Capítulo 7

—ESTOY MUY CANSADA, me voy a la cama —dice Lola.

—Espérame nena, voy contigo. ¡Chicos, buenas noches! —dice Tom desde el pasillo y después se va con ella.

Salgo a la terraza para decirle a Lucas que yo también me voy a dormir, pero no me contesta. Él sigue mirando hacia fuera y le toco en el hombro, entonces se da la vuelta y me abraza, está temblando y tiene los ojos llorosos, no entiendo nada.

—Lucas, ¿qué ocurre? —le pregunto preocupada. Nunca antes le había visto así—. ¡Va dime algo! Lucas —repito pero no dice nada.

—Déjame estar así solo un momento, Mia —me dice entre sollozos—. Solo quédate aquí y abrázame.

No sé que le está pasando, pero le veo tan frágil, tan vulnerable, que no quiero soltarlo, solo deseo abrazarlo y si esa es la única manera de hacer que se sintiera mejor, lo abrazaré toda la noche si es necesario.

No sé cuánto tiempo estamos así, pero solo quiero que se sintiera mejor. Un momento después se aparta de mí, me mira a los ojos un segundo y pone sus labios cálidos y mojados por las lágrimas sobre los míos, es el beso más dulce que nos hemos dado hasta el momento, no hay pasión, nada de deseo, tan solo amor. Dura solo un minuto, pero son los sesenta segundos más largos de mi vida.

—Lo siento. Perdóname por estropearte el cumpleaños —me dice después de separarse de mí

—No digas tonterías, tú no has estropeado nada. ¿Estás bien?

—Ahora sí, gracias por aguantarme.

—¿Qué te pasa Lucas? —le pregunto preocupada.

—¿Me dejas enseñarte una cosa? —me pregunta sin contestar a la que yo le he hecho—. Me gustaría llevarte a un sitio.

—Sí, claro.

Vamos andando hasta allí porque está justo detrás de la casa, aunque he estado un montón de veces aquí, nunca había visto este lugar. Desde aquí puedo ver toda Barcelona y por la noche iluminada es preciosa. No recuerdo haberla visto desde tan lejos y que se vea todo tan pequeño. No se escucha nada más que nuestra respiración y permanecemos en silencio unos minutos. Yo apoyada en la barandilla del mirador contemplando las vistas me abrazo por la emoción de estar en este lugar, él se acerca a mí por detrás y se queda muy cerca.

—¿Tienes frío? —me dice colocando sus manos en mis hombros—. Si quieres podemos volver.

—No, estoy bien. Quiero estar un rato más, por favor.

El calor que desprende su cuerpo hace que no sienta nada de frio, estoy tan a gusto que me gustaría quedarme así para siempre.

***

LUCAS

Está preciosa a la luz de la luna, he intentado de todas las formas posibles alejarme de ella, hasta me fui a Alemania porque no podía dejar de pensar en ella y en sus ojos verdes, su boca y esa sonrisa que me vuelve loco. Pero necesito tenerla cerca, la deseo, deseo tenerla entre mis brazos y por más que intento alejarme, no puedo.

A veces no entiendo por qué me cuesta tanto estar con ella. «Sí, lo sabes», me dice esa voz que no me deja avanzar.

Cada vez que estamos juntos no puedo apartar mis ojos de ella, y cuando por fin la tengo cerca, es como si no pudiera soltarla, me gustaría poder abrazarla, besar esa boca y hacerle el amor, pero, al final algo me aleja, lo intento, de verdad que lo intento, y no entiendo por qué al final siempre aparece María para alejarme de Mia.

***

No paro de pensar en todas las veces que hemos estado así, y no quiero hacerme ilusiones, porque sé que al final todo acabará como las otras veces, él alejándose una vez más de mí.

Necesito comprender por qué siempre termina alejandose, sé que hay algo que lo tiene jodido, lo vi aquella noche minutos antes de que se fuera de casa de Tom, vi su dolor y su desesperación, y no comprendo porque está sufriendo.

Me doy la vuelta mientras él aún me tiene en sus brazos, necesito tenerle cara a cara.

—Lucas, quiero entender que es lo que te pasa. Sé que te gusto, lo noto cuando me besas, cuando me tocas, y sé que te mueres de ganas de estar conmigo al igual que yo. ¿Por qué te empeñas entonces en alejarte de mí?

