Adriana durmió muy bien en la casa de don Lorenzo.
Los sirvientes de la familia Ignacio fueron muy atentos y prepararon todo lo que ella podía necesitar: comida, ropa y más. Todo estaba listo y a su alcance.
Al día siguiente, don Lorenzo la llevó a la celebración del centenario de la familia Angle. En el carro, don Lorenzo le preguntó:
—He escuchado que tu abuelo es un gran médico, ¿es cierto?
—¿Ya averiguó eso? —Adriana se sorprendió.
—Sí, mi abuelo es muy conocido en la zona. Tiene una casa llena de plantas medicinales. Cuando era pequeña, jugaba ahí y a veces lo ayudaba a secar las plantas.
—Ok... —don Lorenzo pensativo asintió.
—Con tu abuelo en la familia, si alguien se enferma y le pide ayuda, no habrá problemas...
Adriana no entendió del todo, pero don Lorenzo no pareció querer explicar más. Siguió hablando:
—Hoy en la celebración, quédate conmigo todo el tiempo, no te separes de mí. ¿Entendiste?
—¿Tiene miedo de que me pierda? —preguntó Adriana, jugando.
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