Me dolían los pies de andar con las zapatillas de andar por casa, por el asfalto de la carretera, y tenía frío. La calle estaba desierta, y lucía espeluznante, tan sólo iluminada por las farolas de la calle, el viento movía los árboles de forma espeluznante.
Podía escuchar unos pasos acercándose cada vez más, haciendo que mi corazón palpitase asustado. No quería morir tan joven, sin haber hecho la cantidad de cosas que aún me quedaban por hacer. No quería que un asesino en serie me descuartizara y …
Una mano tocó mi hombro, haciendo que gritase asustada y mirase hacia mi agresor, volviendo a recuperar la compostura al darme cuenta de que era el idiota de Joel.