Les doy una mirada periférica evaluándolos y sonrió lo más amable que me es posible.
—Cualquier cosa que necesiten…
—Pero ¿ella está bien? —vuelve a preguntar para mi sorpresa el chico, incorporándose.
—Oye, Ethan —dice el otro enfiestado riéndose las carcajadas—. ¿Qué pasó? ¿Te gustó la niña esa?
—¡Idiota! —grita y a mí se me crispan los pelos, cuando veo que el tal Ethan se levanta y le estampa un puño en el estómago.
El que me reclamó al principio mi demora, se mata de la risa mientras ve a su amigo quejándose en el sillón. Yo me pego la media vuelta y ya estoy por salirme cuando escucho que el tipo me dice.
—Oye, preciosa, vuelve en cinco minutos trayendo lo mismo.
Me vuelvo hacía él y solo asiento con la cabeza. Él me mira de arriba abajo, lamiéndose los labios y yo ya me enervo, especialmente cuando agrega.
—Da gusto verte servir, delicia.
—¡Ya dejen de comportarse como imbéciles! —grita el más joven, mientras los otros dos se ríen sin parar como desquiciados.
Salgo del lugar apretando mis dientes, cerrando mis ojos con fuerza y esperando que no termine por estamparle a alguno en la cara la bandeja, porque “la fiera” dormida que llevo adentro, quiere salir a la luz.
Ya fuera, me ventilo el cuerpo, sacudiendo mi camisa porque los nervios que me han hecho sudar. Entonces, alguien me habla por detrás.
—Disculpa.
Me doy la vuelta y me encuentro con el tal Ethan, así que vuelvo a mi carita feliz y pregunto.
—¿Se le ofrece algo?
—¿Está bien?
—¿Perdón? —inquiero confundida porque no entiendo.
—Tu compañera —me dice serio e incómodo—. ¿Se encuentra bien? Aquellos idiotas la molestaron. La vi salir… No parecía estar bien.
Yo me sonrío, no sé qué decirle al chico, apenas si logro rascarme la cabeza, justo en ese momento, Ethan se queda duro, mirando algo, me vuelvo a donde observa y me doy cuenta de que está viendo a Jenna servir otra de las mesas. Él entonces se responde solo.
—Ya entiendo. Si fuera ella tampoco querría estar ahí sirviéndonos. —dice triste y se va.
Bueno, eso sí me ha sorprendido, al parecer, no todos los niños ricos son iguales.
—Dame de lo mismo. —le digo a uno de los chicos de la barra.
—¿Siguen igual? —me pregunta preocupado.
—Gente de m****a. —comento y él se va para preparar la orden.
Estiro mi cuello, haciendo girar mi cabeza, estoy tensa y me digo a mí misma:
—Quisiera cantar.
—Alguien ya te ganó el micrófono. —me dice sonriendo el barman que me ha escuchado.
—¿Qué?
Apenas unas teclas del piano han sonado y esos breves toques ya me han resultado melancólicos. Es una melodía simple que no llama mi atención, así que me pego la vuelta para irme en medio de la penumbra de la sala… Hasta que escucho su voz, es grave, es triste, es taciturna de verdad.
—Bebé… Ha sido un largo tiempo esperando, un largo, largo tiempo…
Me regreso, yo conozco bien esa canción porque todas las noches la canto…
Me acerco un poco para verlo. En medio de la luz que solo brilla para él, está elevándose con los ojos cerrados, pero ya no se ríe del mundo, sino que suplica por algo.
—¿Puedes escuchar mi corazón palpitar? ¿Puedes escuchar ese sonido?
¿Puede ser el mundo tan pequeño? De nuevo me encuentro a este hombre soberbio y altivo. Él canta. ¿Para quién canta? ¿A quién le canta? Eleva su rostro a lo alto, serio y triste en su himno, como queriendo llamar a alguien de verdad con el corazón.
—Y entonces, levanté la mirada hacia el sol y pude ver, oh, la manera en la que la gravedad tira de ti y de mí.
Como si fuera un decreto, mi cuerpo entero tira hacia él, mi cerebro no reacciona, la naturaleza pareciera que exige a mis pies transitar en su dirección.
Él abre sus ojos como queriendo ver el sol que no se ve, busca y busca a algo o a alguien sin encontrarlo. Mueve imperceptiblemente su cabeza convencido de las palabras que dice cantando, arrastra cada frase como si no fuera suficiente cantar, como si quisiera gritarlas.
