Nota de la autora:** Las leyes en esta historia son ficticias.
Llevó a Sofia al hotel donde se estaba quedando. La pobre estaba muy mal, insistía en quedarse en la clínica, pero estaba completamente abatida por la tristeza.
—¿A eso viniste, Loretta? Y la respuesta es sí… lo hice —dijo Sofia con voz quebrada, aunque cargada de culpa.
La sorpresa en los ojos de Loretta era evidente. La amiga parecía descolocada, como si tratara de entender si ya lo sabía o si aquello era nuevo. Pero sí, Sofia había hecho todo eso, guiada por el resentimiento, cegada por el dolor de la traición.
—Sofia, no soy quien para juzgarte… pero no es justo que una niña pague las consecuencias del odio de los adultos. Sabes que las autoridades le quitaron la niña a esa chica.
—Imaginé que algo así pasaría. El abogado Nataniel me sugirió que dijera que esa chica no atendía bien a la niña, que incluso la maltrataba.
Bajó la mirada. No debió haber escuchado a Tabita. Ya no se reconocía. No era ella misma quien actu