Alton se puso lívido y se prendió de los barrotes, intentando sacudirlos inútilmente.
—¡Eres una basura, un arrastrado, y te estás dejando llevar por tu zorra! ¡Nada más! —exclamó Alton fuera de sí—. ¿Dónde está, eh? ¿Dónde está Elisa que no anda por aquí regodeándose?
Kainn sonrió con calma.
—Es