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PAIGE

Aprovecho el fin de semana sin Owen para hacer turnos extra y aumentar mi paga a final de mes. Estoy ahorrando porque sé que no puedo vivir siempre con Jo. Owen y yo tenemos que independizarnos. 

El lunes durante mi segunda clase, Jo me manda un mensaje avisándome de que Ashton acaba de dejar a Owen en la guardería. Vuelvo a tener veinte minutos libres y los uso para ver si localizo (esta vez sin mapa) la cafetería. Creo recordar el camino y giro por calles del campus que recuerdo. Hay una máquina de café en la facultad pero alguna vez en estos tiempos muertos sí que me vendría bien tomar un café que no sepa a agua rancia. 

Empujo la puerta de la cafetería, el calor me abraza, por fin puedo dejar de ir encogida en mi sudadera y mi chaqueta. Me pongo en la fila, he visto a varios compañeros con cafés en clase y puedo apurarlo en los diez minutos que me quedan. Estoy unos dos minutos esperando cuando siento que alguien se pone detrás de mi y me hace sobra. Giro la cabeza levemente y chico de la fiesta me sonríe con gracia.

—¡Hey! —me dice—. Paige, ¿cierto? 

Yo asiento lentamente. 

—Sí, y... —dudo. ¿Cómo se llamaba? 

—Samuel —responde.

—Eso, lo siento, primera semana y mucho ajetreo. 

Sonríe y se pasa la mano por el pelo militar. 

—Sin problema, pero no te vi en la fiesta. No pasa nada porque este fin de semana damos otra. La fraternidad está abierta para cuando quieras asistir. 

Asiento de nuevo. Estoy acostumbrada a que la gente me mire mucho a los ojos, sé cómo son, sé que son bonitos, pero nunca me he acostumbrado a eso. Sigue mirándome muy fijamente y poco a poco empiezo a girar cuando lo escucho reírse y levanta las manos. 

—Joder, lo siento es que... —se excusa con una sonrisa seductora—. Tienes unos ojos increíbles. 

—Sí, me lo suelen decir. 

Avanzo en la fila y él detrás de mi. No deja la charla ahí y mantenemos una conversación que sale hasta de la cafetería cuando hemos pedido un café cada uno. Yo voy de camino a mi facultad y no sé si lo sabe, pero hablar con él no está tan mal y parece un chico inteligente aparte de ser muy guapo.

—¿A dónde vas? Porque yo ya estoy en mi facultad —le corto.

Agita la mano y menea su café sin ningún tipo de duda, cómo si todo le diera igual.

—No tengo prisa, todavía me quedan diez minutos. A no ser que quieras saltarte las clases. 

M****a. Mis hormonas me piden que me salte las clases, que es muy obvio para lo que me quiere y yo llevo meses sin sexo y tengo hormonas; pero no, no puedo hacerlo.

—No puedo, sigo acostumbrándome a las clases y tengo una profesora que nos odia, si falto no me enteraré de nada mañana. 

Samuel tuerce el gesto y me asegura que no pasa nada, que ya nos veremos por el campus pronto. Me despido de él con un gesto de mano y cuando saco la vista de su musculado cuerpo, diviso más allá a la noviecita de Ashton mirándome. Tiene cara de odiarme y no me podría dar más igual. Paso de largo, paso de ella y de todo porque suficiente tengo con lo mío.

Tras las clases, ha empezado una suave lluvia y me coloco la capucha de la sudadera para avanzar hasta el aparcamiento. Voy sumida en mí, deseando que no llueva más fuerte porque eso me retrasaría y de repente siento un golpe en el hombro. Me quejo y levanto la vista viendo a mi lado e esa rubia irritante. No la conozco pero ya la odio. 

—No quiero que te acerques a Ashton —me suelta. 

¿Perdona? ¿Quién se cree que es? ¿Es siempre así de invasiva? Son el uno para la otra. 

—Pues vale —musito indiferente. Intento dar un paso y es cuando me agarra del brazo con fuerza. Llevo una chaqueta y una sudadera y aún así siento sus dedos envolverme e intar hacerme daño.

—No, te lo digo enserio, Ash es mío, zorra. 

¿Pero quién coño se cree que es? Me remuevo y me intenta coger con más fuerza. 

—Suéltame —ordeno. 

—Ya sé dónde estudias, no me estés fastidiando porque te las verás conmigo, p**a. Él es mío.

—¡Faye! 

Ese grito me asusta hasta mi. Ella me quita la mano de encima y se hace la santa cuando Ashton se acerca pisando duro y con cara de querer matar a alguien. Igual no es el chico más musculado, ni el más fuerte, pero da miedo. Su expresión y la forma en la que los tatuajes que se asoman lo hacen ver rudo... 

—Sólo estamos hablando, Ash —le dice con voz de estúpida—. ¿A que sí? 

—Que te jodan —bramo. Sólo quiero irme, ni siquiera sabía que él estudiaba ahí, no sabía que tenía novia y no sé nada de él aparte de lo fertil que es. 

—¿Yo a tí qué coño te he dicho? —le escupe con rabia—. No me estés jodiendo. 

Ella pone los ojos en blanco y alarga la mano para tocarle pero él es brusco como un animal.

—Venga, da igual, vámonos a tu apartamento —le ronronea. 

Le veo pasarse la mano por el pelo. Pongo los ojos en blanco y me ajusto la mochila para esquivarlo y seguir andando hasta mi coche. Los escucho discutir unos pocos segundos y no puede importarme menos. ¿Y luego me viene a decir que yo no puedo hablar con Samuel porque es un hijo de p**a? ¡Su novia es una loca!

Lanzo mi mochila a los asientos traseros y la calefacción del coche tarda en funcionar, tengo que darle un golpe a los botones para que marche y no es hasta mitad del camino que el coche se calienta. Hago toda mi rutina y cuando estoy lista para ir al trabajo me paso el tiempo libre con Owen en la guardería. Está bien aunque siempre que sale de las manos de Ashton viene vestido con colores muy oscuros. 

—Tu padre quiere que seas gótico —le digo y él se limita a reírse. 

Ya han empezado a mandarme trabajos en clase y no puedo jugar tanto con él, pero está bien descansando en mi regazo mientras Liv ( la hermana mayor de Jo) me deja su escritorio en el despacho para hacer mis tareas.

—¿Qué haces? —me pregunta con su voz aniñada. 

—Los deberes de mamá.

Jo me sonríe desde su escritrio a mi lado y empieza a arrastrar su silla cerca de nosotros. 

—¿Sabes ese chico...? —empieza.

Uff... Sí, sé de ese chico. Jo lleva hablando de él desde hace dos meses cuando lo conoció por I*******m. A mi me parece que es otro Ashton; se acuesta contigo, te embarazada y yo tengo suerte porque reconoció a Owen pero los hay peores.

—Sí... —la insto a seguir aún centrada en mis tareas. 

—Va a estar en un sitio este sábado. Y he pensado que... 

—Tengo a Owen. 

—Liv puede cuidarlo.

He salido muy pocas veces desde que tengo a Owen, algunas noches ya se lo ha quedado Liv cuando Jo y yo queríamos hacer algo divertido y sí que me vendría bien pasar una noche como una persona de mi edad. 

Suelto mi bolígrafo y Jo me mira con carra de perrito abandonado que me suplica. Hace un puchero y entrelaza las manos bajo su barbilla. 

—Pero si decides irte con ese macarra yo me vuelvo a casa. Y sólo el sábado. 

Sonríe y se quita el pelo teñido de rojo de la cara. Suelta un pequeño chillido y se abalanza rodeándome por el cuello. Huele a niños pequeños y Owen se ríe en mi regazo.

—¡Genial! Será una gran noche —me asegura y le revuelve el pelo a Owen.

—Sí, estará bien —me digo más a mí misma. 

Hace meses que no salgo y la verdad es que necesito sentirme de mi edad. Quiero a mi hijo, ser madre es algo que me encanta ahora y es algo que me ha hecho madurar, pero me consume y a veces me gustaría tener más tiempo para mi. 

Los dilemas internos que siempre tengo a la hora de decidir salir se resuelven rápido porque me voy por la noche y vuelvo por la mañana y de esa forma puedo pasar el mimso tiempo con Owen. El año pasado trabajaba a tiempo completo desde por la mañana hasta tarde, y los fines de semana los quería para cuidar de Owen yo misma, ahora tengo algo más de tiempo para él y aunque esta nueva rutina termine agotándome, no me lo puedo permitir. Soy madre, trabajadora y estudiante, y no puedo permitirme estar agotada para hacer alguna de las tres. 

