Natalia se quedó helada y, tras reaccionar, dijo muy considerada: —Está bien, tu asunto es más importante.
Hugo asintió.
Después de que Natalia se metiera en su carro y se marchara, él también se subió al suyo.
Pero en vez de irse primero, sacó el móvil, buscó el número de Rebeca y, tras dos segundos de duda, lo marcó.
Rebeca seguía en la oficina.
Al ver la llamada entrante, descolgó despreocupadamente: —¿Señor Saucedo?
Hugo estaba a punto de abrir la boca cuando oyó movimiento en su lado, se tragó las palabras que le venían a la boca y preguntó: —¿Todavía en la oficina tan tarde?
—Sí. —Que Hugo la buscara a esas horas, en opinión de Rebeca, solo podía ser una cuestión personal, ella dijo: —Mañana estoy libre, ¿qué quiere hacer Ana mañana?
Hugo, sin embargo, se quedó callado.
Al no oírle responder, Rebeca: —¿Señor Saucedo?
Era consciente de lo ocupada que había estado en el trabajo esta semana.
Eran más de las nueve y seguía haciendo horas extras.
No hizo falta pensar mucho para darse