Zack no se asustó porque sabía que de Inglaterra normalmente no llegaban malas noticias, pero aun así no demoró ni dos segundos en contestar.
—Hola amor de mi vida, tormento de mi alma, anhelo de mi corazón...
—¡Qué pendejo te pones cuando quieres, James! —bufó Zack—. Pero yo también te quiero. ¿Q