Sus ojos que parecen desorbitados y perdidos buscan un punto fijo. Y entonces, lentamente baja la vista y se encuentra… Conmigo.
Él me mira. Solo me mira y sigue cantando, y yo… Le sigo la canción en un murmullo perdido de mi corazón desbordado que palpita fuera de control. Porque el resto del mundo desapareció y yo lo estoy viendo solo a él.
—Puedo oír latir tu corazón, puedo oír ese sonido.
Parada, sin saber qué hago ahí, mirando extasiada de nuevo a ese hombre, sigo la melodía de sus labios brillantes que se mueven y noto en sus ojos que se clavan en mí con el brillo del dolor que se enciende en una lágrima. Una lágrima que corre por su mejilla y se pierde en la nada.
Sus dedos siguen tocando la melodía y yo lo miro, no puedo hacer otra cosa más que analizar sus gestos y la habilidad que tiene de hundir esos dedos en las teclas del piano sin dejar de mirarme un solo segundo.
Mientras él busca ese sol, yo solo encuentro la noche con las estrellas cinceladas en su cuerpo atlético, fibroso y arrogante, como la primera vez que lo vi elevándose en medio de todos con los brazos abiertos. Escucho los aplausos de la gente que hay ahí y parpadeo confundida, es como si recién me diera cuenta de que estoy parada en frente del escenario, como si fuera una fanática loca persiguiendo a su artista favorito.
Me siento una estúpida total y más todavía cuando veo que él me mira con una mueca que no entiendo en su rostro y una mano de mujer se posa en su pecho. Él se voltea velozmente para ver de dónde vino ese toque.
—¡¿Sharon?! —exclama el tipo—. ¡¿Qué demonios haces aquí?!
—Hola, cariño. —dice ella y le da un beso en los labios.
M****a. ¿Qué demonios hago en esta situación tan confusa? Mejor me largo.
Camino rapidísimo hacia la barra pensando en él y esa mujer tan impresionante que lo ha besado. Y yo como una idiota ahí parada, me avergüenzo de mí misma, solo recordarme mirándolo como lo miraba me hace sonrojar. Tomo la bandeja con el pedido que ya me estaba esperando y vuelvo al compartimento privado. Respiro hondo y entro.
—Te demoraste dos minutos. —me dice molesto el tipo que me había dado el tiempo para volver.
—Lo siento —digo sonriendo, haciéndome la tranquila y sirviendo—. No volverá a ocurrir.
—Claro que no, porque te quedas aquí —me ordena el infeliz, como si pudiera—. Y solo te vas cuando yo te diga que nos traigas de nuevo las cosas.
—¡Ya déjala en paz, James! —dice Ethan golpeando con su puño el sillón—. ¡Se están comportando como un par de pendejos pajeros!
—¡Cuidado, Ethan! —lo confronta el tipo serio y levantando su índice—. ¡Ubícate, niño!
—¿Qué ocurre aquí? —dice fuerte alguien detrás de mí.
Apenas si puedo reaccionar de lo agitada que estoy. Puedo sentir el calor de un cuerpo enorme casi pegado al mío, su aliento ha hecho que se me ericen los pelos de mi nuca; me siento cubierta por completo, pero estoy demasiado tensa como para voltearme, así que solo puedo quedarme congelada en ese maldito lugar.
—¡Tu primo que no respeta a la gente adulta! —dice el tal James en tono duro y seco.
—¡Y tú que no respetas nadie! —responde el chico.
Los dos se levantan, enfrentándose y pareciera que una nube oscura de rabia los envuelve.
Yo me encojo como queriendo desaparecer del lugar, el tipo que estaba detrás de mí pasa a mi lado y se frena entre los dos que se quieren pelear. Solo lo veo de espaldas y me sorprende la altura que tiene, es enorme, su silueta marcada se refleja en la penumbra y se delinea en su camisa bien ceñida al cuerpo.
—¡Basta, Ethan! —grita—. ¡Siéntate!
—Pero, Anthony…
—Sé amable, Ethan. —le dice ahora tranquilo, tomando su hombro con fuerza.
El chico le obedece de muy mala gana, desplomándose en el sillón, y yo me lleno de bronca por ver cómo le llaman la atención a él, siendo que ha sido el más maduro y considerado de todos ellos. Se ve que el tal Anthony está de parte de los otros dos.
