El pasado de Emily.
El pacífico sueño de una dulce niña es interrumpido por golpes que rompen el silencio y la sobresaltan en la cama. Su habitación permanece en oscuridad y llama a su madre en un suave susurro, pero no alcanza a escuchar más que ruidos crecientes viniendo del piso de abajo.
A hurtadillas y como si alguien pudiera verla se asoma lentamente por su puerta, solo para escuchar la discusión que se levanta entre voces que no alcanza a reconoce y una muy familiar, es su padre y ella se empieza a llenar de miedo porque nunca antes lo había escuchado gritar con tanto enojo y mucho menos decir malas palabras.
Aferrándose a todo el valor que puede reunir y a su osito de peluche, la pequeña niña camina por el pasillo en dirección a la escalera. Apenas alcanza a espiar la escena que transcurre en la sala en medio de los barrotes de la baranda y nuevamente se llena de miedo y se queda congelada sin poder moverse, esa gente la asusta de verdad. Son muchos hombres desconocidos y en el medio de ellos está su papá.
De pronto, dos tipos lo agarran de los costados y lo sostienen mientras que él se retuerce y suelta palabrotas intentando liberarse, un tipo grande que se para frente a él le dices cosas horribles con una sonrisa que de verdad da miedo y le da la orden a otros dos para que comiencen a golpearlo. La niña ve a su padre lanzar patadas y batallar para esquivar los golpes, pero el mismo hombre de antes saca un arma y le apunta. Eso detiene los forcejeos.
Emily está a punto de gritar pero una mano fría le cubre la boca y el terror corre por su columna paralizando por completo su pequeño cuerpo y llenando de lágrimas sus ojos, nublando su vista e impidiéndole ver quién es la persona que la agarra por la cintura y la levanta del suelo para llevarla hacia el fondo del pasillo.
De verdad está a punto de hacerse pis encima por el pavor de imaginar que alguno de esos malos hombres ha subido y va a hacerle daño, pero la suave voz que susurra en su oído le regresa el alma al cuerpo y tranquiliza un poquito su corazón desbocado. Es su madre.
—Shhh, no hagas ruido, cariño.
La mujer la dirige con cuidado hacia una habitación oscura y la adentra sin encender las luces, apenas alumbradas por la escasa luz que se cuela de la calle a través de la persiana.
—Mamá… ¿Qué pasa? —dice Emily con los ojos anegados y temblando sin parar por el miedo.
La mujer no dice nada, quisiera poder darle muchas explicaciones a su pequeña hija, contarle toda la verdad detrás de ese suceso, confesarle los secretos amargos que guardaron para protegerla y sus vanas esperanzas de poder mantenerla a salvo, alejada de ese mundo de pesadilla del que intentaron huir y que ahora los ha alcanzado. Pero no puede hacerlo, es tarde para las palabras así que no le dice nada.
En cambio, mete a la niña dentro de un closet lleno de mantas e intenta cubrirla con ellas lo mejor que puede. Ella sabe que es momento de despedirse, no hay manera de que las dos vuelvan a verse, pero el nudo que le aprieta la garganta no deja que las palabras fluyan y solo lágrimas silenciosas bajan por sus mejillas asustando más a su pequeña. Ella quiere ser fuerte, de verdad quiere poder darle tranquilidad a su nena, pero también sabe que eso es imposible.
—Mamá… Dime algo, ¿por qué estamos aquí? ¿Por qué me metes aquí? No estamos jugando, tú estás llorando… Dime qué pasa…
—Mily, por favor —habla la mujer en apenas un susurro con la voz quebrada—. Vas a tener que quedarte aquí, debes estar muy quieta y calladita. ¿De acuerdo?
—Pero no quiero estar aquí, está oscuro y no me gusta… Además papá está abajo con esos hombres malos…
—Emily, por favor —suplica de nuevo la madre limpiando las lágrimas en las mejillas de su hijita—. Quédate aquí escondida, necesito ir a ayudar a tu papá. No salgas por nada, hasta que yo no venga por ti, no vayas a salir.
—No quiero que me dejes sola… No me gusta…
—Mi princesa, será un ratito nada más… Te prometo que vas a estar a salvo aquí escondida, pero tienes que quedarte muy calladita, cariño. Esos hombres de abajo son malos y no deben encontrarte.
—Mamá…
—Mily, mi amor, necesito que seas muy valiente ahora. Por favor.
