Capítulo 1

Un nuevo día comienza con la típica rutina de levantarme a tropezones, bañarme en tiempo récord y vestirme con lo primero que encuentre. Bajo las escaleras con saltos largos que deberían calificarme a las olimpiadas y, justo antes de entrar a la cocina, reduzco la velocidad y camino en puntas de pie, la idea del grito de mi abuela que se avecina me hace sonreír.

—¡Emily! —me reta mi abuelo que estaba sentado leyendo su diario.

—Ya tenías que arruinarlo. —le digo molesta.

—No se saluda de esa manera en esta casa, jovencita. —me reta mi abuela y, dándose la vuelta, me regala un beso en cada mejilla.

—Quería darte una sorpresita abuela, pero resulta que tu marido es un aguafiestas.

—Si dejaba que la asustaras te ibas a quedar sin abuela —me dice él sonriendo—. Ahora ven aquí y dame mi abrazo.

—¡Como si fuera una vieja! —se queja ella dándole un golpecito con el cucharón en el hombro.

Yo lo abrazo muy melosa porque disfruto mucho cuando se celan entre los dos a ver a quién le doy más cariño. Miro mi móvil y me doy cuenta de la hora.

—Duermo en casa de Nicolas. —digo mordiendo una manzana.

—¿Salen a bailar esta noche? —pregunta mi abuela entusiasmada.

—No, tengo que estudiar para un curso que estoy haciendo.

—A ver cuándo te diviertes un poco más —me reclama ella—. Tan bonita y tan guardada…

—Es una chica centrada —le rebate mi abuelo—. Déjala en paz.

—¡Henry Lee! ¡Ella tiene que conseguir novio algún día!

—¡Letizia Lee! ¡En esos lugares a dónde quieres que salga, nada bueno va a encontrar!

—¡Gracias abuelo! —exclamo, dándole un abrazo apretado a él y un beso terrible a ella antes de marcharme corriendo.

Mi abuela está desesperada porque ella considera que necesito más diversión en mi vida. Mi abuelo, en cambio, cree que estoy muy bien así, soltera y concentrada en mi profesión.

No sé cómo hacerle entender a mi abuela que mi trabajo es realmente divertido y que amo lo que hago. Me siento completa con mi profesión, soy enfermera de rehabilitación en el Hospital Central, me recibí con las mejores calificaciones en la Universidad de Yaguara, junto a mi mejor amigo de toda la vida, Nicolas Brown.

Ahora, me dirijo a su departamento para estudiar, en unas semanas rindo un curso que estoy haciendo con él, pero cuando llego, me encuentro con algo muy distinto pues él ya había hecho otros planes para nuestra noche, sin avisarme.

—¡No, Nicolas! ¡Ni sueñes que voy a ir contigo! —le grito a mi amigo que me insiste en que lo acompañe a una fiesta.

—Por favor, Emily —me ruega juntando sus manos como si fuera de vida o muerte la cosa—. No quiero ir solo…

—Nicolas —digo en tono duro—. Dime la verdad. ¡¿Por qué demonios quieres ir a esa m*****a fiesta?!

Nada. No me dice una palabra, pero yo sé que este inocentón, se hace, porque de inocente no tiene nada. Pongo mis puños en la cintura y espero a que me diga algo. En medio de muecas dubitativas murmura algo bajito y yo acerco mi oído.

—Habla fuerte que no escucho…

—Que… —y larga algo bajito de nuevo.

—¡Que hables fuerte, carajo! —grito y él pega un salto.

—Katia me invitó hace mucho para que fuera.

—Claro, ella te invitó… —digo con mi adorable tonito sarcástico—. ¡Eso fue antes o después de que te drogara y te violara! ¡No me vayas a decir que te enamoraste de esa loca desquiciada obsesiva del demonio y resultaste ser un masoquista! —digo y le doy un golpe en la cabeza.

—¡No! —me grita ofendido tomando su cabeza—. Pero… Pero…

—Pero ¿qué?

—Yo… Quiero aclarar las cosas con Aron. —murmura compungido y yo lo quiero reventar a patadas.

—Nicolas Brown, ¡acaso estás loco! —grito furiosa, sacudiendo mis manos para todos lados—. ¡No voy a dejarte ir a esa fiesta para que te conviertas en picadillo en las manos de ese tipo que amenazó con matarte!