Me paro derecha reponiéndome de la situación y, aprovechando para irme con una excusa perfecta, pregunto al que acaba de llegar.
—¿Se le ofrece algo, señor?
El tal Anthony se da la vuelta para verme y yo… ¡Santa m****a! Definitivamente el mundo es demasiado reverendamente pequeño, una completa miniatura.
—¿Bonita? —murmura apenas, abriendo bien sus ojos sorprendido.
Yo me hago la desentendida e inclino levemente mi cara al costado, tengo las mejillas ardiendo y el estómago revuelto de ansiedad. ¡No puede ser!
“Bonita”. Así me llamó la otra noche de la pelea.
—¡Ya te dije que te quedas! —interrumpe el tipo que sigue parado y se peleó con Ethan, como si fuera el soberano y yo su esclava.
Yo lo miro furiosa, aprieto con mis manos la bandeja que sostengo con ganas, como preparándome para darle con ella en la cara. Entonces, el tal Anthony me sorprende cuando lo mira serio, desafiándolo y me dice a mí.
—Trae otra ronda de lo mismo, por favor.
Yo no pierdo ni un segundo y me voy corriendo para hacer el pedido. Honestamente, no sé por qué estoy tan enojada, sabía que me estaba exponiendo a todo eso cuando le ofrecí ayuda a Jenna.
—¿Y cómo va eso? —me pregunta de nuevo el barman.
—¿Tú qué crees? —digo respirando agitadísima.
—Lástima que el dueño no está. No creo que a él le hubiera gustado esto.
Los dos nos miramos como diciendo: “él ya hubiera arrojado esa basura a la calle”, pero no podemos hacer más que continuar con nuestro trabajo, así que tomo la bandeja y regreso al lugar convenciéndome a mí misma de no golpear a nadie.
—Te demoraste de nuevo. —me dice el tal James.
—Disculpe. —digo sonriéndole.
Él me mira y yo me siento incómoda de verdad, debo admitir que es un hombre atractivo, claro, si no fuera por su personalidad; se acomoda en el sillón, apoya sus codos en sus rodillas y, siguiendo mis movimientos, dice sonriendo:
—Pareces una chica inocente.
Cuando dejo una botella de cerveza y un vaso frente al tipo enorme que ahora sé que se llama Anthony, me doy cuenta de que me mira enojado, como si yo hubiera hecho algo malo. Entonces, escucho que el otro tipo, del que no sé el nombre, habla.
—Yo quisiera probar de esa inocencia, ahora.
Mis reflejos son tan buenos y tan impecables, por cierto, que salen a la luz cuando cazo en el aire la mano que está intentado llegar a mi lindo trasero. Sin miedo lo miro fijo y le aprieto con toda mi fuerza la muñeca. Ya sé quién fue el cerdo que agarró a mi compañera.
—Pero ¿qué m****a? —dice el tipo furioso.
Bueno, soy enfermera, ninguna chica debilucha podría ser enfermera. Me enfrento a situaciones exigentes y tensas todo el tiempo, así que tengo que ser físicamente fuerte, pero dudo que estos tipos sepan de esas cosas. Suelto al tipo que se pone derecho en frente mío mirándome con mucha bronca y yo también lo enfrento seria. A mí nadie me toca. Entonces, escucho para mi sorpresa que dice Anthony como si nada:
—Esto está aburrido. Nos vamos ahora.
Se pone de pie, seguido de Ethan que suspira. Se le nota al chico arto de estar en compañía de los otros dos.
—¿Aburrido? —protesta James riéndose—. Recién empieza la diversión.
—Vamos. —insiste Anthony.
—No quiero. —dice James mirándolo furioso sin intención de moverse de ahí y yo siento el ambiente muy pesado otra vez.
Anthony se le acerca como un depredador. Solo se sienten las pisadas de sus zapatos, se le para en frente y le sonríe como si le divirtiera la situación, se agacha y le murmura algo al oído. Noto que a James le caen gotas de sudor por la frente y mira a Anthony lleno de odio; más cuando le estampa palmadas en su cachete y se le ríe en la cara.
Anthony se incorpora de nuevo y, mirando a las mujeres, ordena sin dejar esa sonrisa que me da escalofríos:
—Vamos a seguir con la diversión a otro lado. Ethan, arregla la cuenta.
—Claro. —dice el chico y se va a la barra.