Un fuerte golpe se oye en el fondo y las dos se sacuden por el miedo. Para Emily es desconcertante ver que su madre está tan asustada como ella y que llora sin parar, aunque no haga ruido de sollozos, las lágrimas no han dejado de bajar por sus mejillas. Eso le rompe el corazón porque nunca la ha visto de esa manera, su hermosa madre siempre está alegre, incluso cuando la reprende por algo o ven películas tristes, ella jamás llora de esa manera y eso solo puede significar que algo realmente muy malo está sucediendo.
Con una última mirada hacia la puerta para asegurarse de que nadie venga, la mujer saca un par de pastillas diminutas y una botella de agua y obliga a su hija a tomarlas con urgencia.
—Escúchame bien, Emily, estas píldoras harán que te dé sueño, así que recuéstate y duerme un poco, pero si te despiertas antes de que yo venga por ti, no vayas a salir, por favor, es importante que me obedezcas, solo puedes salir si papá o yo venimos por ti. ¿Entendido?
La niña asiente y se deja recostar en el fondo del closet donde apenas alcanza a caber su cuerpecito extendido, una manta doblada le sirve de almohada y Emily abraza su osito contra su pecho con todas sus fuerzas. Hay una vocecita en su cabeza que le dice que es mejor obedecer, su madre nunca haría nada que pudiera lastimarla y si ella dice que lo mejor es quedarse en ese lugar, entonces eso es exactamente lo que debe hacer.
—Mi princesa, recuerda siempre que papá y mamá te aman con toda el alma, estamos muy orgullosos de ti y siempre vamos a cuidarte, no importa dónde estemos, tú nos tienes aquí —la mujer le apunta en el pecho con el dedo índice y se traga un sollozo mordiendo sus labios—. ¿Entendiste?
—Mamá… No llores…
—Tranquila, mi amor, todo va a estar bien. —dice ella y abraza muy fuerte a su pequeña, tanto que hasta le duelen las costillas.
—Mamá, no te vayas, quédate aquí conmigo, podemos esperar juntas a que esos hombres se vayan y papá venga a buscarnos. No quiero quedarme sola…
—Debo ir con papá, mi amor. Prométeme que vas a obedecer y no saldrás, no importa lo que escuches.
De repente, se escuchan dos truenos desde abajo que las asustan a las dos. La madre acomoda rápido las mantas encima de Emily y besa su frente antes de levantarse.
—Te amo.
Esas fueron sus últimas palabras antes de salir de la habitación y cerrar la puerta.
Emily no termina de entender todo lo que está sucediendo, pero sabe que algo está mal, sabe que su madre está asustada, que los hombres en el primer piso son malvados y que querían lastimar a su padre. A pesar de sus cortos años, ella alcanza a comprender que están en peligro y, aunque quisiera correr hasta sus padres, no es mucho lo que podría hacer para ayudarlos, es mejor obedecer y quedarse muy quieta en ese lugar, incluso si le atemoriza la oscuridad. Pronto el sueño le pesa en los parpados y la niña termina por desvanecerse.
Los minutos transcurren uno detrás del otro en su paso implacable y el silencio vuelve a reinar en la casa, aunque el peso de la tragedia esté a punto de ser revelado.
Los policías han ingresado encontrándose con una escena terrible en el salón familiar. Un hombre tirado en el piso con una herida de bala en el pecho y otra en la cabeza sobre un lago rojo que rodea todo su cuerpo, y una mujer que yace sobre él, como si lo abrazara y con al menos tres impactos en la espalda. No se necesita demasiada experticia para hacerse una idea de lo que sucedió en ese lugar.
Los peritos inician con su trabajo mientras los policías recorren la casa con sus armas dispuestas en caso de encontrarse con los intrusos, el caso se ha reportado como un robo que salió mal. Claro, es difícil creer en esa teoría cuando no falta ningún electrodoméstico y en la habitación principal está el joyero de la señora con todas sus posesiones de valor, incluso dinero en efectivo es encontrado en la mesa de noche. No obstante, al día siguiente las noticias anunciarán la triste historia de una pareja asesinada en su propia casa al ser asaltados.
Uno de los policías que recorre la segunda planta finalmente entra en la habitación donde Emily está escondida y donde ha permanecido dormida por esas horas, completamente ajena a lo que sucedió abajo.
—¡Por Dios! ¡Hay una niña aquí! —grita el hombre al abrir el closet y encontrarse con esa sorpresa.