Por suerte Liv vuelve a no tener problema para quedarse con Owen la noche del sábado; tiene treinta años y un hijo de cinco con el que Owen juega las pocas veces que ella va a vernos al apartamento o que yo voy a su casa. Tengo mucha suerte de tenerla a ella también aunque no es lo mismo a tener a Jo. Jo tiene veinti tres años y no sé si es porque nuestras edades son más cercanas o qué, pero Jo me entiende como nadie. Es mi alma gemela no sexual o romántica. 

Ahora todo es más fácil que el año pasado aunque más ajetreado. La guardería cierra a las siete de la tarde y Jo lleva a Owen al apartamento cuidándolo por mi hasta que a las once llego a casa del trabajo. Suelto mis cosas en mi habitación. El apartamento entero está en silencio salvo por la televisión del cuarto de Jo que siempre se la deja encendida al dormirse. Se la apago y la arropo con su sábana antes de ir a ver a Owen. Está calmado en su cuna con su mantita arropándole y me puedo quedar mirándolo casi media hora. Todo lo que hago es por él, porque si me rindo tendré que volver a casa de mis padres y me lo quitarán, o Ashton lo hará. No puedo dejar que nada de eso pase. 

A la mañana siguiente me despierto cuando Owen está llorando una hora antes de que suene mi alarma. Me tiro en el sofá con él para darle su desayuno y se hace una bolita en mi regazo volviendo a descansar. Está en esa faceta de llorar y quejarse por todo, suerte tengo que no lo haga muy a menudo y suerte tengo de que no haya insistido en vernos a Ashton y a mí. 

—Mami —me llama.

—¿Qué pasa, bebé? 

Se pone de pie en mi regazo y se deja caer contra mi pecho abrazándome por el cuello. Sus dedos se enredan en mi pelo y me estira haciéndome algo de daño, sin embargo no me quejo y le envuelvo con mis brazos. Es tan pequeño...

—Te quiero. 

Sonrío y si pudiera le abrazaria con mucha más fuerza hasta fundirlo en mí. Le amo. Owen es lo mejor que tengo.

—Yo también te quiero. 

Es algo empalagoso conmigo y eso me encanta porque me hace sentir que soy una buena madre. No se aleja de mi mientras me hago el desayuno, lo sujeto con un brazo y se apoya en mi hombro respirando suavemente. Pesa un montón para mi, tengo que ajustármelo unas cinco veces hasta que sale mi café. 

Estoy sentada en el sofá con él acobijado contra mi pecho y bebiéndome el café cuando Jo se despierta. 

—Buenos días —canturreo. 

Lleva el pelo rojizo revuelto como un nido de pájaros y bosteza frotándose los ojos. 

—He soñado con que vivía en una cabaña del bosque con ambiente tropical. 

Me río. 

—Soñar es gratis. 

Apuro el tiempo al máximo para dejar que Owen descanse pero veinte minutos antes de mi hora de salida, tengo que dejarlo dormido en el sofá junto a Jo y corro a arreglarme lo más rápido que puedo. Me lavo la cara, me paso el peine por mi aburrido pelo castaño y lacio y me visto a toda prisa con unos vaqueros negros y una jersey morado que encuentro doblado en la baldosa de mi armario. Salgo de mi habitación hundiéndome los libros y apuntes en la mochila y corro despidiéndome de ellos. Owen se ha vuelto a animar, está corriendo entre la cocina y el salón y Jo le anima a perseguirla. 

—Me voy —me despido y me agacho hasta darle un beso—. Te quiero, te veo luego, ¿vale?

—¡Adiós, mami! —se lleva la mano a la boca y aprieta los labios mandándome un beso. 

Eso me da ánimos el resto del día, nada me estropea ese sentimiento, ni la tonta estúpida novia de Ashton que me mira desde la distancia con su grupito de amigas. Me apunta con un dedo y las cuatro se ríen. Tengo mejores cosas de las que preocuparme que de un nido de víboras que no saben nada mí y supongo que de Ashton tampoco. 

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