—No quiero que pienses que tú eres el problema, por qué no es así —me dice apretándome aún más contra su cuerpo—. Es solo que... —hace una pequeña pausa y traga saliva antes de seguir—. Tengo miedo de perderte.

—Pero, ¿por qué dices eso? No me voy a ir a ningún sitio. Yo solo quiero estar aquí, contigo.

—Mia yo... —empieza a decir pero se detiene.

—Habla conmigo, por favor. Dime que te está pasando, confía en mí.

—Te necesito Mia. Cuando estoy contigo me siento bien y me olvido de todo —me contesta muy afectado, pero continúa—: Solo a tu lado me siento bien.

—¿Entonces? ¿Qué te aleja de mí?

—No sé como explicártelo, son cosas de mi pasado, cosas que no puedo olvidar y que me hacen retroceder y alejarme de ti. Es más fuerte que yo, Mia —me dice y se nota que eso le persigue.

Creo que sé lo que es, y quiero dejar atrás esto y empezar algo nuevo junto a él —si es que hay alguna posibilidad—, pero antes necesito sacar viejas heridas para poder avanzar, así que busco el valor y le pregunto sin tapujos.

—¿Es por María?

Le cambia la cara, primero es desconcierto y luego pasa al miedo en un segundo. Sé que ese nombre significa algo para él, pero, ¿quién es ella y por qué le tiene tanto miedo? ¿Es una ex con la que aún comparte algo pendiente? ¿Y si quiere volver con ella y por eso no quiere avanzar conmigo? Me hago demasiadas preguntas, pero necesito saber que hay de cierto en todo lo que se me pasa por la cabeza.

—¿Cómo lo...? —hace una pausa y se aclara la voz—. ¿Qué sabes tú de María? —me pregunta.

—Nada, solo oí a Tom decir su nombre el otro día —le contesto con un hilo de voz—. ¿Vas a volver con ella? ¿Es por eso no quieres estar conmigo?

—No Mia, no voy a volver con ella, no puedo.

—Pero te gustaría —afirmo.

Se sienta en un banco con los codos apoyados en las rodillas, y las manos en la cabeza, parece destrozado, sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas otra vez, y eso me asusta, sé que si me dice que aún siente algo por ella yo, nunca podré superarlo.

—¿La quieres, Lucas?

—Sí —dice sin pensar y se me para el corazón.

Me levanto horrorizada y enseguida se levanta y me abraza. Yo intento soltarme, no puedo creer lo que ha dicho, él aún la quiere, y yo solo quiero soltarme y salir corriendo de aquí.

—No es lo que piensas, Mia. No llores por favor —me dice mientras yo lucho por soltarme—. Escúchame, ella era muy importante para mí, pero se acabó.

—Pero has dicho que la quieres. ¡Suéltame!

—¡Está muerta, Mia!

Me paro en seco, dejo de luchar, Lucas me vuelve a abrazar y yo me aparto, necesito pensar y en este momento no quiero estar cerca de él. Vuelvo a casa de Tom mientras él me sigue sin decir nada.

—Deja de seguirme, ahora necesito estar sola, Lucas.

Él se queda allí parado viendo como me alejo.

Al llegar a casa escucho el sonido de su moto al arrancar y como esta se aleja. El corazón me va a cien y la cabeza me martillea, ahora mismo tengo sentimientos encontrados. No quiero perderle, pero tampoco lo quiero cerca en este momento.

A la mañana siguiente me voy a casa, necesito procesar todo lo que ha pasado esta noche, me siento como en un sueño y no sé que hacer ni que pensar. Me paso todo el día haciendo cosas para no pensar en él, no puedo estarme quieta sin acordarme de sus ojos y de como me miraban mientras me alejaba.

A las ocho de la tarde le llamo, sé que estará solo en casa de Olga así que le pido que suba a casa porque necesito hablar con él.

—Antes de que digas nada, necesito decirte que lo siento mucho —me dice cogiéndome la mano.

—Lucas, háblame de ella, por favor. Necesito saber que pasó.

***

LUCAS

María tenía doce años cuando la vi por primera vez, era nueva en el colegio y desde el primer momento en que entró por la puerta de la cafetería, algo dentro de mi cambió. Las chicas hasta ese momento me parecían unas creídas y unas bobas, siempre estaban molestando y haciendo cosas de chicas, y hasta ese día no les prestaba atención. Pero en aquél momento empecé a mirarlas de otra manera, especialmente a ella.

Era preciosa, tenía el pelo negro y los ojos color turquesa, era muy alta y delgada y no podía apartar mis ojos de los de ella. La soñaba día y noche, cuando no estaba cerca de ella estaba de mal humor, y cuando la veía en el patio, me pasaba el rato mirándola o haciendo cosas para llamar su atención.

Una tarde que había discutido con mi padre fui al parque, solía pasar las horas allí después de las peleas, y aquél día ella apareció con una sonrisa. En ese momento nos hicimos inseparables, estábamos casi todo el día juntos: en el colegio y fuera de este.

En el instituto con dieciséis años le pedí que saliera conmigo y me dijo que llevaba tiempo esperando que se lo pidiera, desde ese mismo día se convirtió en toda mi vida, no nos separábamos nunca, donde iba uno allí estaba el otro.

Y por fin, cuando yo tenía diecinueve años le pedí que se casara conmigo el día de su cumpleaños, ella era un año menor que yo.

Habían pasado tres meses desde que nos prometimos, y estábamos muy ilusionados, nos queríamos muchísimo y yo sabía que ella era la mujer de mi vida. Pero cuando solo faltaban unas semanas para la boda, una noche de lluvia mientras iba con su padre, este perdió el control del coche y tuvieron un accidente donde los dos perdieron la vida.

***

—Han pasado cinco años desde que se fue y aunque creía que ya lo había superado, nunca más volví a estar con nadie —me dice después de contarme su historia—. No había vuelto a pensar en todo aquello hasta que te conocí. Ella tenía dieciocho años, uno menos que tú ahora. Todo ha vuelto de nuevo a mi cabeza y estoy hecho un lio.

Ahora comprendo un poco mejor sus motivos, no puedo imaginarme por lo que ha pasado, y siento que se ha quitado un gran peso de encima.

Le abrazo y él me corresponde  abrazándome también, empieza a llorar y los dos nos arrodillamos en el suelo.

Pasados unos minutos le cojo la cara entre mis manos, y comienzo a secar las lágrimas de sus mejillas, primero con los dedos y luego mientras le doy pequeños besos.

Entonces se levanta y me ayuda a levantarme a mi también, luego me coge por la cintura y me acerca aún más a su cuerpo, me levanta, y yo le rodeo la cintura con mis piernas mientras beso su boca con frenesí, nuestras lenguas juegan la una con la otra y se tientan.

Le muerdo el labio sin poder evitarlo, lo succiono, él gime contra mi boca y después me lleva hasta mi habitación y me tumba suavemente en la cama.

—Te deseo, Mia. He soñado con este momento desde que te conozco.

—Lucas —digo su nombre entre jadeos mientras me levanta la camiseta y me besa el estómago.

Le cojo entonces por debajo de la suya y levanta los brazos para dejar que se la quite, luego paso mis dedos por su pecho y recorro cada centímetro después con mi boca. Huele de maravilla y tiene la piel tan suave, ¡no me puedo creer que por fin esté pasando!

Muerde el lóbulo de mi oreja susurrando mi nombre, y me abraza por la cintura, el tacto de su mano al meterla por debajo y acariciarme la espalda me eriza la piel y hace que de mi boca salga un gemido. Nuestras bocas vuelven a unirse en un beso dulce y lento, pero que no sacia el deseo que me provoca tenerlo tan cerca de mí. Se separa para que los dos podamos coger aire y luego me besa el cuello, ya no puedo más y me separo, me quito yo misma la camiseta y él me mira como si acabara de descubrir las Américas, es una mirada nueva, fresca, y cargada de puro deseo.

Pasa su mano dulcemente por mi estómago hasta llegar a la goma de mi pantalón corto, e introduce un dedo, lo desliza hasta el otro costado, y luego lo coge con ambas manos y lo baja muy despacio. Siento el roce de sus dedos en mi piel, es una sensación indescriptible, jamás pensé que me gustaría tanto sentir sus manos en mi cuerpo.

Coloco mis manos en su cuello, y él sube hasta posar sus labios sobre los míos, entonces bajo por sus brazos y luego por su espalda, ylas introduzco dentro de su pantalón hasta cogerle el trasero, este es duro y redondito, clavo mis uñas en este sin poder controlarme y se detiene, me mira a los ojos y pregunta.

—¿Estás segura, Mia? No tenemos por qué hacerlo ahora.

—No quiero que pares Lucas, por favor —le suplico.

Me mira unos segundos y maldice, luego se incorpora y me mira desde arriba.

—No llevo...

—¿Condones? —le interrumpo.

Saco uno de mi bolso y se lo doy, me mira con una ceja levantada y sonríe.

—¿Y esto? —pregunta y me besa.

—Siempre estoy preparada. No sabía cuando te ibas a decidir.

—¿Yo? —me mira y finge estar sorprendido.

—¡No, yo! No creerás que era por mí que no ha pasado nada todavía —le digo con una sonrisa pícara—. Llevo esperando este momento desde que te vi por primera vez.

Niega con la cabeza y me besa mientras sonríe contra mis labios. Estoy de rodillas sobre mi cama, le cojo por la nuca y lo acerco a mí, quiero sentir su lengua dentro de mi boca otra vez, saborearla, y disfrutar de lo que por fin es el comienzo de algo.

***

LUCAS

Por fin mis muros parece que se están rompiendo, no puedo creerme que sea toda mía. Ahora que sé que puedo avanzar, seguir adelante, no puedo desaprovechar la segunda oportunidad que el destino me ofrece de nuevo.

Nada podrá alejarla de mí nunca más.

Está claro que ella no quiere perder más tiempo, porque me estira sobre la cama y se sube sobre mí.

Está en ropa interior, es la cosa más bonita del mundo y es toda para mí. La abrazo por la cintura mientras sin soltarla le doy la vuelta y me coloco encima de ella.

La beso, sus labios son adictivos y le muerdo el de abajo.

—Lucas —gime, es la cosa más sexi que he oído jamás.

Rodamos hasta estar uno al lado del otro, la contemplo, quiero grabar a fuego esa imagen de ella en mi mente, recordarla cada día, y el resto de mi vida. 

Vuelve a estar sobre mí, está excitada y quiere correr demasiado, pero yo quiero prolongar este momento, enseñarle lo mucho que puede disfrutar si se lo toma con calma.

Coloco sus manos por detrás de su espalda y la sostengo con una mano, con la otra tomo uno de sus pechos por encima de la ropa interior y presiono el pezon suave y delicadamente con mis labios.

—Quítatelo, despacio —le pido metiendo el dedo en la copa y rozándole el pezon de nuevo.

—Lucas, te necesito.

—Calma cariño, te prometo que valdrá la pena.

—Vale —me contesta y hace lo que le he pedido con los ojos entelados por el deseo.

Una vez que no hay ropa de por medio acerco mis labios a sus preciosas tetas y le acaricio suavemente estas con la lengua,  primero una y luego la otra, ella jadea y echa la cabeza hacia atrás disfrutando de lo que le hago.

Consigue soltarse y me coge del pelo, tira de él y me obliga a mirarla. Sus ojos están llenos de deseo. Su mirada se oscurece cuando la cojo por la cintura y la tumbo sobre la cama, me coloco a su lado y la beso. Quiero ir despacio, saborear este momento y enseñarle a disfrutar al máximo, quiero que su primera vez sea especial, y que no la olvide jamás.

***

Estoy desesperada por sentirlo dentro de mí, y él va muy despacio, tanto que creo que voy a volverme loca.

Pasa sus manos por mis pechos uno a uno y los besa, lame mis pezones y los muerde ligeramente. Sus manos son expertas, me dan mucho placer y estas bajan lentamente por mi estómago hasta colocarlas sobre mis braguitas, las baja despacio y mirándome a los ojos me dice:

—Eres preciosa, nena.

—Lucas —le suplico, no puedo esperar más.

—Enseguida cielo, disfruta.

Mientras besa mi barriga va recorriendo con una mano la parte interna de mis muslos, los besa y los roza con la lengua, sube hasta colocarse entre mis piernas y me mira a los ojos.

