VII

—Greg.

Avanzó hacia él. Se detuvo a su lado. Lo miró a los ojos, inquisitiva.

—¿Has traído a Dick?

Siempre la misma pregunta. El, era un instrumento, un medio, en la vida de su mujer. Los hijos era lo único interesante para Kay. Tuvo deseos de decir ya de una vez: «Dick ha muerto, tus padres son viejos. Me tienes sólo a mí». Pero no lo dijo. Calló. La amaba demasiado.

—No lo he traído.

—¡Ah!

 —¿Cómo estás?

Debieran besarse. Era lógico que lo hicieran. Se habían besado muchas veces durante aquella enfermedad. Era ella, frágil, bonita, sensible, la que buscaba los labios del hombre y saciaba su sed de cariño. Ahora no. ¿Por qué? ¿Quién tenía la culpa? ¿El, que no se acercaba suficientemente porque temía apoderarse de lo

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