Él solo acerca su mano a la diminuta nariz para confirmar si está respirando o no, sería un error contaminar la escena si se trata de otro cadáver, pero antes de que pueda alzarla al comprobar que la niña está con vida, uno de los paramédicos llega a su lado y le hace una rápida revisión. No presenta lesiones y, de hecho, la niña comienza a removerse por el alboroto y despierta un poco.
Emily está confundida, su cabecita no logra despejarse y ningún pensamiento claro aparece para ayudarla a entender lo que sucede a su alrededor, ella solo consigue ver luces que le irritan los ojos y escucha gritos y pasos de un lado a otro.
—¿Te sientes bien, niña? ¿Te duele algo? —pregunta el paramédico amablemente, extendiendo su mano hacia ella con cautela para no asustarla.
—Sí… —responde Emily con miedo y la voz pastosa.
Sus parpados pesan una tonelada y mantener los ojos abiertos se convierte en una labor titánica, no puede hacerlo, tiene demasiado sueño.
—Creo que fue drogada —murmura el paramédico preocupado—. Cariño, no vamos a lastimarte, vinimos para ayudar, ven, dame tu mano, voy a llevarte a un lugar donde puedas descansar. ¿De acuerdo?
Emily quiere tomar su mano, de verdad quiere hacerlo, pero dos pensamientos opuestos batallan en su cabeza. Por un lado, ella sabe que puede confiar en ese hombre con uniforme de médico, pero su madre le dijo que no saliera. La pobre niña ni siquiera alcanza a ordenar sus ideas, los químicos en su cuerpo son implacables y la arrastran de regreso a la oscuridad.
═══════ • ♥ • ════════
Una semana transcurrió en un parpadeo para algunos y tortuosamente lenta para otros.
Emily fue atendida y sus abuelos llegaron a buscarla en cuanto fueron notificados de las malas noticias. A pesar de estar devastados por la pérdida de su única hija, los señores Hall se estaban esforzando mucho por brindarle tranquilidad y consuelo a su nieta. Ella era la principal víctima de todo lo ocurrido y era quien más enfrentaría las consecuencias de esa fatídica noche.
Muy pocas personas asistieron al funeral y la niña no había acudido a la escuela, ahora que se había mudado a vivir en casa de sus abuelos, lo más probable es que fuera transferida. Todo su mundo había cambiado, cada cosa que formaba parte de su cotidianidad le fue arrancada sin piedad ni consideración. Por eso, estaba sentada en un columpio del parque cercano a su vieja casa, habían ido a recoger lo último de sus cosas y ella se negó a entrar de nuevo en ese lugar, así que sus abuelos le permitieron esperar afuera.
Emily estaba agarrada de las cadenas de ambos lados mirando a sus pies mecerse de un lado al otro con una expresión tan desolada y solitaria que rompería cualquier corazón. Su falda rosa con florecitas comenzó a mojarse con las gruesas lágrimas que escapaban de sus ojos porque ella se sentía tan triste, tan sola, tan desconsolada. Aceptar que sus padres ya no estaban era demasiado difícil, entender que se habían ido de su lado para siempre le apretujaba el pecho con un dolor que no se iba. Nada era igual… Nada volvería a ser igual nunca más…
Durante esos días ella intentó mantenerse fuerte porque podía escuchar a su abuelita llorando todo el tiempo, cuando estaba con ella sonreía de manera forzada y le decía palabras dulces, Emily sabía que su intención era consolarla, pero era imposible no tonar sus ojos rojos e hinchados y los labios lastimados de tanto morderlos. Sus abuelos también estaban sufriendo y por eso ella no se soltaba a llorar en cada minuto. Pero ahora estaba sola en ese lugar, nadie la vería, nadie lo sabría.
De pronto, el cielo parece contagiarse con su tristeza y se rompe en medio de crujidos, la lluvia comienza a caer y a ella no le importa mojarse, se queda sentada en ese columpio, meciéndose adelante y atrás con lentitud debajo del agua, un poco agradecida en el fondo porque parece que el cielo llorara con ella.
Entonces, algo cambia, Emily nota que las gotas ya no caen sobre su cabeza y abre los ojos encontrándose con una figura conocida frente a ella. Es un niño de su escuela, uno con el que no se lleva nada bien, él parece detestar su mera existencia y siempre le dice palabras malvadas que ella no duda en responder. Pero no ahora, está demasiado cansada y triste como para gastar energía en una discusión inútil. ¿Qué importa si la ve llorando? Nada, no importa nada porque ella va a cambiarse de escuela y no tendrá que verlo más.
