Capítulo 5.

Yo me he quedado dura como una piedra. Esto ha sido lo más raro que he vivido en la vida, no me gustó para nada lo que pasó aquí, odio la clase de gente que se cree que tiene derecho a hacer lo que le venga en gana solo por tener dinero. 

Pero hay otra cosa que me enerva incluso más. ¡¿Cómo m****a pudo gustarme un tipo como ese?!

Me maldigo a mí misma mientras levanto y limpio el desastre que dejaron. Al final, tenía razón, él es como Jonas, por eso deben ser amigos, Anthony es arrogante, soberbio y no le importa ni un comino el sentimiento ajeno. 

Cuando me doy la vuelta algo me conforta, al menos, la carita feliz de Jenna que viene y me abraza con ganas mientras me da las gracias. El resto de la velada es tranquila y cuando todo termina, en lo único que pienso es en que quiero llegar a casa y me apresuro a salir.

Me dirijo hacia mi coche casi corriendo, ya es muy tarde y ni un alma transita por ahí, eso me asusta más que los tipos de adentro.

Entonces, veo a unos metros de mi auto a alguien apoyado en un auto de esos carísimos. Un Aston Martin One-77. Ningún mortal común y corriente podría tener uno de esos, evidentemente este hombre no es un mortal común y corriente. Es Anthony.

Me detengo unos segundos porque él me está mirando y antes de terminar hipnotizada de nuevo, vuelvo a la cordura y me acerco a mi vehículo marca “para cualquier mortal común y corriente como yo” y tranquila saco las llaves de mi morral.

Su voz grave y profunda surge en medio de la nada. 

—Quería disculparme contigo por lo que pasó adentro. 

Lo escucho decir en un tono cauteloso y yo miro hacia todos lados, como si no supiera que es a mí a quién le habla. Cuando ya no puedo fingir demencia por más tiempo, suelto una sonrisa sarcástica y no le digo nada. Todo lo que quiero hacer es largarme de ahí.

Abro apenas la puerta de mi auto, cuando siento la presión de algo que la cierra de una estampida. Miro asustada y molesta la mano de Anthony, no sé en qué momento ha llegado hasta mí, es tan grande que debo elevar mi rostro para poder verlo. Él me mira serio y sin una expresión que me deje hacer lectura de lo que piensa.

—Emily ¿verdad? —me dice y yo, desconcertada, abro mi boca sorprendida—. Así te llamó tu amigo esa noche de la fiesta.

Dijo mi nombre. Él solo necesitó pronunciar mi nombre con esa voz gruesa, rasposa y sedosa a la vez, para que yo sienta que un terrible cosquilleo recorrer mi columna y anidar en mi estómago. Estoy hecha gelatina, pero tengo que aparentar seguridad, así que recojo los fragmentos de mi serenidad y miro a un costado y con una sonrisa, elevo mi rostro para verlo y le digo: 

—Anthony ¿verdad? Así te llamó uno de tus amigos allá adentro. 

Nos quedamos en silencio unos segundos. Él no deja de mirarme, no sé qué espera, pero me siento incómoda, sé que me está analizando y detesto eso porque me da la pauta de que quiere controlar y dominar la situación y conmigo no va a poder.

Él aprieta sus labios, respira fuerte porque veo que sus fosas nasales se inflan, está nervioso o ansioso por algo. Sin quitarme los ojos de encima, me habla aparentemente tranquilo y seguro. 

—Sé que piensas que soy un imbécil por no haber intervenido. Sé que crees que no me importó nada de lo que pasó ahí dentro. Sé que estás convencida de que soy igual que los idiotas que te estaban molestando; pero créeme que lo que hice fue para protegerte. No tienes idea de quiénes son ellos. 

Respiro agitada y nerviosa, me es inevitable detenerme en esos labios carnosos y ahora brillantes que acaba de humedecer con su lengua. Anthony solo está ahí parado, agarrando con su mano la puerta de mi auto, como si eso pudiera impedir que yo me largue de aquí. Baja su cabeza y la sacude, está molesto, se le nota cuando bufa y murmura bajito como para sí mismo, pero yo alcanzo a escucharlo. 

—Mierda… No le debo explicaciones a nadie…

Suspiro ya cansada de estar con este hombre que lo único que hace es crisparme los nervios. Me quiero ir ya mismo y pienso en que solo debo aceptar sus disculpas para que me deje en paz, así que abro mis labios para hablar.

—¿Y quieres que te idolatre, te aplauda, te admire o qué diablos? —digo riéndome de él en su cara—. Si no soy nadie —agrego divertida, encogiendo mis hombros traviesos—. No debería importarte un carajo. Ahora, si me disculpas…

Quiero hacer el intento de abrir la puerta, pero él me lo impide. Ahora se apoya deliberadamente en mi auto y lo miro sería, ya me siento realmente furiosa, mucho más cuando veo que sus labios se curvan y se cruza de brazos.

—¡¿Te estás burlando de mí?! —le grito de una.

—Puede ser. —me responde muy tranquilo y yo lo quiero matar. 

—¡¿Esa es tu forma de pedirme disculpas?! 

—No las aceptaste. 

Miro incrédula a todos lados, como buscando a alguien, pero ni un alma transita por el lugar. Mientras tanto, él me sigue la vista, hasta que termina incrustándome sus ojos oscuros y divertidos en los míos. No entiendo a este tipo de ahora, jugando como niño conmigo. 

—¡Hazte a un lado! —le ordeno furiosa al ver que se ríe de mí.

—Oblígame.

—¡Eres un estúpido idiota!

—¡¿En serio?! —exclama burlón.

—¿Qué demonios… ? —digo soltando una mueca de bronca e intentando empujarlo para que se mueva—. Oye… En serio ¡Córrete!

—¿En serio quieres que me corra?

No puedo evitar sonrojarme y querer tragarme las palabras cuando puedo ver la perversión en su mirada.

—Haz que me corra. —me dice arqueando una de sus cejas en un gesto entre seductor y retador.

—¡Te lo digo en serio! 

—Yo también…  

Con todas mis fuerzas manoteo su brazo para hacerlo a un lado, pero el tipo es una piedra incrustada en el asfalto. Yo tiro con más rabia de él y comienzo a forcejear, pero él se me sigue burlando y ya puedo ver que realmente esta situación le resulta de lo más divertida porque lo escucho que suelta una carcajada mientras yo sigo luchando. 

Nunca había visto una sonrisa tan inmensa, mirar sus labios abiertos en una carcajada me ha distraído. De pronto, me siento estampada de espaldas contra mi propio vehículo y sus largos brazos rodean en una milésima de segundos mi cintura y me presiona a su cuerpo.

—Peleas mucho, bonita. —susurra casi sobre mis labios y yo siento su aliento caliente y fresco hacerme cosquillas y robarme el mío.

—Suéltame —le digo furiosa, pero suena como un susurro apenas y él me aprieta más, necesito liberarme de él antes de derretirme y forcejeó con fuerza—. ¡¿Qué m****a crees que haces?!

Ha vuelto a ser el serio de antes, no entiendo a este hombre, en un segundo es un niño juguetón y ahora… Esto.

Por más que intento liberarme golpeando con mis puños su pecho, eso solo ha logrado que me amarre con más poder y me aprisione con rudeza sobre sí mismo. Un rugido nervioso sale de sus labios, haciendo que me estremezca por completo, contagiándome de su calor.

Su mandíbula se aprieta y sus ojos brillan ardiendo, sus cabellos negros y resplandecientes se han pegado a su frente; eso ha hecho que pierda el control de mí, sin poder entender por qué, mis ojos se quedan aferrados a la profundidad de los suyos. Me ha dejado congelada como si estuviera bajo algún hechizo.

—Yo sé… —me habla en mi boca—. Que tú viniste a mí. 

El ardor de su aliento es tan fuerte, exquisito y peligroso, que hace que mi rostro se mueva a un costado. Tengo vergüenza porque me ha descubierto y ya no soy capaz de sostenerle la mirada.

—No sé… —jadeo insegura, obligándome a hablar—. No sé de qué hablas…

—En el piano… —susurra, mientras yo siento que huele mi cuello—. Cuando cantaba, cuando tocaba… Tú viniste a mí. 

Y es verdad, pero jamás podría admitirlo. Jamás podría decirle a nadie que todo mi cuerpo se dirigía naturalmente al suyo. Como la otra noche lo deseaba, de nuevo hoy, yo lo deseaba demasiado, más de lo que mi cordura podía resistir.

—No… No es así…

“Bebé… Ha sido un largo tiempo esperando, un largo, largo tiempo”…, pero viniste…

Siento que mi cuerpo se estremece completamente cuando percibo cada uno de sus dedos enterrarse en mi costado. Recuerdo el piano y las teclas ¿Qué acaso soy su instrumento?

Con una mano sostiene mi nuca, con la otra sujeta mi cintura y yo, no sé qué hacer, no puedo ni siquiera respirar.

—Bonita. Eres tan… Bonita —murmura y siento que su pulgar delinea mi mandíbula—. Tú me viste. Solo tú puedes verme. Porque tú sabes quién soy.

