38.

SAMANTHA

Amanda llega con un bolso lleno de ropa cómoda y con comida. No es que no haya aquí en la clínica, sino que es desabrida y la verdad me la como completa solo porque me aporta los nutrientes que necesita mi bebé.

Y por la gelatina, si tengo suerte.

Mi hermana me ayuda a sentarme y ajusta la camilla para estar más cómoda. Acaricia mis cabellos y me entrega el envase de comida, junto con los cubiertos.

—Aquí tienes: frutas, verduras. Ya sabes, comida sana —habla, dejando reposar el envase sobre mi vientre abultado—. Es una buena mesa improvisada, ¿eh?

—Lo es —concuerdo, riéndome un poco—. Por cierto, me dieron vitaminas hace unos minutos, hierro también.

—Ambos lo necesitan, no sabes el susto tremendo que nos diste —responde, acariciando mi vientre y luego me mira, alzando una ceja—. ¿Me vas a contar qué sucede con Jeremy? Me parece extraño que no esté aquí con ustedes.

―No quiero hablar de eso ahora. Es algo en lo que me enfocaré cuando nazca mi bebé ―comento, desviando la mira
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