CAPÍTULO 58

—¿Sabes qué noté? —preguntó Maximiliano, luego de caminar hasta la habitación de Marisa, lugar en donde dejó sus maletas en el taburete que estaba al pie de una cama que habían compartido una vez.

Marisa no respondió con la boca, alzó la cabeza en señal de pregunta, al tiempo que alzaba las cejas y abría enormes los ojos; y el hombre sonrió un poco divertido.

» Que estás muy calladita —respondió el hombre, con esa sonrisita divertida mientras iba caminando hasta donde la joven se mantenía un poco inmersa en sus pensamientos—. No me digas que te pusiste nerviosa conmigo aquí. Si te molesto puedo irme.

—¿Cómo crees? —preguntó la joven luego de ser atrapada por la cintura y colgarse al cuello de su novio—. Sí estoy un poco nerviosa, pero no me molestas para nada.

—¿Qué te pone nerviosa de mí? —preguntó Maximiliano—. No es que vaya a ver algo de ti que no me hayas mostrado antes, y amo hasta como roncas.

—¡Yo no ronco! —exclamó Marisa, entre risas, mientras su rostro se llenaba de ca
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