Me acerco a la barra y pido un agua para calmar la ansiedad. No estoy dispuesta a tomar nada de alcohol porque soy blanda con la bebida y nunca me avergoncé de reconocerlo. Además, mañana tengo turno temprano y soy muy responsable con mi trabajo, al que amo con el alma.
—¿Bailas, preciosa? —me pregunta alguien.
—No, estoy esperando a mi novio. —digo sonriendo y tomo un sorbo de mi agua.
—Qué pena. —se lamenta el tipo y se va.
Detesto la situación en la que me ha puesto mi amigo, no sé cuántos me quieren llevar de aquí. No me avergüenza admitir que soy atractiva, sería hipócrita negarlo, la genética que me heredaron mis padres coincide a la perfección con los estándares de belleza socialmente aceptados en este país: soy rubia, de ojos azules, delgada y de estatura media; no es un mérito mío, en realidad, yo no hice nada para ser como soy, simplemente son los genes mezclados de mis padres, así que no puedo vanagloriarme por ser bonita ni menospreciar lo que la vida me ha dado.
Pero, volviendo al punto, mañana tengo que trabajar, así que debo mantener la cordura y tomar tranquila mi agua. Hay muchas locuras que podría estar dispuesta a cometer, emborracharme en un lugar lleno de extraños y faltar a mi trabajo, no es una de esas.
Otros dos tipos se me arriman, pero yo no muestro ningún interés, nada me atrae, nada me intriga, nada me hace querer seguir estando en este maldito lugar lleno de gente rica y presumida.
Nada… Hasta que lo veo…
Allí, en medio de la gente, él se eleva único y soberbio con su sonrisa espléndida, con sus labios carnosos, con su figura fornida y fibrosa, con sus cabellos negros revueltos. Jamás había visto a alguien tan soberanamente delicioso en su desorden, porque él está metido en su mundo.
Tiene una camisa blanca, ajustada y con los primeros botones abiertos, que no hace más que dejar al descubierto esa figura preciosa y ese torso bien trabajado, con sus abdominales furiosamente marcados. Su pantalón negro con unas cadenas que cuelgan me muestra la rebeldía y el desinterés que le da el verse bien o mal. Porque él sabe que es guapísimo.
Yo solo lo miro, me deleito observando cómo se ríe de todos. Debe ser majestuoso saberse superior e independiente de todos los problemas del mundo.
Mi boca se curva levemente de un lado y me doy cuenta de que imito su gesto, más cuando él se lame los labios, tomando el aire del que es dueño, porque parece ser el dueño de ese universo. Veo que sus labios se mueven y sé que canta solo siguiendo la letra de la canción. Yo le sigo los labios y canto también sin darme cuenta.
Jamás me había sentido así, tan malditamente atraída por un desconocido en toda mi vida. Creo que ese endemoniado tema que suena, se está apoderando de mi conciencia.
Gustosamente le daría un lengüetazo a ese cuello blanco y sudado que gotea masculinidad y yo quisiera probarlo. Nunca me había sucedido el tener la apremiante necesidad de poseer a alguien o, mejor dicho, que alguien me posea a mí. Solo un encuentro. Solo una noche. Solo algo para saborear esa indescriptible sensación de libertad que transmite este hombre y que me deja extasiada con el poder que parece desprender por sus poros.
Él mueve sus brazos sin sentido, las luces parecen estrellas bailando por su cuerpo en medio de la penumbra. Gira sobre sí mismo mientras la música suena y todos lo miran. Él sabe que los conquista con solo estar ahí, solo por existir.
Sus brazos musculosos y en apariencia fuertes, hacen que me pregunte cómo agarran, cómo amarran, cómo abrazan. Este hombre podría hacer lo que quisiera conmigo, si notara mi existencia, claro, porque de pronto me siento nada ante él. Él es el soberano en este mundo de seducción y yo… Yo no soy más que una enfermera que mañana tiene que levantarse temprano para ir a trabajar.
Ahí está mi realidad. Mientras yo quiero salvar el mundo, este tipo debe destruirlo, así que, orgullosa de mí misma, elevo mi mentón y sigo metida en lo mío, es decir, en esperar a que Nicolas arregle su tema con ese tal Aron.
Un chico alto y delgado choca conmigo y, sin siquiera mirarme, pega un grito que me aturde.
—¡Jonas! ¡Maldición, apúrate que se están matando!
—¡Ya voy, m*****a sea! —grita el tal Jonas, tratando de abrirse paso entre la multitud.
De repente, veo que medio mundo se gira para el mismo lado. Yo también soy algo curiosa y me volteo para ver a dónde se dirigen los ojos y escucho que grita un tipo iracundo y loco.
—¡Hijo de puta! ¡Me las vas a pagar!
El que ha gritado es amarrado desde atrás por alguien que los quiere frenar y cuando veo al que ha sido insultado me quiero morir.
—¡Nicolas! —grito con toda la potencia de mi garganta.
Pero nadie me escucha porque la música sigue sonando, hay gente que sigue bailando y otra que me impide el paso para llegar hasta dónde está mi amigo. Encima, Nicolas tiene ganas de seguirla, porque se le escapa de los brazos a quien lo sostenía y se le tira con todo a quien asumo que es Aron. Si su idea de arreglar la situación era esta, pues ya se esfumó.
—¡Termina de una vez! —le grita uno que lo agarra.
—¡Déjame terminar entonces! —exclama Nicolas sacado de la bronca—. ¡Te voy a matar!
—¡Yo primero! —grita Aron.
No sé cómo demonios he hecho para llegar hasta ahí. Tengo que frenar a mi amigo, pues así como es una seda y un peluche andante, también puede ser el más diabólico cuando se lo propone y no querría ser su enemigo en esos momentos. Aron no tiene idea de con quién se ha metido.
—¡Basta, Nicolas! —rujo rabiosa.
—¡Él comenzó todo! —protesta indicando con su cabeza a Aron, mientras veo que dos tipos lo sostienen de los costados.
—¡Suéltenlo! —les ordeno, porque, a pesar de todo, es mi amigo y yo no voy a permitir que nadie le haga daño. Bueno, él está intacto, el otro es el que está desfigurado, pero es mi amigo y punto.
Los niños ricos no me hacen caso, todo lo contrario, se me ríen en la cara; parece que ni siquiera piensan moverse y yo ya me les quiero tirar encima. Así que, molesta, viendo la odiosa sonrisa de uno, le grito con todas mis fuerzas.
—¡¿Y tú de qué te ríes, idiota?! ¡Suelten a Nicolas!
—Oye, bonita… Tranquila. Solo queremos terminar de una vez con esto y que la fiesta siga.
Me ha dicho “bonita”. Juro que mi cuerpo se estremece, como si una corriente eléctrica me atravesara de punta a punta, mis mejillas arden de calor, apenas si me animo a mirarlo de reojo, pero puedo notar su camisa blanca entreabierta, su torso a la vista y sus pantalones negros con cadenas que brillan.
Es el mismo tipo que bailaba solo y me tenía idiotizada hace unos minutos.
Su voz es grave y profunda, su sonrisa es desquiciada por momentos, divertida y hasta erótica.
Yo hago como que estoy en lo mío, aunque estoy caliente en serio, pero no dejo de percibir su presencia, me está mirando, lo sé, y yo lo ignoro. Estoy demasiado avergonzada al recordar lo que pensé y todo lo que me habría gustado que me hiciera mientras lo vi bailar. Así que, no me queda más remedio que hacerme la dura y gritar.
—¡Te dije, Nicolas, que no debíamos venir!
—¡Qué sabía yo que me lo iba a encontrar aquí! —responde el caradura, cuando vino para encontrárselo justamente.
Estamos en una situación bastante pesada. Nicolas vino a trompearse con el mejor amigo del anfitrión, así que no nos queda de otra más que aceptar que diplomáticamente nos dirijan a la salida. Y yo estoy iracunda, porque los dos tipos que amarraron a mi amigo no lo sueltan un segundo, hasta que llegamos al umbral del apartamento, ya alejados del resto de los invitados.
—¡¿Pueden soltarme ya?! —grita Nicolas estando en la puerta de ingreso—. ¡¿Por favor?! ¡Ya entendí!
—Está bien. —dice el de la camisa blanca, con desconfianza.
—Gracias. —agrega Nicolas arreglándose la ropa como si nada y completamente tranquilo.
Yo me enervo al verlo así, porque me ha traído a sufrir esta situación de m****a y encima hace como si nada hubiera pasado, cuando sé que por dentro se le está partiendo el corazón en mil pedazos. Por eso, lo reto furiosa.
—¡Sabías que iba a estar aquí! ¡No mientas!
—Oye, bonita —me vuelve a decir este hombre y yo me derrito por dentro porque noto su altura terrible, como si me cubriera por completo—. Tranquila. Tu amigo se las arregló bien.
De nuevo me ha dicho “bonita”. ¿A cuántas les dirá lo mismo? A todas de seguro, porque debe estar acostumbrado a que las mujeres se babeen a su alrededor, teniendo en cuenta que cuando bailaba solo, las chicas que estaban cerca se le refregaban como si nada. Esa visión ya me enojó, así que, como no quiero ser una más del montón en la vida de nadie, le grito para que le quede claro.
—¡No te metas en nuestros asuntos! —Y dirigiéndome a Nicolas le ordeno—: Vamos a casa.
—Oye, no exageres —me dice el desgraciado que se va a comer un golpazo por faltarme así el respeto, más cuando se hace el tranquilo dirigiéndose a esos dos—. Chicos, gracias por rescatar a su amigo, ya me estaba aburriendo del debilucho ese. Mucho fuego por la boca y un témpano en acción.
—Oye —le reclama el más bajo—. Cuida tus palabras, peque, hablas de nuestro amigo, él nunca pelea. ¿Qué m****a le hiciste?
—A él nada, pero a su novia o, mejor dicho, exnovia… —dice Nicolas y sonríe diabólicamente haciéndose el superado—. De todo.
Sí. Al llegar a casa lo voy a partir en pedacitos, este se me está haciendo el fuerte, teniendo en cuenta que abusaron de él, está quedando como el macho número uno cuando en realidad anda llorando como condenado, enamorado del tipo que además de ser hetero, es “cornudo” gracias a él.
—¡Un momento! —interrumpe el alto—. ¿Tú eres… ? ¡Mierda! —exclama y yo ya creo que lo va a trompear.
—¡¿Qué?! —dice Nicolas y se le para en frente—. ¿Quieres continuar lo que empecé allá adentro?
Me dieron ganas de reírme, Nicolas apenas si le llega al hombro al otro chico y ya lo quiere agarrar. Igual, yo apostaría por mi amigo, así que tengo que frenar esto de una vez.
—Oye, Nicolas. Vamos a casa —le suplico—. Por favor, estoy cansada y mañana trabajo.
—Emily, ¿por qué siempre tienes que ser tan aguafiestas? —me reclama—. ¡No hubieras venido!
—¡Yo no quería venir! —le recuerdo a los gritos—. ¡Me arrastraste, imbécil! —y le doy un golpe que se lo tenía guardado.
—Tienes razón —acepta Nicolas y agacha la cabeza arrepentido haciendo un puchero—. Vamos a casa.
Y eso hacemos. Caminamos unos pasos y escucho esa voz grave que grita.
—¡Adiós, bonita!
Subimos al auto, Nicolas se queda sentado con las manos sobre el volante, pero no arranca, y yo ya sé lo que le pasa.
—Baja de ahí —le digo—. Yo conduzco.
Apenas arranco él suelta todo el llanto contenido. Yo solo puedo, de vez en cuando, darle unas palmadas en el hombro, Nicolas me preocupa y mucho, lo que está viviendo no es nada fácil.
Al llegar a su casa no hablamos, él ya se ha calmado un poco y prefiero no regañarlo, ya ha sufrido lo suficiente por una noche, solo nos acostamos a dormir. Recuerdo que dentro de cinco horas debo estar de pie en el hospital, cierro mis párpados que ya pesan del cansancio y caigo profundamente dormida.
Sin querer, solo puedo verlo a él bailar esa canción a la que le sigue la letra. Sus brazos se abren girando sobre sí mismo, tiene los ojos cerrados y mira al cielo estrellado, aunque él brilla por sí mismo, sonríe como si nada ni nadie le importara. Entonces, baja su rostro y me clava su mirada oscura, esos ojos tan familiares que he visto por primera vez se quedan fijos en mí y me dice solo dos palabras:
—Eres bonita…
No dijo nada más porque la alarma suena arrancándome de su lado y ya me tengo que ir a trabajar.
Nicolas, Angela y yo, nos encontramos parados frente a la doctora Olivia y el nuevo voluntario, nada más y nada menos que Jonas Williams.Nos habían avisado que seríamos sus tutores ante el juzgado, porque el tipo está aquí cumpliendo condena, haciendo tareas comunitarias. Solo que jamás me hubiera imaginado que el mundo es tan pequeño, él es uno de los amigos del tal Aron, lo reconocimos al instante con Nicolas; nunca podría olvidar cómo se reía divertido de la situación esa noche que su amigo y mi amigo se agarraron a las trompadas.Apenas Olivia se retira de la sala de descanso, Jonas comienza a mostrar la hilacha, tiene un carácter y un temperamento de porquería: es soberbio y altanero; no le gusta aceptar órdenes de nadie; nos ha tratado a Angela, Nicolas y a mí como si fuéramos menos que nada. Típico de cualquier niño rico caprichoso que hace lo que se le da la gana.Camino con él por los pasillos y los puestos de enfermería mientras reviso algunas carpetas con los datos de paci
Les doy una mirada periférica evaluándolos y sonrió lo más amable que me es posible.—Cualquier cosa que necesiten…—Pero ¿ella está bien? —vuelve a preguntar para mi sorpresa el chico, incorporándose. —Oye, Ethan —dice el otro enfiestado riéndose las carcajadas—. ¿Qué pasó? ¿Te gustó la niña esa? —¡Idiota! —grita y a mí se me crispan los pelos, cuando veo que el tal Ethan se levanta y le estampa un puño en el estómago. El que me reclamó al principio mi demora, se mata de la risa mientras ve a su amigo quejándose en el sillón. Yo me pego la media vuelta y ya estoy por salirme cuando escucho que el tipo me dice. —Oye, preciosa, vuelve en cinco minutos trayendo lo mismo. Me vuelvo hacía él y solo asiento con la cabeza. Él me mira de arriba abajo, lamiéndose los labios y yo ya me enervo, especialmente cuando agrega. —Da gusto verte servir, delicia. —¡Ya dejen de comportarse como imbéciles! —grita el más joven, mientras los otros dos se ríen sin parar como desquiciados.Salgo del l
Yo me he quedado dura como una piedra. Esto ha sido lo más raro que he vivido en la vida, no me gustó para nada lo que pasó aquí, odio la clase de gente que se cree que tiene derecho a hacer lo que le venga en gana solo por tener dinero. Pero hay otra cosa que me enerva incluso más. ¡¿Cómo mierda pudo gustarme un tipo como ese?! Me maldigo a mí misma mientras levanto y limpio el desastre que dejaron. Al final, tenía razón, él es como Jonas, por eso deben ser amigos, Anthony es arrogante, soberbio y no le importa ni un comino el sentimiento ajeno. Cuando me doy la vuelta algo me conforta, al menos, la carita feliz de Jenna que viene y me abraza con ganas mientras me da las gracias. El resto de la velada es tranquila y cuando todo termina, en lo único que pienso es en que quiero llegar a casa y me apresuro a salir.Me dirijo hacia mi coche casi corriendo, ya es muy tarde y ni un alma transita por ahí, eso me asusta más que los tipos de adentro.Entonces, veo a unos metros de mi auto
—¡Me voy! —grito a mis abuelos antes de salir de casa—. ¡Recuerden que paso el fin de semana en la casa de un amigo!—¡Por fin! —grita mi abuelita feliz—. ¡Dios ha escuchado mis plegarias! —¡Alto ahí, Emily White! —me reclama mi abuelito—. ¡¿Quién es ese amigo?!—¡A ver cuándo nos presentas a tu novio!Me largo de una vez, matándome de la risa. Les he dado para que tengan de qué hablar, discutir y meditar durante todo el fin de semana.Por suerte, Nicolas, Angela y yo, coincidimos este mes en nuestro descanso. Así que aprovechamos para ensayar las canciones de la obra teatral que estamos preparando para nuestros pequeños del hospital. Lástima que no estará Olivia.Entre los tres nos propusimos acercarnos más a Jonas, para hacer más amigable la relación y más fácil nuestro trabajo. Ya ha pasado poco más de una semana desde que llegó. Aunque es muy bruto, hay que darle crédito en el esfuerzo que está haciendo por mejorar. Así que ya, más animados con los cambios que nos sorprenden, vam
—Hola, bonita. Hago como si nada, voy a una mesada, dejo las cubeteras con hielo ahí, busco un paño seco y comienzo a preparar la compresa improvisada con toda la parsimonia del mundo.—¿Piensas ignorarme?Sí. Todo el tiempo. Por eso ni lo miro, bueno, un poquito y de reojo nada más.Anthony está parado con las manos en la cadera, espectacular como la estatua de un gladiador tallada en bronce, las proporciones de su cuerpo, los músculos anchos y duros, cada contorno y cada detalle es tan perfecto que me hace preguntarme por qué no es un modelo también; dejando de lado mis confusos sentimientos por él, que siguen en una guerra abierta entre la atracción más salvaje y el desprecio absoluto, puedo asegurar que él es el más guapo de sus amigos, incluso más que Chris.Prefiero no pensar más en eso y sigo con mi cabeza gacha, preparando esta cosa para Samuel.—Si crees que eso te ayuda. —dice Anthony y me sopla en el oído, naturalmente mis hombros se encogen con eso y pongo cara de molesta
En lo que resta de la mañana hacemos nuestro intento de ensayo. No nos ha salido nada, pero nos hemos reído a más no poder, incluso si los amigos de Jonas se han quedado y eso nos hace sentir incómodos porque nos observan como si fuéramos bichos raros.Miro a Nicolas que tiene los ojitos brillando de felicidad al verse así de tranquilo junto a Aron. No puede parar de mirarlo, aunque el tipo ni se dé cuenta.—Se ve que va mejorando y no va a quedar amoratado —comenta de repente Angela, observando los abdominales de Samuel y yo la veo demasiado preocupada por el paciente.—Si queda moretón, voy a tener problemas en el trabajo. —se lamenta Samuel.—Lo siento mucho. —se disculpa mi amiga y baja la vista.—¡No! No, disculpa —dice el flaco suspirando—. Yo no quise… Fue mi culpa ¿de acuerdo? Yo debería haberme comportado más decente…—¡Oye! —pego el grito—. Bájate esa camisa que no hace falta que estés presumiendo tus abdominales perfectos a estos pobres mortales. —termino por decir seria. C
Estoy adormilada después de la siesta que he tomado en la casa de Jonas antes de venir al apartamento de mi jefe que me llevará al trabajo. Harry me reta porque he llegado tarde a su casa y quisiera seguir durmiendo. Se me nota porque bostezo como si me lo fuera a tragar.—Te voy a arreglar esa cara. —me dice y empieza a jugar conmigo, maquillándome.—¡No! —me quejo.—Calla. Te vas a ver divina.—No quiero, Harry…—Si al natural eres preciosa, maquillada eres de infarto —agrega al final, cuando ya ha esfumado la sombra negra de mis ojos y el delineado perfecto—. Te hace una mirada impactante y profunda.Yo me río. Lo adoro por ser tan maternal.Después de su batalla conmigo vamos rumbo al SKY, el lugar donde debo trabajar hoy. Harry conduce y parece más ansioso de lo normal.—Es uno de los clubes más importantes de la ciudad. ¿Alguna vez fuiste?—¡¿Estás loco?! —exclamo haciéndole un gesto despectivo—. Como si me hubieran dejado entrar. Ya sé qué club es ese. Todo el mundo sabe del SK
—Ve al depósito —me indica el encargado—. Busca solo champaña y lleva cuatro botellas, se ha terminado. Quédate y ayuda a servir, ahí está el jefe.Busco las botellas y las llevo al sector que me indicaron. Se nota que el lugar es especialmente exclusivo porque hay dos tipos parados en ese inmenso balcón, donde impiden la entrada a algunos y a otros sí los dejan pasar. Los guardias me detienen y me miran con desconfianza hasta que escucho la voz del señor King que les grita:—¡Déjenla pasar!—Lo siento —se disculpa uno—, no te habíamos visto antes.—Está bien. —respondo y sonrío.Dejo las botellas en la barra y el barman comienza a destapar cada una.—Cara nueva. Eres linda. —me dice el chico y yo solo sonrío.Mientras él termina, yo observo a mujeres bailar alrededor de unos sillones blancos. Ahí está el jefe con otros amigos, le están montando un espectáculo y están desnudas. Yo estoy realmente impactada por todo esto. Harry tenía razón, esto es otro mundo para mí.En eso, William K