—¡Pero yo no tengo la culpa! ¡Y él lo tiene que saber!

—Razona, enano —digo tratando de volver a la cordura—. El tipo te encontró en la cama con su querida novia a la que creía la Santísima Virgen, y la muy perra le confesó que estaba perdidamente enamorada de ti mientras que tú la seguías embistiendo como un animal. ¿Crees que realmente Aron te quiera escuchar? ¡Claro que no, él te va a matar en cuanto te vea!

—Pero… Pero… —balbucea y a mí me exaspera.

—Pero ¿qué?

—Yo quiero… Yo quiero…

—Yo quiero ¡¿qué?!

—Necesito aclarar las cosas con Aron. —dice tembloroso y veo esos ojazos que se le llenan de lágrimas.

—Nicolas… ¿Tú? —digo mirándolo bien a la cara que ya luce pucheros terribles—. Tú no… ¿Tú no estarás…?

Se agacha y veo unos lagrimones que se deslizan por sus mejillas, él está con sus manitos en el pecho y a mí se me estruja el corazón por verlo así.

—Nicolas —digo lamentándome de la situación—. ¿A ti te gusta el tipo ese?

Y ahora sí que se le salen las lágrimas a borbotones, así es mi hermano de la vida, un algodón de azúcar andante.  

—Emily —dice moqueando y limpiando su nariz—, esto… Esto no… Me puede… Estar pasando… A mí…

Ya me desarmó con esos sollozos. Lo abrazo fuerte, lo pego a mi pecho y me pongo a llorar con él. Qué injusticia de la vida que le guste justo la persona que más lo odia en el mundo, pero no pienso ir a la dichosa fiesta y no lo voy a dejar ir tampoco. Se seca las lágrimas y yo le vuelvo a decir:

—Mira, Nico, mañana temprano vemos cómo hacemos para buscarlo y concertar una cita para que hables con él. Si vamos a esa fiesta… Quién sabe con quién ande Aron… Es peligroso.

—¿Eso crees?

—Sí —le digo segura y rogando para que él entienda—. Debe estar borracho por ahí. Debe estar odiándote y diciéndole a todos que “te va a matar cuando te vea”. ¿Entiendes? ¡A todos sus amigotes! Es peligroso que vayamos, Nico.

Le paso un pañuelo de papel y mi amigo se seca hasta la última gota de moco que le quedaba en la nariz. Me mira con esos ojazos enormes y me hace un puchero dramático.

—Gracias, Emily —dice y se seca las lágrimas—. Eres la mejor amiga, tienes razón —y respirando hondo agrega—. ¿Me acompañas a comprar cerveza? Necesito… Necesito relajarme y apoyo moral. Angela vino hoy y se terminó toda la cerveza que había en la nevera.

—Claro que sí, hermanito —digo y me lo atraigo al pecho para abrazarlo de nuevo—. Vamos.

Nicolas se trepa en su auto y arranca a toda velocidad, apenas si me ha dado tiempo de ponerme el cinturón de seguridad.

—Oye, Nico… Ve más despacio. —le ordeno.

Pero él ni me escucha, parece poseído en medio de la autopista.

De repente, veo que pasamos un supermercado, después un bar y otro almacén, y hasta una tienda que dice “24 horas” en un letrero enorme y brillante que es imposible que no haya visto.

—Oye, Nicolas…

Yo me vuelvo muda a Nicolas y ya le veo los ojos diabólicos, con esa sonrisa m*****a propia de él, de cuando se acaba de mandar una travesura y se ha salido con la suya.

—¡Nicolas Brown! —grito furiosa, pero él ni se inmuta—. ¡Me las vas a pagar! —rujo, golpeando con mi puño la ventanilla y pataleando en el asiento como desquiciada.

Recién ahora me doy cuenta de que me ha arrastrado al lugar de la fiesta. Me rindo. Si le pego un golpe o si discuto con él, si me tiro del auto, o finjo estar asustada, no me valdrá de nada con él. Me ha arrastrado a un lugar en donde no quiero estar y a él no le conviene estar, así que mejor me cruzo de brazos y me quedo quieta.

—Y te dices mi mejor amiga —me reclama—, si fueras mi mejor amiga ¡no me vería obligado a esto!

—¡Los mejores amigos no se secuestran, idiota! —le grito al muy caradura—. ¡Los mejores amigos se escuchan y dan los mejores consejos!

—¡Los mejores amigos te acompañan en las buenas y en las malas! —me escupe con esa bocota terrible.

—¡¿Y quién está sentada aquí ahora?! ¡¿He?! ¡¿He?! —le devuelvo donde le va a doler—. ¡Aron te va a querer matar y yo en medio de esa gente te voy a tener que salvar! ¡Así que más respeto porque soy la única que va a estar de tu lado en ese lugar!

Bueno, eso lo ha dejado mudo y haciendo de nuevo pucheros.

—Vamos, Nico —le suplico—. Estoy cansada. ¡Mañana trabajo temprano!

—Creo que… Creo…

Yo sonrío con la esperanza de que me diga “Creo que tienes razón “ y nos demos la vuelta. Pero, en cambio, él abre sus labios y dice con una sonrisa cínica.

—Creo que llegamos.

Y sí. Llegamos.

Estamos en medio de un terrible edificio de gente muy, muy rica, en el distrito norte de la ciudad. De repente, veo unos autos lujosos aparcados en la vereda. Hasta noto a guardaespaldas que esperan a sus patrones, porque están ahí parados, duros y atentos a cualquier movimiento. Muchos chicos y chicas entran al lugar que está abierto, la fiesta se da en uno de los departamentos, y puedo ver desde abajo que se trata de uno de dos plantas completas, porque la diversión se da a la vista en dos balcones llenos de enfiestados.

—Mierda —murmuro—. ¿Qué… ? ¡¿Dónde me trajiste?!

—Vamos. —me dice él y se baja como si nada.

Yo como una tonta lo sigo. Me olvidé de que había planeado quedarme quieta en el auto.

Pero la cosa no aparenta ser tan fácil, porque hay que dar el nombre en el ingreso a un recepcionista que confirma si te encuentras en la lista. A alguien que estaba delante de nosotros, lo sacan a la rastra por haber querido entrar sin estar ahí.

—Nico… ¿Cómo… ?

—Dame tu identificación. —me exige él y yo no sé por qué demonios obedezco y se la entrego.

Llega nuestro turno y yo ya me veo arrastrada por uno de los cuidadores de aquí, pataleando entre la gente.

—Identificaciones y nombres, por favor.

—Soy Aron Taylor y ella es Katia Wilson. —dice Nicolas y le muestra nuestras tarjetas.

Yo miro a mi amigo blanqueándole los ojos, porque ha mentido, así como si nada. Le coquetea descaradamente al guardia, rozándole sus dedos cuando le entrega las identificaciones, guiñándole un ojo y dándole su sonrisa de corazón. El tipo se babea por Nicolas y ni siquiera las ve, apenas si mira la lista. Para mi sorpresa nos dice:

—Adelante, señor Taylor y señorita Wilson.

Entramos al elevador y hay mucha gente con nosotros. Un tipo de negro digita la contraseña y, al llegar arriba, nos bajamos y nos dispersados en medio de ese enorme y lujoso apartamento, que como supuse, ocupa dos pisos completos. Es espectacular.

—Qué lujo. —dice Nicolas abriendo bien sus ojazos y su boca, tan impactado como yo.

Yo le pego en la cabeza y le digo sin importarme que le haya dolido por cómo se ha quejado.

—¿Así que tú eres Aron Taylor y yo soy Katia Wilson?

—Es lo primero que se me ocurrió. —dice rascándose la nuca.

—¿Y si nos hubieran descubierto?

—De seguro que ya están aquí porque son amigos de Samuel, el dueño de la fiesta y de este lugar.

Miramos alrededor como si buscáramos lo mismo. No sé qué diablos vino a hacer Nicolas aquí.

Él está enamorado de ese tal Aron y de seguro nada bueno de esta noche puede resultar. Yo sigo parada sin saber si moverme o no. De repente, alguien me invita a bailar y yo me niego rotunda queriendo salir corriendo ya de este lugar.

—¡Ve a divertirte! —me dice el descarado de Nicolas—. ¡Hay que aprovechar!

—¡Nicolas! —le grito porque la música está a todo lo que da y la gente grita como loca—. ¡Apúrate que yo ya me voy! ¡Mañana tengo que trabajar!

—¡Voy a buscarlo!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo