hermosa -dijo Lucca. Abi, al escuchar el cumplido, se puso roja de vergüenza, algo que Luca notó de inmediato. -Lo siento, señorita, no quise incomodarla. -No, por favor, no es nada. Solo que no estoy acostumbrada a los cumplidos. -Si no está acostumbrada es porque los españoles están ciegos -comentó sonriendo. Abi quedó hipnotizada por sus hermosos labios y esa bella sonrisa. Aunque su voz y su acento italiano le resultaban familiares, no lograba recordar de dónde. Seguramente era su imaginación. -¡Gracias! -contestó ella, devolviéndole la sonrisa. Ambos se miraron, incapaces de apartar los ojos el uno del otro-. ¿Eres italiano, verdad? -Sí, signora -contesto él en perfecto italiano-. ¿Usted, señorita Moreno, se dirige a Italia? -preguntó con curiosidad. -¡Sí! Amo ese país. Voy a descansar unos días, a despejar mi mente y a reflexionar. -¿Estás pasando por un mal momento? -Algo así. Pero, por favor, tuteame; puedes decirme Abi. -Gracias, Abi. Así lo haré. ¿A qué lugar de Italia te diriges? -A las montañas de la Toscana. Voy a practicar paracaidismo. Lucca se sorprendió al escuchar lo que Abi acababa de decir. ¿Le gustaban a ella los deportes extremos tanto como a él? -¿De verdad? Déjame decirte que me fascinan los deportes extremos, y estás invitada a practicar paracaidismo en mi negocio. -¿En tu negocio? ¿El lugar donde se practica paracaidismo es tuyo? -Así es. En realidad, es de la familia; lo manejan mis primos -los seres más insoportables que ha conocido en su vida, quienes también están en la carrera por la herencia de su abuelo. -No lo puedo creer, Francesco. Ese lugar es increíble. No es la primera vez que vengo; esta es la tercera. -Wow, disfrutas mucho de los deportes extremos. -¡Sí! Amo la libertad y volar. En el cielo, en lugar de miedo, siento paz. Y eso es lo que necesito en este momento. -Entiendo -contestó Lucca. Abi amaba la libertad y estaba a punto de casarse con él por el dinero de su empresa. O era demasiado buena, o estaba realmente interesada en recuperar su patrimonio a cualquier costo. Tenía varios días para descubrirlo, ya que ambos se dirigían al mismo lugar. Cuando cortó la llamada con Pedro y Abi, uno de sus primos, Philip, lo llamó para informarle que la salud de su abuelo se estaba deteriorando rápidamente. Necesitaba estar con el anciano que lo había criado tras la muerte de sus padres en un accidente de auto. No podía dejarlo solo en ese momento. Encontrarse con ella en el mismo avión le devolvió un poco el humor que había perdido tras hablar con Philip. -¿Estás bien, Francesco? -preguntó Abi, sacándolo de sus pensamientos. -Lo siento. Estaba pensando en otra cosa. -Tus ojos se llenaron de angustia por un momento. ¿Te encuentras bien? - siempre había sido muy perceptiva y podía notar la tristeza en su mirada. -En realidad, no estoy bien. Mi abuelo, la persona que me crio desde muy niño, está muy mal de salud, y voy a la Toscana quizás a despedirme de él -confesó, abriéndose a Abi. Ella tenía un efecto muy tranquilizador en él. -Oh, Dios mío. Lo siento mucho. Pero no te preocupes, Francesco. Verás que tu abuelo se pondrá bien al verte. -Esperemos que así sea. No quiero que sufra. Es una buena persona y no se lo merece. -Tú también eres una buena persona. Seguro tu abuelo ha hecho un buen trabajo contigo -Lucca no podía creer que, horas antes, esa misma mujer le decía que era el mismísimo demonio. Sin embargo, cuando se trataba de dinero y negocios, lo era. -¿Cómo sabes que soy una buena persona? -Lo veo en tus ojos y en tu forma de ser. Eres bueno y te preocupas por los demás -si ella supiera que estaba hablando con Lucca Chiaraviglio, no pensaría lo mismo. Pasaron varias horas charlando, comiendo y bebiendo lo que les ofrecían en el avión, hasta que finalmente se despidieron en el aeropuerto. -¿De verdad no quieres que te lleve hasta el hotel, Abi? -preguntó, preocupado por dejarla sola en un aeropuerto tan grande. -Estaré bien, no te preocupes, Francesco. No es la primera vez que vengo. Ahora mismo tomaré un taxi. Tu abuelo te espera; apresúrate, ve con él. -Gracias, Abi. Espero volver a verte. -Deseo lo mismo, Francesco -respondió, acercándose para darle un beso en la mejilla en señal de despedida. Pero Lucca se movió más rápido y le dio un tierno beso en los labios. Luego, tomó sus valijas y se fue sin decir una palabra, dejándola paralizada. A los pocos segundos, Abi recuperó los sentidos y no podía creer lo que ese desconocido acababa de hacer: la había besado, el beso más dulce y tierno que había recibido en toda su vida. Sin dejar de pensar en ello, tomó su valija y se dirigió a la parada de taxis. Allí, el taxista, muy amablemente, se bajó del auto y la ayudó a cargar sus pertenencias en el maletero. Luego, le dio la dirección del hotel y se dirigieron hacia él. -¿Es usted turista, señorita? -preguntó el taxista en perfecto español. -¡Sí! Soy española. Déjeme decirle que amo su país. Italia es mi lugar favorito en el mundo. -Es un gran país, señorita. España también lo es. -Muchas gracias -ambos siguieron charlando durante todo el trayecto hasta llegar al hotel. Finalmente, Abi descendió del vehículo para ayudar al taxista a bajar las valijas y se sorprendió cuando este arrancó el auto llevándose todas sus pertenencias. El hombre acababa de robarle todo lo que tenía.