Me sorprende ver cómo le obedecen. Todos se retiran y yo siento que James me clava la mirada mientras se está yendo.
Yo me he quedado dura como una piedra. Esto ha sido lo más raro que he vivido en la vida, no me gustó para nada lo que pasó aquí, odio la clase de gente que se cree que tiene derecho a hacer lo que le venga en gana solo por tener dinero. Pero hay otra cosa que me enerva incluso más. ¡¿Cómo mierda pudo gustarme un tipo como ese?! Me maldigo a mí misma mientras levanto y limpio el desastre que dejaron. Al final, tenía razón, él es como Jonas, por eso deben ser amigos, Anthony es arrogante, soberbio y no le importa ni un comino el sentimiento ajeno. Cuando me doy la vuelta algo me conforta, al menos, la carita feliz de Jenna que viene y me abraza con ganas mientras me da las gracias. El resto de la velada es tranquila y cuando todo termina, en lo único que pienso es en que quiero llegar a casa y me apresuro a salir.Me dirijo hacia mi coche casi corriendo, ya es muy tarde y ni un alma transita por ahí, eso me asusta más que los tipos de adentro.Entonces, veo a unos metros de mi auto
—¡Me voy! —grito a mis abuelos antes de salir de casa—. ¡Recuerden que paso el fin de semana en la casa de un amigo!—¡Por fin! —grita mi abuelita feliz—. ¡Dios ha escuchado mis plegarias! —¡Alto ahí, Emily White! —me reclama mi abuelito—. ¡¿Quién es ese amigo?!—¡A ver cuándo nos presentas a tu novio!Me largo de una vez, matándome de la risa. Les he dado para que tengan de qué hablar, discutir y meditar durante todo el fin de semana.Por suerte, Nicolas, Angela y yo, coincidimos este mes en nuestro descanso. Así que aprovechamos para ensayar las canciones de la obra teatral que estamos preparando para nuestros pequeños del hospital. Lástima que no estará Olivia.Entre los tres nos propusimos acercarnos más a Jonas, para hacer más amigable la relación y más fácil nuestro trabajo. Ya ha pasado poco más de una semana desde que llegó. Aunque es muy bruto, hay que darle crédito en el esfuerzo que está haciendo por mejorar. Así que ya, más animados con los cambios que nos sorprenden, vam
—Hola, bonita. Hago como si nada, voy a una mesada, dejo las cubeteras con hielo ahí, busco un paño seco y comienzo a preparar la compresa improvisada con toda la parsimonia del mundo.—¿Piensas ignorarme?Sí. Todo el tiempo. Por eso ni lo miro, bueno, un poquito y de reojo nada más.Anthony está parado con las manos en la cadera, espectacular como la estatua de un gladiador tallada en bronce, las proporciones de su cuerpo, los músculos anchos y duros, cada contorno y cada detalle es tan perfecto que me hace preguntarme por qué no es un modelo también; dejando de lado mis confusos sentimientos por él, que siguen en una guerra abierta entre la atracción más salvaje y el desprecio absoluto, puedo asegurar que él es el más guapo de sus amigos, incluso más que Chris.Prefiero no pensar más en eso y sigo con mi cabeza gacha, preparando esta cosa para Samuel.—Si crees que eso te ayuda. —dice Anthony y me sopla en el oído, naturalmente mis hombros se encogen con eso y pongo cara de molesta
En lo que resta de la mañana hacemos nuestro intento de ensayo. No nos ha salido nada, pero nos hemos reído a más no poder, incluso si los amigos de Jonas se han quedado y eso nos hace sentir incómodos porque nos observan como si fuéramos bichos raros.Miro a Nicolas que tiene los ojitos brillando de felicidad al verse así de tranquilo junto a Aron. No puede parar de mirarlo, aunque el tipo ni se dé cuenta.—Se ve que va mejorando y no va a quedar amoratado —comenta de repente Angela, observando los abdominales de Samuel y yo la veo demasiado preocupada por el paciente.—Si queda moretón, voy a tener problemas en el trabajo. —se lamenta Samuel.—Lo siento mucho. —se disculpa mi amiga y baja la vista.—¡No! No, disculpa —dice el flaco suspirando—. Yo no quise… Fue mi culpa ¿de acuerdo? Yo debería haberme comportado más decente…—¡Oye! —pego el grito—. Bájate esa camisa que no hace falta que estés presumiendo tus abdominales perfectos a estos pobres mortales. —termino por decir seria. C