Entonces me vuelvo a él como buscando una m*****a explicación a lo que acaba de decirme.

Mala decisión.

Sus labios carnosos y húmedos se apoderan de los míos con suavidad, yo solo puedo ver sus ojos cerrados, las gotas de sudor en su frente y la inmensidad de su cuerpo cubriéndome completamente. Estoy a punto de ceder, de cerrar mis ojos y entregarme a todas las sensaciones que me invaden, de permitir que este fuego me consuma… Pero… No puedo… Lucho con fuerza de nuevo, tratando de apartarme de él, golpeo con mis puños su pecho, aunque él no se aparta un centímetro de mí.

Muerdo su labio, pero eso solo lo ha encendido más porque su boca jugosa y violenta me exige con poder abrir la mía y, cuando lo consigue, percibo su lengua jugando en mi interior para, finalmente, dominarme con su poder, sin entender por qué.

Y sin más, mis párpados van cediendo. Lentamente cierro mis ojos. He perdido. Estoy perdida. Y no me importa.

Ahora, estoy probando del agarre de sus brazos fuertes y autoritarios que me sostienen. Era esto lo que quería la otra noche. era esto lo que anhelaba cuando lo vi hoy de nuevo, probar de su aliento, de su lengua, de sus brazos, de sus besos. Yo quería probar a Anthony y lo estoy haciendo, es mucho mejor que cualquier pálida sombra que hubiera tenido en mi imaginación y por eso correspondo con ganas, con la misma pasión, la misma necesidad, la misma hambre… Hasta que un movimiento hace que me sacuda completamente, su miembro se presiona a mi cadera con fuerza.

¡Dios! ¡Me estoy hundiendo! ¡Yo estoy perdiendo! Si me quedo, si sigo, si lo dejo, yo no seré más que otra de sus cosas, algo con qué jugar. No quiero ser solo un polvo, no quiero solo follar. Antes, puede ser, pero ahora… No.

—¡No! —grito en sus labios—. ¡No! ¡Suéltame!

Me armo de valor, luchando contra mí misma y vuelvo a forcejear con rudeza, con el mismo ímpetu con el que él me aferra yo hago fuerza para deshacerme de su agarre. Furiosa, entonces, empujo sin vacilar, lo aparto y me aparto del auto que ayudó a mantenerme allí atrapada.

—¡No! —sigo gritando, quizá para convencerme más a mí que a él.

Tambaleo insegura, mis piernas son de gelatina y amenazan con no ser capaces de sostenerme. En este momento solo mi terquedad y voluntad me mantienen de pie, y como queriendo demostrarle que me daba aversión haberlo sentido, mintiéndole a él y a mí misma, con mi mano limpio rabiosa mis labios. 

—¡Hijo de puta! —grito—. ¡¿Quién te has creído que eres?!

Lo miro iracunda y, entonces, le descargo con fuerza todo mi puño de piedra en su mandíbula, en un grito animal, yo no soy una damisela delicada que vaya a darle una cachetada, no, yo soy una fiera que él no debió despertar y que va a dejarle al menos un moretón.

—¡Mierda! —protesta él tocándose su rostro, quedándose de costado.

—¡Yo no soy uno de tus juguetes! —exclamo iracunda. 

Él me mira con un gesto confuso en su rostro sin quitar la mano de su mandíbula, queriendo hablar sin saber qué decir. Así que, aprovecho y rápido me meto en mi auto, quejándome.

—¡Imbécil! ¡Y así querías que te disculpara! 

Y me voy, dejándolo ahí en medio de la acera. Ni siquiera me volteo a verlo. No quiero verlo, aunque sus palabras sigan retumbando en mis sesos, tengo que arrancar esto de raíz. 

“Yo sé… Que viniste a mí”. 

No puedo pensar con claridad, la lógica se me pierde con este hombre. Anthony me desquicia completamente incluso sin conocerlo… No quiero conocerlo, no debo. 

“Bebé… Ha sido un largo tiempo esperando, un largo, largo tiempo, pero viniste”. 

¿Qué demonios quiso decir con todo eso que dijo? ¿Qué m****a quiso provocar diciéndome esa m*****a canción? Eso fue perverso y manipulador, pero no soy una idiota, no señor.

“Bonita. Eres tan… Bonita. Tú me viste. Solo tú puedes verme. Porque tú sabes quién soy”

Seguro que a todas les dice lo mismo. 

Estoy tan avergonzada de todo esto. Si tuviera que explicar qué es lo que más me indigna de esta noche de m****a, tendría que admitir que me enfurece ese beso que me dio, porque de verdad que me gustó… Me gustó demasiado ese beso de Anthony.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo