Capítulo 31. Barreras
En el salón del hotel, un silencio sepulcral se había creado, invadiendo cada rincón.
Los hombres de Valentino ya tenían a los terroristas bajo control, y su imprudente jefe estaba ahora congelado por el terror bajo los ojos furiosos y temibles del señor Amato, afilados como cuchillos, mientras aún estaba sujetando con fuerza a Alessia, lo que era su sentencia de muerte.
Y ahora lo sabía.
Valentino dio un par de lentos pasos, y el hombre no se movió. No podía ni aunque quisiera.
Casi no se escuchó la voz del señor Amato cuando siseó con ira contenida:
-Suéltala.
El jefe obedeció a duras penas, liberando a Alessia, que se alejó de inmediato y se paro junto a su salvador, sin decirle nada, a causa de la impresión, y con el pánico diluyéndose poco a poco.
Los ojos desorbitados de ella miraban a Valentino con una mezcla de incredulidad… y de deseo. Por todos los dioses, ese hombre era un monumento a la masculinidad y era como si irradiara un aura de poder y de sensualidad. Además, el h