Pero él no dice nada, no se burla, no la critica, no la molesta, simplemente se queda ahí parado sosteniendo su paraguas sobre ella y mirándola en silencio.
—Te estás mojando. —le dice Emily con la voz afectada y un poco incomoda por el silencio raro entre los dos.
—No importa. —responde él tranquilamente y sin dejar de mirarla.
Emily no puede sostener el peso de esa mirada oscura que parece apabullar y para distraer sus ojos lo recorre de arriba abajo, dándose cuenta de que él va vestido completamente de negro, incluso lleva una cinta de luto en su brazo. Eso le hace pensar en ella cuando enterraron a sus padres.
—¿Murió alguien que conocías? —pregunta curiosa.
—Sí, mi abuelo murió hace dos días, hoy lo enterramos en la mañana.
—Lo lamento mucho. —le dice sinceramente.
—Está bien, no estoy triste, no lo conocía realmente. Mi papá y él no se hablaban hace mucho tiempo. También murió mi tío hace unas semanas y tampoco lo conocía.
—Eso es terrible, de todas maneras eran parte de tu familia.
—Puede ser —dice él encogiendo sus hombros—. Ahora tenemos que irnos de la ciudad, mi papá dijo que nos vamos a mudar por un tiempo.
—¿Y qué haces aquí si está lloviendo?
—Vine a despedirme de mi mamá, ella vive cerca; ya me iba, pero te vi… Quería decirte que lamento lo de tus padres, de verdad. —el niño baja su mirada reflejando pesar en su bonita cara.
—¡Joven King! ¡Debemos irnos! ¡Su padre lo está esperando en el aeropuerto! —se escucha el grito de un hombre de traje que se asoma por la ventana de un auto grande y lujoso estacionado a un costado.
—¿Quieres que te lleve a tu casa? —pregunta el niño con un tono tan amable que a Emily le cuesta creer que se trate del mismo diablillo que tanto la molestaba en la escuela.
—No hace falta, yo vivo cerca y mis abuelos no deben tardar en venir. Pero gracias por ofrecerte. —responde ella con un ligero sonrojo que no entiende bien de dónde salió.
—Me tengo que ir… Toma. —El niño extiende su brazo para entregarle el paraguas negro que sostiene.
—¡No! ¡No hace falta! —exclama Emily espantada porque el chico ha empezado a mojarse completamente.
—Yo subo al auto y no lo necesito más, en cambio tú vas a quedarte aquí bajo la lluvia.
—Entonces… Si vas a dejármelo, hagamos un trueque… —dice Emily hurgando en el pequeño bolsito que cargaba, buscando algo que pudiera entregar a cambio—. Mira, yo me quedo con tu sombrilla y tú te quedas con esto, cuando nos volvamos a ver lo intercambiamos de nuevo. ¿De acuerdo?
Emily le ofrece un pequeño llavero con la forma de un sol sonriente que lleva en el reverso impresa la frase: “Siempre sale el sol”. Él lo toma, lo observa unos segundos y luego lee en voz alta.
—“Siempre sale el sol”.
—Mi abuela lo dice todo el tiempo, por eso me regaló ese llavero. “Después de la tormenta, siempre sale el sol”.
—Gracias. —dice él encerrando en su puño el llavero y es la primera vez que sonríe en ese encuentro.
Emily le recibe entonces el paraguas y sus dedos fríos se rozan por un momento, ocasionando que sus miradas se enganchen en un silencio que ya no es incómodo.
—Yo te dije mentiras. —confiesa él con un sonrojo en las mejillas que sorprende demasiado a la niña.
—¿Mentiste?
—Todas las cosas feas que te dije eran mentira. Creo que estaba molesto porque me ignoraste la primera vez que te hablé. Ya no importa, lamento haber sido tan grosero…
Entonces, antes de que Emily pueda responder o siquiera reaccionar, el niño se inclina en un movimiento rápido y junta sus labios en un suave beso. Ella se queda congelada con los ojos muy abiertos y puede ver que él ha cerrado los suyos. Y así, de esa manera tan inesperada y sorpresiva, el niño odioso con cara bonita le ha robado su primer beso.
Él se incorpora con las mejillas más encendidas que antes, suelta el paraguas y sale corriendo, dejándola ahí bajo la lluvia, también con las mejillas coloradas, el corazón acelerado y una sensación cosquilleante sobre sus labios.
—¡Eres la niña más bonita, Emily! —grita el niño por la ventanilla de su auto y luego su imagen desaparece a medida que se aleja.
Una sonrisa preciosa se dibuja en la carita avergonzada de Emily mientras ella mira esa sombrilla como si fuera el tesoro más preciado en el mundo. Será todo lo que le quede de ese niño que acaba de llevarse su primer beso como un ladrón furtivo que escapa después de su fechoría. Lástima que nunca más volverá a verlo.
Un nuevo día comienza con la típica rutina de levantarme a tropezones, bañarme en tiempo récord y vestirme con lo primero que encuentre. Bajo las escaleras con saltos largos que deberían calificarme a las olimpiadas y, justo antes de entrar a la cocina, reduzco la velocidad y camino en puntas de pie, la idea del grito de mi abuela que se avecina me hace sonreír.—¡Emily! —me reta mi abuelo que estaba sentado leyendo su diario.—Ya tenías que arruinarlo. —le digo molesta.—No se saluda de esa manera en esta casa, jovencita. —me reta mi abuela y, dándose la vuelta, me regala un beso en cada mejilla.—Quería darte una sorpresita abuela, pero resulta que tu marido es un aguafiestas.—Si dejaba que la asustaras te ibas a quedar sin abuela —me dice él sonriendo—. Ahora ven aquí y dame mi abrazo.—¡Como si fuera una vieja! —se queja ella dándole un golpecito con el cucharón en el hombro.Yo lo abrazo muy melosa porque disfruto mucho cuando se celan entre los dos a ver a quién le doy más cari
Me acerco a la barra y pido un agua para calmar la ansiedad. No estoy dispuesta a tomar nada de alcohol porque soy blanda con la bebida y nunca me avergoncé de reconocerlo. Además, mañana tengo turno temprano y soy muy responsable con mi trabajo, al que amo con el alma.—¿Bailas, preciosa? —me pregunta alguien.—No, estoy esperando a mi novio. —digo sonriendo y tomo un sorbo de mi agua.—Qué pena. —se lamenta el tipo y se va.Detesto la situación en la que me ha puesto mi amigo, no sé cuántos me quieren llevar de aquí. No me avergüenza admitir que soy atractiva, sería hipócrita negarlo, la genética que me heredaron mis padres coincide a la perfección con los estándares de belleza socialmente aceptados en este país: soy rubia, de ojos azules, delgada y de estatura media; no es un mérito mío, en realidad, yo no hice nada para ser como soy, simplemente son los genes mezclados de mis padres, así que no puedo vanagloriarme por ser bonita ni menospreciar lo que la vida me ha dado.Pero, vol
Nicolas, Angela y yo, nos encontramos parados frente a la doctora Olivia y el nuevo voluntario, nada más y nada menos que Jonas Williams.Nos habían avisado que seríamos sus tutores ante el juzgado, porque el tipo está aquí cumpliendo condena, haciendo tareas comunitarias. Solo que jamás me hubiera imaginado que el mundo es tan pequeño, él es uno de los amigos del tal Aron, lo reconocimos al instante con Nicolas; nunca podría olvidar cómo se reía divertido de la situación esa noche que su amigo y mi amigo se agarraron a las trompadas.Apenas Olivia se retira de la sala de descanso, Jonas comienza a mostrar la hilacha, tiene un carácter y un temperamento de porquería: es soberbio y altanero; no le gusta aceptar órdenes de nadie; nos ha tratado a Angela, Nicolas y a mí como si fuéramos menos que nada. Típico de cualquier niño rico caprichoso que hace lo que se le da la gana.Camino con él por los pasillos y los puestos de enfermería mientras reviso algunas carpetas con los datos de paci
Les doy una mirada periférica evaluándolos y sonrió lo más amable que me es posible.—Cualquier cosa que necesiten…—Pero ¿ella está bien? —vuelve a preguntar para mi sorpresa el chico, incorporándose. —Oye, Ethan —dice el otro enfiestado riéndose las carcajadas—. ¿Qué pasó? ¿Te gustó la niña esa? —¡Idiota! —grita y a mí se me crispan los pelos, cuando veo que el tal Ethan se levanta y le estampa un puño en el estómago. El que me reclamó al principio mi demora, se mata de la risa mientras ve a su amigo quejándose en el sillón. Yo me pego la media vuelta y ya estoy por salirme cuando escucho que el tipo me dice. —Oye, preciosa, vuelve en cinco minutos trayendo lo mismo. Me vuelvo hacía él y solo asiento con la cabeza. Él me mira de arriba abajo, lamiéndose los labios y yo ya me enervo, especialmente cuando agrega. —Da gusto verte servir, delicia. —¡Ya dejen de comportarse como imbéciles! —grita el más joven, mientras los otros dos se ríen sin parar como desquiciados.Salgo del l
