CAPITULO 20

Acabando nuestro momento en el restaurante, decidimos que era hora de volver al hotel. Ambos sonreíamos por cualquier estupidez que el otro decía y realmente me sentía muy cómoda a su lado. Necesitaba descubrir qué era ese algo que se removía dentro de mí con su contacto, su compañía, y estaba dispuesta a correr el riesgo con alguien como él. Su mirada trasmitía tantas cosas y no trataba de disimular su interés en mí. Su sonrisa me llegaba tan hondo, porque no solo lo hacía con sus labios, sino también con sus ojos. Esos ojos imposiblemente azules que tenían vida propia y reflejaban tanto de él. Cuando llegamos al hotel, me quedé de pie cerca del elevador sin saber qué decir, hasta que las palabras salieron apenas en murmullo.

—Creo que es hora de despedirnos. —Estaba nerviosa y mis manos sudaban. Su cercanía, con el trascurso

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