Estoy adormilada después de la siesta que he tomado en la casa de Jonas antes de venir al apartamento de mi jefe que me llevará al trabajo. Harry me reta porque he llegado tarde a su casa y quisiera seguir durmiendo. Se me nota porque bostezo como si me lo fuera a tragar.—Te voy a arreglar esa cara. —me dice y empieza a jugar conmigo, maquillándome.—¡No! —me quejo.—Calla. Te vas a ver divina.—No quiero, Harry…—Si al natural eres preciosa, maquillada eres de infarto —agrega al final, cuando ya ha esfumado la sombra negra de mis ojos y el delineado perfecto—. Te hace una mirada impactante y profunda.Yo me río. Lo adoro por ser tan maternal.Después de su batalla conmigo vamos rumbo al SKY, el lugar donde debo trabajar hoy. Harry conduce y parece más ansioso de lo normal.—Es uno de los clubes más importantes de la ciudad. ¿Alguna vez fuiste?—¡¿Estás loco?! —exclamo haciéndole un gesto despectivo—. Como si me hubieran dejado entrar. Ya sé qué club es ese. Todo el mundo sabe del SK
—Ve al depósito —me indica el encargado—. Busca solo champaña y lleva cuatro botellas, se ha terminado. Quédate y ayuda a servir, ahí está el jefe.Busco las botellas y las llevo al sector que me indicaron. Se nota que el lugar es especialmente exclusivo porque hay dos tipos parados en ese inmenso balcón, donde impiden la entrada a algunos y a otros sí los dejan pasar. Los guardias me detienen y me miran con desconfianza hasta que escucho la voz del señor King que les grita:—¡Déjenla pasar!—Lo siento —se disculpa uno—, no te habíamos visto antes.—Está bien. —respondo y sonrío.Dejo las botellas en la barra y el barman comienza a destapar cada una.—Cara nueva. Eres linda. —me dice el chico y yo solo sonrío.Mientras él termina, yo observo a mujeres bailar alrededor de unos sillones blancos. Ahí está el jefe con otros amigos, le están montando un espectáculo y están desnudas. Yo estoy realmente impactada por todo esto. Harry tenía razón, esto es otro mundo para mí.En eso, William K
Hago a un lado mi rostro como si eso pudiera amilanar esta sensación irresistible de querer besarlo. Porque quiero. Quiero sentir de nuevo sus brazos alrededor de mi cuerpo. ¿A quién quiero engañar? Mentirme a mí misma no es una opción.Anthony se acerca a mi oído y susurra con esa voz grave que me estremece.—Tú no perteneces a este mundo. Tu mundo es otro.Muy en contra de lo que mi razón indica, vuelvo mi rostro para encontrarme con el suyo. Lo miro interrogándolo, pero él endurece sus ojos terriblemente, luce casi aterrador.—Bonita —susurra en un gemido grave y ahogado que me hipnotiza—. Tu mundo es otro.Anthony mira mis labios y yo sé que se muere por besarlos. Se acerca despacio y yo no puedo moverme, pero no quito la mirada de la suya. De nuevo viene esa sensación de calor que me recorre y me consume. Es tan terroríficamente agradable, que no me entiendo a mí misma.Y entonces, sin saber cómo pienso esto que digo, abro mis labios y susurro.—Mírate, Anthony… Tú estás en mi es
El pasado de Emily. El pacífico sueño de una dulce niña es interrumpido por golpes que rompen el silencio y la sobresaltan en la cama. Su habitación permanece en oscuridad y llama a su madre en un suave susurro, pero no alcanza a escuchar más que ruidos crecientes viniendo del piso de abajo. A hurtadillas y como si alguien pudiera verla se asoma lentamente por su puerta, solo para escuchar la discusión que se levanta entre voces que no alcanza a reconoce y una muy familiar, es su padre y ella se empieza a llenar de miedo porque nunca antes lo había escuchado gritar con tanto enojo y mucho menos decir malas palabras. Aferrándose a todo el valor que puede reunir y a su osito de peluche, la pequeña niña camina por el pasillo en dirección a la escalera. Apenas alcanza a espiar la escena que transcurre en la sala en medio de los barrotes de la baranda y nuevamente se llena de miedo y se queda congelada sin poder moverse, esa gente la asusta de verdad. Son muchos hombres desconocidos y en