Intimidad

Acomodamos nuestra ropa, volvió a tocar un botón y el ascensor arrancó nuevamente. Apenas se abrió la puerta me tomó por la cintura y me guió por la gran casa.

—¿Quieres una visita guiada?

—Me encantaría.

Tomó mi mano y yo me paralicé; él lo noto y me dio un leve tirón.

—¿No te gusta mucho el contacto humano más allá del sexo no?

—Lo siento, mi reacción es completamente involuntaria.

Él asintió, pero no me soltó. En el primer arco a la izquierda se abría una enorme sala donde cabrían fácilmente, unas quince o veinte personas. Las paredes eran de un tono gris claro y el piso, de madera oscura, se repetía. Unas hermosas cortinas color pastel con distintas y suaves tonalidades de verde, caían sobre los grandes ventanales y una lujosa chime

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