—No me abraces tan fuerte.
Ella apenas podía respirar, pero, no lo apartó, porque no quería que la seguridad que sentía en ese momento acabara.
Después de un rato, José la soltó, y ella notó que sus ojos estaban rojos, como a punto de llorar.
—¿Qué te pasó? ¿Por qué llegaste tan rápido? La herida de tu pie aún no ha sanado —dijo, preocupada, mientras miraba hacia abajo.
José no prestó atención a su herida y le preguntó en voz baja:
—¿Alguien vino a verte hace un momento?
Adriana asintió:
—Sí, alguien del evento de las Damas Internacionales vino a verme.
—¿Quién?
En sus ojos había una tensión que ella no lograba comprender.
—Mira —Adriana le entregó una tarjeta.
Al ver el nombre y número de Héctor Ruiz en la tarjeta, la mirada de José se volvió más intensa. Apretó los labios y le dijo con seriedad:
—De ahora en adelante, si no estoy, no te encuentres con desconocidos.
Adriana, algo desconcertada, levantó una ceja:
—No soy una niñita como para andar en esas.
Antes de que pudiera terminar