Se incorpora sin dejar de mirarme y se quita la ropa, tiene un cuerpo perfecto, unos abdominales tonificados y fuertes, unos brazos grandes y una cintura estrecha. Vuelve a la cama y vuelve a estar entre mis piernas, me besa, me lame y... ¡Oh Dios!

Pasa la lengua por el interior de mi sexo,  y lo succiona, le da un pequeño mordisquito a mi clítoris, y vuelve a succionarlo, así una y otra vez hasta que termino gritando su nombre entre jadeos descontrolados.

—¿Éstas bien? —me pregunta.

No puedo contestarle, apenas puedo mantener los ojos abiertos y mi cuerpo se convulsiona todavía por las oleadas de placer. Ha sido una experiencia increíblemente, ¿buena? Aunque no sé si esa es la palabra exacta para describir lo que siento en este momento.

A mis parejas después de él, no las dejé avanzar tanto, supongo que algo dentro de mí sabía que Lucas debía ser el primero. No podía ser de otra manera.

—¿Mia? —me llama y yo sonrío antes de abrir los ojos y mirarle.

—Estoy bien, mejor que bien.

—Me alegro, porque aún no he terminado contigo —me dice y se tumba a mi lado.

Me besa, al principio despacio y dulce, y luego sube el ritmo y la intensidad de sus besos. Nuestras lenguas juegan y se tientan, se enredan en una danza caliente y sensual la una con la otra.

Me acaricia de nuevo en el punto exacto para que mi cuerpo vuelva a arder, aún no me he recuperado del orgasmo y ya empiezo a querer otro.

Yo no quiero solo dejarme hacer, quiero demostrarle que yo también puedo darle placer, aunque no soy una experta, estoy segura de que sabré como hacerlo.

Le acaricio en la entrepierna y el jadea, subo la intensidad de mis movimientos y siento como el también disfruta de lo que le hago. Susurra mi nombre y siento como se pone más y más duro.

Cojo el preservativo y se lo muestro, él lo coge y se lo coloca, luego se pone encima de mí y espero a que se introduzca en mi interior. Cojo aire cuando entra despacio, y lo suelto cuando se queda quieto.

***

LUCAS

Son solo unos segundos, y no llega a un minuto cuando empiezo a moverme despacio dentro de ella.

Desde María no había vuelto a estar con nadie más, y necesito unos minutos para saber lo que estoy haciendo. No es tan complicado, lo sé, es como montar en bici, pero reconozco que tengo un poco de miedo de no estar a la altura. Mía es... es magnífica, su cuerpo se acopla al mío a la perfección, estamos conectados por un hilo invisible y solo con estar cerca de ella siento que puedo con todo, y a pesar de que para ella es la primera vez, no tendría por qué ir mal. «O eso espero».

Abre más las piernas mientras me muevo, jadea y gime con cada una de mis embestidas, y me araña la espalda. Sé que le gusta por como grita mi nombre, y eso me da una sensación de poder, me siento el rey del mundo cuando estoy con ella.

—Lucas —ronronea.

—Sí pequeña, siénteme.

Nos miramos a los ojos y nos besamos, gime contra mis labios mientras nos damos la vuelta y se sienta sobre mí. Ahora es ella la que mantiene el ritmo, y es mi pequeña la que sube y baja de intensidad para darnos placer a los dos.

***

El dolor que he sentido al principio ha pasado muy rápido, ahora solo siento placer, encajamos perfectamente el uno con el otro y siento que nada puede separarnos ahora, porque tenemos una fuerte conexión que nos une.

Nos movemos despacio, sintiendo cada uno de nuestros roces sin dejar de mirarnos a los ojos. Es una sensación nueva, el primer orgasmo ha sido increible, pero esto que siento ahora es de otro nivel. Alcanzamos el clímax los dos juntos y nos quedamos quietos, abrazados.

Estoy mejor que nunca, por fin el momento ha llegado y es  mejor de lo que había imaginado.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta y me acaricia la mejilla—. ¿Estás bien?

—Sí. Perfectamente. ¿Y tú?

—Bien cariño, muy bien —me contesta él con una sonrisa y me besa.

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