—¡Corten!

El fotógrafo interrumpió otra vez:

—Descansemos un momento. Quizá estás cansado, Diego, ve a relajarte un poco y busca concentrarte mejor.

Apenas Diego dejó de tener las luces del set apuntándole, vio a lo lejos a Rafael, que le hacía señas desde un rincón. Sin dudarlo, fue a él rápidamente.

En la sala de descanso, José ya lo estaba esperando.

Al ver la mirada penetrante y sombría de su tío, Diego recordó de inmediato la vez que fue humillado en la gala de debutantes. Un escalofrío recorrió su cuerpo, y por instinto, se cubrió el pecho con las manos.

—¿Tío? ¿No habías dicho que no vendrías? —preguntó Diego, tratando de sonar inocente.

—Si no vengo, ¿cómo sabría que ya creciste y que ya puedes volar por ti mismo? —José dijo con un tono amenazante, viéndolo.

—¡Tío, no me malinterpretes! ¡Lo viste tú mismo! ¡No me moví para nada, ni siquiera me atreví a mirarla a los ojos! —Diego levantó la mano como juramento, desesperado por defenderse.

José suspiró. Al menos sabía comportarse