Yo me he quedado dura como una piedra. Esto ha sido lo más raro que he vivido en la vida, no me gustó para nada lo que pasó aquí, odio la clase de gente que se cree que tiene derecho a hacer lo que le venga en gana solo por tener dinero. Pero hay otra cosa que me enerva incluso más. ¡¿Cómo mierda pudo gustarme un tipo como ese?! Me maldigo a mí misma mientras levanto y limpio el desastre que dejaron. Al final, tenía razón, él es como Jonas, por eso deben ser amigos, Anthony es arrogante, soberbio y no le importa ni un comino el sentimiento ajeno. Cuando me doy la vuelta algo me conforta, al menos, la carita feliz de Jenna que viene y me abraza con ganas mientras me da las gracias. El resto de la velada es tranquila y cuando todo termina, en lo único que pienso es en que quiero llegar a casa y me apresuro a salir.Me dirijo hacia mi coche casi corriendo, ya es muy tarde y ni un alma transita por ahí, eso me asusta más que los tipos de adentro.Entonces, veo a unos metros de mi auto
—¡Me voy! —grito a mis abuelos antes de salir de casa—. ¡Recuerden que paso el fin de semana en la casa de un amigo!—¡Por fin! —grita mi abuelita feliz—. ¡Dios ha escuchado mis plegarias! —¡Alto ahí, Emily White! —me reclama mi abuelito—. ¡¿Quién es ese amigo?!—¡A ver cuándo nos presentas a tu novio!Me largo de una vez, matándome de la risa. Les he dado para que tengan de qué hablar, discutir y meditar durante todo el fin de semana.Por suerte, Nicolas, Angela y yo, coincidimos este mes en nuestro descanso. Así que aprovechamos para ensayar las canciones de la obra teatral que estamos preparando para nuestros pequeños del hospital. Lástima que no estará Olivia.Entre los tres nos propusimos acercarnos más a Jonas, para hacer más amigable la relación y más fácil nuestro trabajo. Ya ha pasado poco más de una semana desde que llegó. Aunque es muy bruto, hay que darle crédito en el esfuerzo que está haciendo por mejorar. Así que ya, más animados con los cambios que nos sorprenden, vam
—Hola, bonita. Hago como si nada, voy a una mesada, dejo las cubeteras con hielo ahí, busco un paño seco y comienzo a preparar la compresa improvisada con toda la parsimonia del mundo.—¿Piensas ignorarme?Sí. Todo el tiempo. Por eso ni lo miro, bueno, un poquito y de reojo nada más.Anthony está parado con las manos en la cadera, espectacular como la estatua de un gladiador tallada en bronce, las proporciones de su cuerpo, los músculos anchos y duros, cada contorno y cada detalle es tan perfecto que me hace preguntarme por qué no es un modelo también; dejando de lado mis confusos sentimientos por él, que siguen en una guerra abierta entre la atracción más salvaje y el desprecio absoluto, puedo asegurar que él es el más guapo de sus amigos, incluso más que Chris.Prefiero no pensar más en eso y sigo con mi cabeza gacha, preparando esta cosa para Samuel.—Si crees que eso te ayuda. —dice Anthony y me sopla en el oído, naturalmente mis hombros se encogen con eso y pongo cara de molesta
En lo que resta de la mañana hacemos nuestro intento de ensayo. No nos ha salido nada, pero nos hemos reído a más no poder, incluso si los amigos de Jonas se han quedado y eso nos hace sentir incómodos porque nos observan como si fuéramos bichos raros.Miro a Nicolas que tiene los ojitos brillando de felicidad al verse así de tranquilo junto a Aron. No puede parar de mirarlo, aunque el tipo ni se dé cuenta.—Se ve que va mejorando y no va a quedar amoratado —comenta de repente Angela, observando los abdominales de Samuel y yo la veo demasiado preocupada por el paciente.—Si queda moretón, voy a tener problemas en el trabajo. —se lamenta Samuel.—Lo siento mucho. —se disculpa mi amiga y baja la vista.—¡No! No, disculpa —dice el flaco suspirando—. Yo no quise… Fue mi culpa ¿de acuerdo? Yo debería haberme comportado más decente…—¡Oye! —pego el grito—. Bájate esa camisa que no hace falta que estés presumiendo tus abdominales perfectos a estos pobres mortales. —termino por decir seria. C